Ginebra.- El decisivo informe sobre los lazos entre calentamiento global y usos del suelo presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) envía un mensaje claro a la población mundial: debemos cambiar a dietas más sostenibles para contribuir a la salvación del planeta.
El informe presentado en la ONU advierte que los recursos mundiales de la tierra y el agua están siendo explotados a "tasas sin precedentes", lo cual, combinado con el cambio climático, está ejerciendo una presión extrema sobre la capacidad de la humanidad para alimentarse.
El documento, presentado tras cinco días de reuniones en Ginebra de los científicos del IPCC -dependiente de la ONU- y que el miércoles fue aprobado por los 195 signatarios del Acuerdo de París, fija por primera vez la relación directa entre crisis climática y fenómenos como la degradación del suelo o la desertización.
Esa relación es recíproca (la emergencia climática degrada el suelo, y viceversa), por lo que es urgente reducir la deforestación, y con ello la sobreexplotación agrícola y ganadera, en un mundo donde el hombre afecta a la 70% del suelo y 500 millones de personas que viven en zonas áridas son cada vez más vulnerables.
El suelo se está perdiendo entre 10 y 100 veces más rápido de lo que se está formando, de acuerdo con el informe.
Y el cambio climático empeorará más esas amenazas, ya que las inundaciones, las sequías, las tormentas y la degradación del hábitat amenazan con interrumpir y, con el tiempo, reducir el suministro mundial de alimentos.
El documento alerta que la población en zonas áridas vulnerable a conflictos por el agua podría aumentar a entre 178 y 277 millones de personas hacia 2050, con especiales riesgos en Asia y África.
Esto, unido al aumento de la población mundial (que podría alcanzar los 10 mil millones de personas hacia 2060), exige repensar y planificar mejor la producción alimentaria, y por tanto cambiar los modelos de consumo global, pues si en las regiones pobres las proteínas animales son a veces insuficientes, en los países ricos se consumen en exceso y hay 2 mil millones de adultos con sobrepeso o obesos.
Algunos autores también sugirieron que es probable que la escasez de alimentos afecte a las partes más pobres del mundo mucho más que a las más ricas. Eso podría aumentar la inmigración que ya está redefiniendo la política en América del Norte, Europa y otras partes del mundo.
Las conclusiones del IPCC, compuesto por 107 expertos de 52 países, dan así por primera vez un papel protagónico a los ciudadanos en el combate del efecto invernadero, ya que modificar sus dietas a unas más saludables, o desperdiciar menos comida, puede ayudar a salvar al mundo de catástrofes naturales.
"Casi todo el esfuerzo (en la lucha contra el cambio climático) estaba hasta ahora puesto en sectores como la industria, el transporte o la energía, cuando la alimentación, los suelos o la tierra tienen un papel clave", señaló la científica Marta Rivera, miembro del IPCC y participante en el informe.
Para el IPCC, además de reducir los gases de efecto invernadero, también hay que cambiar los hábitos de consumo.
El informe señala el beneficio para el medioambiente y la salud de las dietas menos ricas en carne.
De acuerdo con el informe, la ganadería emite un tercio de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y ocupa dos tercios del suelo agrícola.
El IPCC alega que no se puede aconsejar lo mismo a países con obesidad que a otros con hambrunas, o en naciones con dieta mediterránea frente a otras más carnívoras, aunque ayer la ONG Greenpeace sí fue clara al desplegar una pancarta en Ginebra con el lema "Less Meat, Less Heat" ("menos carne, menos calor").
Comer mejor se complementa con despilfarrar menos alimentos, dado que según revela el informe se pierde o desperdicia entre un 25 y un 30 % de la producción mundial, y ésta es responsable de un 10 % de las emisiones globales.
Este despilfarro se debe tanto a problemas de planificación en el cultivo, cosecha y distribución, algo habitual en países en desarrollo por inadecuadas infraestructuras, pero también en la mala organización en el extremo del consumidor de países ricos.
Ejemplos de esto son "etiquetados demasiado confusos, en los que al leer 'consumir preferentemente antes de' la gente tira el alimento, o raciones demasiado grandes en restaurantes”.
El informe propone, por otro lado, retomar prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas de las poblaciones indígenas tradicionales, ya que según el documento "su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización".
La conclusión principal es que "nuestro uso de las tierras [...] no es sostenible y contribuye al cambio climático", indicó la copresidenta del IPCC, Valérie Masson-Delmotte.
"Tenemos que pensar de manera mucho más exhaustiva cómo utilizaremos cada hectárea. Las tierras tienen que permitir cultivar nuestra comida, proporcionar biodiversidad y agua dulce, dar trabajo a miles de millones de personas y capturar miles de millones de toneladas de carbono", indicó Piers Forster, profesor sobre el cambio climático de la universidad de Leeds (Reino Unido).
El IPCC elaboró distintas hipótesis para lograr el objetivo de limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C o a menos de 2°C respecto a la época preindustrial.
Estas hipótesis incluyen el cambio del uso de las tierras, la reforestación y las bionenergías, entre otras medidas.
El informe, segundo de los tres encargados al IPCC tras la firma del Acuerdo de París de 2016 para ayudar a cumplir la meta de mantener el calentamiento global por debajo de dos grados, influirá en las negociaciones de las cumbres climáticas de Nueva York (septiembre) y Santiago de Chile (diciembre).