El expresidente Jair Bolsonaro regresó a Brasil este jueves con la tarea de reagrupar a una derecha atomizada frente al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva y que le dio una fría recepción tras su "autoexilio" en Estados Unidos.
Poco más de un centenar de personas le esperó en el aeropuerto de Brasilia y aún menos gente se concentró en la sede del Partido Liberal (PL), a la que se dirigió tras pisar el suelo brasileño que dejó el 30 de diciembre pasado, aún como presidente y dos días antes de la investidura de Lula, a quien se negó a entregarle el cargo.
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No fueron las multitudes que movilizó en la campaña para las elecciones de octubre pasado, que Lula ganó por una diferencia de escasos 1.8 puntos porcentuales, lo cual reflejó las discordias que existen hoy en el campo conservador.
Sin embargo, Bolsonaro dejó claro que su intención es recomponer fuerzas con el Partido Liberal (PL), en el que ejerce como "presidente honorario", como punta de lanza de la oposición al Gobierno progresista.
En la sede del PL participó en un evento para "invitados", en el que valoró el talante conservador del Parlamento y la fuerza del PL, con 99 de los 513 diputados y 12 de los 81 senadores, a los que instó a liderar la oposición a Lula.
Un primer y duro mensaje al gobierno
"Le mostraremos a ese personal, que por ahora y por poco tiempo estará en el poder, que no va a hacer lo que quiera con el futuro de la Nación", declaró Bolsonaro en su primer mensaje dirigido al gobierno.
El presidente del PL, Valdemar Costa Neto, dijo que el partido ya tiene entre sus objetivos las elecciones municipales de 2024, en las que aspira a conquistar "el 60 por ciento de las alcaldías" del país.
Según Costa Neto, Bolsonaro y su esposa Michelle, presidenta del capítulo femenino de esa formación, recorrerán el país a partir del segundo semestre de este año centrados en las municipales.
"El jefe aquí es Valdemar", respondió Bolsonaro, quien se dijo dispuesto a "cumplir la misión".
Sin embargo, faltaron a la cita algunas figuras relevantes del conservadurismo, como el exjuez y ahora senador Sergio Moro y el gobernador de Sao Paulo, Tarcísio Gomes de Freitas, un exministro de Bolsonaro que presenta como alternativa de la derecha más moderada frente a los ultras que siguen al exmandatario.
El gobierno ignora, pero no del todo
Lula, quien se recupera de una bronconeumonía, no comentó el regreso de Bolsonaro, ignorado por la mayoría de los miembros de un gobierno que ha sumado a sus filas a sectores del centro y la derecha moderada que apoyaron la gestión anterior.
Solamente el ministro de Relaciones Institucionales, Alexandre Padilha, frente a preguntas de periodistas, se refirió con ironía a la fría bienvenida dada a Bolsonaro por sus simpatizantes, que en su opinión demostró que "es un líder de barro".
Con cierto sarcasmo también se pronunció la diputada Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de Trabajadores (PT), de Lula, quien en un video divulgado en sus redes sociales celebró la vuelta de Bolsonaro, le invitó a ver "cómo mejoró el país en su ausencia" y también a rendir cuentas ante los tribunales.
Frente a la justicia y por primera vez sin fueros desde 1989
Bolsonaro, capitán de la reserva del Ejército de 67 años, ha ejercido cargos públicos en forma consecutiva desde 1989, cuando fue elegido concejal en Río de Janeiro.
Por primera vez desde entonces, está en Brasil desaforado, como ciudadano común, y con diversos frentes abiertos en los tribunales, ante los que puede ser llamado a declarar tras su regreso al país.
Responde en una decena de procesos que en su mayoría tramitan ahora en primera instancia y en los que es investigado por actos golpistas, por difundir información falsa y por supuestos abusos económicos y de poder, entre otras causas.
En la Corte Suprema permanecen cinco procesos, uno de los cuales intenta determinar la autoría intelectual de los sucesos del pasado 8 de enero, cuando una horda de bolsonaristas asaltó las sedes de los tres poderes de la Nación para intentar forzar un golpe contra el Gobierno de Lula.
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También enfrenta otra investigación sobre valiosos obsequios que recibió de Arabia Saudí en su condición de mandatario y que conservó tras dejar el poder, pese a que debía entregarlos al Estado