PARÍS, Francia. La coalición de gobierno alemana llegó ayer al borde de la implosión, cuando la canciller Angela Merkel se plegó al ultimátum de dos semanas impartido por el ministro del Interior, Horst Seehofer, para solucionar la crisis de los refugiados.
“De lo contrario, impartiré órdenes a la policía para que cierre las fronteras a los migrantes y rechace el ingreso de todo extranjero que llegue al país en busca de refugio”, amenazó el líder de la Unión Social Cristiana (UCS) durante una reunión de su grupo en Munich.
La canciller, sin embargo, aceptó el plazo acordado por el dirigente de la CSU, rama bávara de la alianza conservadora que forma desde hace 70 años con la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel.
La ruptura de ese pacto histórico pulverizaría al mismo tiempo la coalición de gobierno laboriosamente formada hace tres meses con el Partido Social Demócrata (SPD).
La canciller, que dirige su país desde 2005, se comprometió a buscar una solución bilateral y a nivel de la Unión Europea (UE) que celebrará una cumbre sobre ese tema el 28 y 29 de junio próximo en Bruselas. Su partido “apoya la iniciativa de la CSU”, aseguró al término de una reunión por separado que mantuvo su partido en Berlín. "Estamos de acuerdo en seguir trabajando conjuntamente para mejorar la gestión de la política migratoria y reducir la llegada de refugiados", afirmó.
Pero aclaró que se opondrá a todo tipo de “medidas unilaterales, incoherentes e incompatibles con los intereses de terceros países”.
También lanzó una advertencia sobre el “efecto dominó” que podría producirse a través de Europa “si Alemania rechaza en forma injustificada a los demandantes de asilo en las fronteras”. También estimó ante la cúpula de la CDU que “la actitud de Alemania determinará si Europa va a permanecer unida o no”.
Desde que comenzó la crisis de los refugiados en 2015, la CSU propicia una política intransigente contra los solicitantes de asilo.
La posición radical adoptada en las últimas semanas por Seehofer se explica por la inminencia de elecciones regionales en Baviera. Las encuestas no descartan una victoria del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) en esa consulta, prevista para octubre próximo.
Algunos analistas piensan que Merkel trata de ganar tiempo para coordinar una política enérgica con los otros países europeos y, en una segunda instancia, tomarse la revancha contra Seehofer una vez que hayan pasado las elecciones en Baviera. Otros comentaristas, en cambio, piensan que —al aceptar la mayoría de las condiciones exigidas por su rival dentro de la coalición conservadora— Merkel quedó extremadamente debilitada y puso una rodilla en tierra.
Su situación se agravó ayer con la visita a Berlín del nuevo primer ministro italiano, Giuseppe Conte, que apoyó indirectamente a Seehofer.
“Italia no puede seguir actuando sola”, declaró Conte en una clara alusión a la actitud prescindente de Europa frente a la ola migratoria que recibe su país desde hace tres años. “Hacen falta soluciones europeas. De lo contrario, las iniciativas bilaterales marcarán el final de Schengen”, es decir la libre circulación dentro de Europa.
Merkel también fue criticada por el presidente norteamericano Donald Trump, que realizó una caprichosa comparación entre las crisis de los refugiados en Estados Unidos y Alemania. “El pueblo alemán le está dando la espalda a sus gobernantes […] La inmigración está sacudiendo la débil coalición de Berlín. La criminalidad en Alemania está subiendo. Un gran error por parte de toda Europa el aceptar a millones de personas que radical y violentamente han cambiado su cultura”, comentó Trump en un tweet.
En medio de esa tormenta, la canciller recibirá hoy (martes) el respaldo del presidente francés Emmanuel Macron, con quien se reunirán en la ciudad de Meseberg, ubicada en el estado de Brandeburgo, a unos 65 km al norte de Berlín.
Los dos dirigentes buscarán adoptar una hoja de ruta para enfrentar la crisis migratoria y sobre la reforma de la zona euro.