Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina, aprobó la semana pasada un proyecto de ley que veta la salmonicultura en jaulas marinas.
La prohibición de esta industria, que amenaza no sólo al ambiente sino también a la salud y la economía de sus habitantes, pone al país en los ojos del mundo, posicionándolo como el primero en tomar una decisión de tal magnitud con respecto a esta industria antes de su instalación en un territorio.
La salmonicultura es la siembra y cosecha intensiva de salmónidos en condiciones controladas para fines comerciales. Bajo este tipo de producción se engorda a los salmones en “jaulas flotantes” ubicadas en bahías y fiordos a lo largo de las costas; una técnica que se originó en Noruega a finales de los sesentas y que creció exponencialmente en las últimas décadas.
La cría intensiva de salmones en jaulas solamente es posible en un determinado tipo de ecosistema, lo cual ha generado en los últimos años una presión extrema en los lugares donde su desarrollo es viable.
Frente al rechazo social en los principales países productores y a los numerosos escándalos relacionados con la falta de transparencia, los escapes, mortandades y el uso indebido de antibióticos, Noruega vio la oportunidad de instalarse en Tierra del Fuego. En Argentina, el único lugar viable para este tipo de producción es en el Canal Beagle.
En el 2019 el gobierno argentino y el de la provincia de Tierra del Fuego firmaron un acuerdo con la corona de Noruega para desarrollar la producción de salmones en jaulas en dicha provincia. Sin embargo, la industria no fue bien recibida por los habitantes de Tierra del Fuego, que junto con comunidades vecinas chilenas, diversas organizaciones ambientales y empresas como Patagonia, se hicieron escuchar a través de diferentes acciones y varias manifestaciones.
El repudio fue tal, que se logró que el gobierno pusiera un freno provisorio al proyecto. En este camino, el legislador provincial Pablo Villegas presentó un proyecto de ley junto a la actual vicegobernadora Mónica Urquiza, para finalmente prohibir por ley la industria salmonera, mismo que fue aprobado por unanimidad hace unos días.
Al respecto, el legislador Villegas dijo: “Creo que es importante decir que el mensaje es claro: si trabajamos con la cabeza y el corazón, con convicción, compromiso, pasión y responsabilidad, los logros suceden. Decirle No a las salmoneras es posible”.
Entre las consecuencias de la salmonicultura se encuentran las mortandades de salmones masivas, la intensificación de blooms de algas tóxicas (como la marea roja), la introducción de especies exóticas, la alteración de los ecosistemas y pérdida de fauna local, la generación de zonas “muertas”, el enmallamiento de mamíferos marinos, la resistencia bacteriana, así como fuertes impactos a la enorme huella socio ambiental.\u0009\u0009
Por su parte, Yvonne Chouinard, director de Patagonia, dijo que esta histórica votación muestra que la gente de Argentina valora el salmón salvaje, la biodiversidad y las comunidades locales por encima de una industria imprudente que está llevando a la bancarrota a nuestros océanos.
“Las comunidades costeras deben tomar nota de lo que sucedió en Argentina y seguir su ejemplo. Una vida sin naturaleza no es una vida que valga la pena vivir, y ahí es hacia donde nos dirigimos si no actuamos ahora".
Al decirle no a la industria de la salmonicultura, Argentina demuestra que la urgencia de la crisis ambiental puede ser abordada mediante el diseño de políticas de estado que identifiquen escenarios, construyan consensos y definan líneas de acción para el logro del bien común por encima de intereses sectoriales.
La decisión que tomó Argentina demuestra que es posible trabajar hacia un modelo de economía nuevo y superador, que priorice a las comunidades locales y el desarrollo sostenible, preservando la biodiversidad y la salud de los ecosistemas marinos del mundo.
Lee también otros contenidos de Normal ⬇️