El día en que Estados Unidos perdió Oriente Medio

Carlos Siula / Corresponsal

  · jueves 22 de diciembre de 2016

Imagen ilustrativa

PARÍS, Francia (OEM-Informex).- Dentro de algunos años, loshistoriadores recordarán el 20 de diciembre de 2016 como el díaque Estados Unidos perdió Oriente Medio.

La potencia hegemónica que monopolizó el control del mundodurante los últimos 25 años —luego del derrumbe del imperiosoviético— desde luego no se retiró en forma humillante, comoocurrió en 1975 al término de la guerra de Vietnam. Sus avionestampoco dejarán de bombardear al grupo yihadista Estado Islámico(EI) en Siria. Su potencial militar —con su flota navegando porlos siete mares, su potencial aéreo y su arsenal nuclear— sigueacordándole una decisiva ventaja estratégica global. Pero eldestino de Estados Unidos en esa explosiva región —vital para elequilibrio mundial— quedó sellado el martes pasado durante unareunión realizada en Moscú por los cancilleres de Rusia, Turquíae Irán.

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Los tres países se proclamaron “dispuestos a contribuir alacuerdo en proceso de negociación entre el Gobierno sirio y laoposición, y a actuar como sus garantes”, sentenció elcanciller ruso Sergei Lavrov. Esa frase revelaba la existencia denegociaciones entre el régimen de Bashar el Ássad y susadversarios, paralelas a los infructuosos esfuerzos que realizan laONU y las potencias occidentales desde hace años, bajo elpatrocinio de esa troika, como la denominan sus propiosprotagonistas. “Hasta ahora, el formato de la troika mostró supertinencia”, agregó el veterano canciller ruso que dirige ladiplomacia del Kremlin desde hace casi 13 años.

Con casi medio siglo de experiencia, Lavrov desplegó toda susutileza retórica para indicar, por omisión, que el formato de latroika excluía, por definición, la participación de EstadosUnidos y accesoriamente de la Unión Europea (UE). Por cortesía,la “declaración de Moscú”, escrita por Lavrov y aprobada porsus homólogos Mevlüt Cavus (Turquía) y Mohammad Javad Zarif(Irán), invitó a “todos los otros países” a “contribuir”para “facilitar un acuerdo”. En cambio, como era previsible,quedaron explícitamente excluidos del acuerdo el grupo EI y elfrente Al Nusra, desde julio pasado convertido en Jabhat Fatahal-Sham.

El canciller turco, sin embargo, agregó verbalmente a esa listaa “todos los grupos extranjeros” que combaten en Siria, unafórmula que alude implícitamente al Hezbolá y las miliciaschiitas iraquíes teleguiadas por Irán. “Sería un error mirarhacia un solo lado”, advirtió. Sin embargo, nadie cuestionó alos movimientos kurdos, que son la obsesión histórica deTurquía.

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Peor aún: después de condenar a los “actores exteriores”que buscaron “explotar la Primavera Árabe para cambiar derégimen”, les recordó que luego debieron cambiar de opinión yreconocer que “la prioridad no es el cambio de régimen, sino lalucha contra el terrorismo”. En esa frase, la alusión a la CasaBlanca y Europa es transparente.

El espeso contenido que se husmea entre las líneas de la“declaración de Moscú” permite inferir que la troika llegó ala conclusión de que no es realista esperar una solución militardel conflicto sirio. Esa certeza, alcanzada tras una guerra civilque provocó 400 mil muertos en cinco años y medio, sugiere queninguno de los tres países toma en cuenta las aspiraciones deBachar el Assad que, hasta ahora, ambicionaba con reconquistar todoel país, evitar la parcelación y restaurar la autoridad deDamasco sobre una unidad territorial. Aunque el acuerdo de Moscúpueda aportar la paz, convierte a Assad en vasallo de latroika.

Pero el aspecto más importante del episodio histórico que sevivió el martes en el gigantesco edificio de 172 metros de alturaubicado en la plaza Smolenskaya-Sennaia —donde tiene su sede lacancillería rusa— es la ausencia de Estados Unidos.

¿Quién podía imaginar hace apenas pocas semanas que laprimera potencia militar del planeta podía quedar excluida de unacuerdo crucial sobre el futuro de Oriente Medio?

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Desde hace años, los llamados declinistas pregonan el “findel liderazgo estadunidense” y la extinción del “nuevo ordenmundial” proclamado por George Bush senior después del final dela guerra fría. Ahora, incluso, los más pesimistas comienzan adecir que “el orden internacional liberal ha muerto”.Cualquiera que sea el diagnóstico que aparecerá en el certificadode defunción, lo cierto es que el monopolio de poder que ejercióEstados Unidos después de la extinción del imperio soviéticoduró sólo 25 años.

Sin llegar a ser todavía el núcleo determinante de la región,a partir de ahora Rusia será sin duda reconocida como el factor depoder dominante. Pero, como cada privilegio tiene su contrapartida,al mismo tiempo es percibida como una nueva amenaza. La mayoría delos países árabes no disimula su desasosiego frente a ese relevoestratégico regional: para ellos, “Rusia es un enemigo delIslam”.

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