PARÍS, Francia. (OEM-Informex).– La prioridadabsoluta de la nueva primera ministra Theresa May será ponerlecontenido al Brexit para poder negociar con Bruselas la salidabritánica de la Unión Europea (UE). Veinte días después delreferéndum del 23 de junio, que decidió poner término a 43 añosde adhesión a la UE, los británicos descubrieron con asombro quehabían votado por un proyecto que era —en realidad— unacáscara vacía de contenido.
En esas tres semanas, la opinión públicacomprendió que los dirigentes que encabezaron la campaña a favordel leave (abandonar) no tenían ninguna idea de lo que pretendíanhacer después de la consulta, desconocían la magnitud de losproblemas concretos que representaba la ruptura con Europa y nohabían preparado ningún plan para abandonar la UE.
Peor aún: los dos líderes que simbolizaron lacampaña por el Brexit dejaron desamparados a los 17.4 millones debritánicos que habían elegido el divorcio con Europa. Elexalcalde de Londres, Boris Johnson, apuñalado por la espalda porsu aliado Michael Gove, abandonó sus pretensiones de pelear elcargo de primer ministro. Por su parte, Nigel Farrage —líderdel partido xenófobo y racista UKIP— optó por retirarse de lavida política.
Esas actitudes indujeron a pensar en “El flautistade Hamelin”, la famosa leyenda alemana inmortalizada en el cuentoinfantil escrito por los Hermanos Grimm. Ese relato habla de unflautista que liberó a un pueblo invadido por las ratas,conduciéndolas hasta un precipicio. El episodio real o la leyendasobre la cual se basaron los Hermanos Grimm, se refiere a unpresunto secuestro masivo de niños que habrían sido arrojadosdesde un peñasco al río Weser.
Numerosos comentaristas políticos indicaron, en todocaso, que la actitud de Johnson y Farrage les hizo pensar en un parde ilusionistas que condujeron a millones de fieles hasta el bordede un precipicio y, a último momento, los dejaron despeñarse.
La improvisación de los promotores del Brexit no esuna vulgar leyenda inventada por la prensa. Es una realidadconcreta que fue confirmada por Oliver Letwin, miembro del equipodel primer ministro David Cameron. En una audición de la Comisiónde Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes, losdiputados le formularon una sola pregunta: “¿Cuál es el planpara el retiro de la UE?” Letwin respondió: “No tengo la menoridea”.
Ese episodio demostró, en todo caso, que tampoco elGobierno había anticipado el peor escenario del referéndum nicontaba con un plan “B”.
Inmediatamente después del referéndum, Cameronreconoció que las negociaciones con la UE representarían el mayordesafío que enfrentaban los equipos del Gobierno desde hacíadécadas. Pero, después de formular esa declaración, se encontróen la situación de un general que debe ir a la guerra sin armas nisoldados.
Para tratar de reparar esa dramática situación,poco después de conocer el resultado Cameron encargó a Letwincrear una “task force” (grupo especial) encargada de abordar lanegociación.
En un primer momento, intentó reclutar los mejoresexpertos en actividad en los Ministerios, incluyendo RelacionesExteriores y el Departamento de Negocios e Innovación. Perorápidamente descubrió que los aportes de Whitehall —como sellama al conjunto de edificios que alojan a las principalesinstalaciones del Estado— serían insuficientes. Por esa razóntuvo que pedir la colaboración de consultoras y empresas deabogados para tratar de reclutar en el sector privado. Al final deesa fase, el Gobierno descubrió que Gran Bretaña solo podíacontar con 20 expertos en negociaciones comerciales, cifra casiridícula en comparación con los 600 especialistas que puedemovilizar Bruselas. El colmo del absurdo es que, probablemente, elReino Unido tendrá que contratar ahora expertos de otros paísespara que lo ayude en la negociación.
Es por esa razón que Theresa May dio a entenderclaramente que no tiene ninguna prisa en activar la cláusula 50del Tratado de Lisboa, que constituye la primera etapa legalnecesaria para iniciar el proceso de negociaciones.
Su objetivo inmediato consiste en organizar unaverdadera task force, que será probablemente dirigida por ChrisGrayling (actual líder de la Cámara de los Comunes) y definir almismo tiempo la estrategia de Gran Bretaña en esas negociacionesque podrían comenzar a principios del año próximo y durar hasta2019.
Los daños colaterales del Brexit en la políticabritánica pueden ser tan vastos y profundos que incluso esprobable que el Reino Unido se vea obligado a redefinir supolítica exterior para adaptarla a la nueva “vida de soltero”sin los compromisos que implicaba formar parte de Europa. Para nonegociar con las espaldas totalmente descubiertas, su nuevasituación la obligará a navegar entre llamados paísespragmáticos -Alemania, Suecia, Irlanda y Holanda- y otros —como Bélgica, Italia y en alguna medida Francia— que deseanconvertir la salida británica en un ejemplo para el resto demiembros de la UE que cavilan en la posibilidad de romper conEuropa. La elección presidencial de Francia en mayo de 2017 y laslegislativas de Alemania en septiembre, no facilitarán los planespara Londres.
Otro impacto de gran envergadura se advertirá en laesfera de defensa. Aunque la UE nunca terminó de adoptar unapolítica común de defensa, existen protocolos y compromisos queimponen cierta coherencia a los 28 miembros de la UE. Como casitodos son miembros de la Organización del Tratado del Atlántico(OTAN), subsistirá un mínimo de cohesión.
Una de las prioridades que esperan a Theresa Mayapenas se instale en el 10 de Downing Street es el reemplazo de loscuatro submarinos nucleares dotados de ocho misiles estratégicos“Trident”, que forman la fuerza de disuasión británica. Eseprograma, cuyo costo oscila entre 20 mil y 34 mil millones delibras (26 mil 500 a 45 mil millones de dólares), debe ser tratadoeste mes por el Parlamento para que la primera unidad de la nuevageneración pueda ser botada en 2028.
La decisión más difícil será definir el tipo derelaciones que pretende mantener Gran Bretaña en el futuro con laUE. La solución surgirá sin duda de la comparación entre lasventajas e inconvenientes que presentan los Tratados de LibreComercio firmados por la CE con Australia, Noruega, China o India,mencionados durante la campaña como modelos posibles por lospartidarios del Brexit. En los últimos días surgió laalternativa del tratado con Canadá, que tiene la ventaja dedejarle a Londres las manos libres en materia de inmigración,aunque la penaliza en los sectores de servicios y finanzas.
Theresa May descartó en forma concluyente laposibilidad de convocar a un segundo referéndum, a pesar de loscuatro millones de firmas reunidas en un petitorio que aparece enel sitio web de la Cámara de los Comunes. Así como no estádispuesta a dejarse presionar, tampoco quiere apresurar ningunadecisión e insiste en destacar la necesidad de un“soft-landing” (aterrizaje suave), aunque lleve mástiempo.
Al margen de los aspectos técnicos, la ruptura conla UE —como ocurre en todo divorcio— dejará algunasvíctimas inocentes: Theresa May deberá tener cuidado en noabandonar ni olvidar al 48 por ciento que votó por el remain y queseguirá teniendo una parte de su corazón en Europa.