Simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro invadieron el Congreso, el palacio de presidencial de Planalto y la sede del Tribunal Supremo en Brasilia, tras sobrepasar los cercos de seguridad y las barreras policiales, en rechazo a la investidura del presidente de izquierda Luiz Inácio Lula da Silva, lo que fue calificado por líderes mundiales como un intento de golpe de Estado.
El presidente izquierdista Lula da Silva, que derrotó a Bolsonaro en unas elecciones disputadas el año pasado, anunció una intervención federal de seguridad en Brasilia que durará hasta el 31 de enero, después de que las policías de la capital se vieron inicialmente desbordadas por los invasores.
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En una conferencia de prensa, culpó a Bolsonaro y se quejó de la falta de seguridad en la capital, diciendo que las autoridades habían permitido que “fascistas” y “fanáticos” causaran estragos.
“Estos vándalos, que podríamos llamar nazis fanáticos, estalinistas fanáticos... fascistas fanáticos, hicieron lo que nunca se ha hecho en la historia de este país”, dijo Lula, que se encontraba de viaje oficial en el estado de Sao Paulo.
“Todas las personas que hicieron esto serán encontradas y castigadas”. El espectáculo de miles de manifestantes vestidos de amarillo y verde causando estragos en la capital coronó meses de tensión tras las elecciones y recordó los incidentes de hace dos años cuando partidarios del expresidente Donald Trump asaltaron el Capitolio de Estados Unidos.
Obras de arte en el suelo, ventanales rotos y equipos y muebles destruidos fue el rastro del caos dejado por los bolsonaristas en Brasilia.
“Fue algo que nunca imaginé ver. Es depredación, vandalismo, caos y destrucción”, manifestó en un video con las imágenes de los locales invadidos el ministro de la Secretaría de Comunicación del Gobierno, Paulo Pimenta.
El segundo piso del Palacio do Planalto fue totalmente destruido y los manifestantes radicales llegaron hasta el pasillo que conduce al despacho de Lula da Silva, en el tercero.
Fuentes de la Presidencia, sin embargo, indicaron que la sala del gobernante no fue invadida, pero la sala de la primera dama, Rosângela “Janja” da Silva, fue destruida, como registraron fotografías exhibidas por medios locales.
Imágenes de televisión mostraron a manifestantes irrumpiendo en el Tribunal Supremo y el Congreso, donde destrozaron mobiliario. Medios locales calcularon que unas 3 mil personas participaron.
El Tribunal Supremo fue saqueado, según imágenes de redes sociales que los mostraban rompiendo las ventanas del edificio modernista concebido por el fallecido arquitecto Oscar Niemeyer.
Un policía a caballo fue rodeado por manifestantes armados con palos que lo derribaron de su montura.
Piden golpe militar
Encaramados en la rampa del Congreso, los extremistas corearon consignas pidiendo la intervención de las Fuerzas Armadas, pero los militares no acudieron al llamado y sus comandantes se mantuvieron en estricto silencio.
Miles de radicales viajaron en autobús desde otros puntos del país para sumarse a las concentraciones que alentaban un golpe de Estado.
Los simpatizantes actuaron ante la aparente connivencia de patrullas de la Policía Militar de Brasilia, que, según videos divulgados por medios locales, se dedicaron a observar desde la distancia e incluso se tomaron fotos del momento con sus celulares y platicaron con simpatizantes de Bolsonaro.
El gobernador de Brasilia, Ibaneis Rocha, dijo que se habían desplegado todas las fuerzas de seguridad.. Ibaneis Rocha, aliado político de Bolsonaro, pidió disculpas por la situación
“inaceptable” y se refirió a los asaltantes como “vándalos” y “terroristas”.
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También destituyó al secretario de Seguridad del Distrito Federal de Brasilia, Anderson Torres, otro aliado de Bolsonaro, y colocó su gabinete a disposición de los poderes federales. Esto se dio después de que en medios brasileños se sembró la versión de que el gobierno de Brasilia estaría coludido con los bolsonaristas.
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