PARÍS, Francia. La Unión Europea (UE) se muestra cada vez más inquieta por el incremento de las inversiones chinas en Portugal, pues consideran que ese país se está convirtiendo en la puerta entrada de una “invasión económica” teleguiada por el gobierno de Pekín.
Las luces rojas de alarma también se encendieron ahora dentro de Portugal, después de la OPA (Oferta Pública de Adquisición) lanzada por el grupo energético China Three Gorges, controlada por el gobierno. Esa gigante estatal, que posee actualmente 23% de la empresa portuguesa EDP, presentó en la Bolsa de Valores de Lisboa una oferta para comprar el resto de las acciones de EDP.
El gobierno del primer ministro Antonio Costa, respetuoso de los principios liberales, no ha formulado hasta ahora ninguna objeción.
El tema es crucial por varias razones. En primer lugar, si el grupo energético China Three Gorges consigue comprar el resto de EDP, pueden surgir reservas más allá de las fronteras de Portugal porque los nuevos propietarios accederían a una extensa red de distribución eléctrica en Portugal y España, y también ocuparían una posición clave en proyectos eólicos e hidroeléctricos en Brasil y Estados Unidos. No es imposible imaginar la posible reacción de Trump ante esa operación.
Por otra parte, las autoridades de Bruselas sostienen que se trata de un diseño estratégico de expansión promovido por las autoridades de Pekín.
Esa ofensiva sobre la economía lusitana comenzó en el momento de la gran crisis económica que estalló en 2009. Para que la UE le acordara un plan de salvataje de 78 mil millones de euros, Portugal tuvo que aceptar un drástico plan de saneamiento que incluía medidas de austeridad y la privatización de algunos sectores de su economía bajo la supervisión de una troika integrada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Lisboa acogió con entusiasmo la llegada de inversiones china, que le aportaban un balón de oxígeno en ese momento crítico. Pero la apertura del sector público, impulsada brutalmente por la troika durante la crisis financiera, abrió las puertas del país a inversiones masivas chinas. Esos capitales se concentraron en particular en tratar de controlar algunas empresas estatales y en la compra de bonos de la deuda portuguesa.
El resultado es que, en la actualidad, el consorcio Fosun controla la aseguradora Fidelidades, el grupo Luz Saúde de clínicas privadas y posee 25% del banco Millenium BCP. Por su lado, Haitong invirtió 400 millones de euros para adquirir el banco de negocios BESI, el grupo HNA entró como socio minoritario en la empresa de aviación TAP y la firma china StateGrid International controla 25% del productor energético REN.
Varias empresas chinas se asociaron para renovar el puerto de aguas profundas de Sines, ubicado en el sur de Portugal, para transformarlo en puerta de entrada comercial a Europa. Lo mismo habían hecho con una parte del Pireo, en Atenas, que también compraron por un puñado de euros durante la crisis financiera griega.
Ahora que las empresas estatales chinas amenazan con monopolizar virtualmente el sector energético si se concreta su ofensiva sobre EDP, la UE advierte sobre el doble peligro que representa la actividad que despliegan las empresas controladas por el Estado chino. “¿Qué sentido económico tiene pasar de un monopolio estatal portugués a un monopolio en manos de una empresa estatal china?, argumenta Bruselas.
Numerosos sectores políticos y económicos portugueses empiezan a señalar también el riesgo de una pérdida de independencia.
La otra preocupación europea consiste en evitar que el gigante asiático se implante en sectores estratégicos, quede en libertad para efectuar transferencias de tecnología europea a sus empresas y termine por controlar importantes segmentos de la economía en Europa.