PARIS, Francia – El presidente Donald Trump llegará esta semana a Bruselas con una propuesta que los aliados de Estados Unidos “no podrán rechazar”.
La histórica réplica de Don Corleone en El Padrino ilustra con exactitud la doctrina de “protección a cambio de dinero” que Trump desea imponer a sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) durante la cumbre de Bruselas.
Es un comportamiento claramente mafioso. Para comprender a Trump hay que comenzar por descubrir el desagradable olor de la realidad: el ocupante de la Casa Blanca piensa, concibe la política y se comporta como un mafioso. A ningún otro dirigente de primer nivel mundial se le ocurriría amenazar a su vecino con construir un muro fronterizo y pretender que —encima— pague el costo de ese desatino.
También aspira a aplicarle ese modelo a Corea del Norte. El problema que hizo capotar las últimas negociaciones con el régimen de Kim Jong-Un es que el jefe de la diplomacia estadounidense, Mike Pompeo —otro político que se conduce como un hampón—, los presionó diciendo que no habrá levantamiento de sanciones hasta que el gobierno de Pyongyang no realice “una desnuclearización completa” sobre “toda la gama de armas”.
Las demandas “unilaterales y ávidas” formulas por Pompeo “reflejan una actitud de gángster”, precisó un portavoz de la cancillería norcoreana, citado por la agencia de prensa oficial KCNA.
En los últimos 18 meses, los europeos –así como Australia y Canadá– aprendieron a conocer y a padecer a Trump. Por eso temen que, desde el comienzo del encuentro, se instale un pesado clima de hostilidad sobre la mesa de negociaciones y que Trump lance una descarga de acusaciones, recriminaciones, desafíos y amenazas. Ese es su método para llegar a un “deal”, concepto fundador del pensamiento y del léxico de Trump. Solo que “deal” —como todo el mundo sabe, pero el diccionario de Oxford lo precisa— significa “acuerdo entre dos o más partes en mutuo beneficio”.
No hay “acuerdo” ni “mutuo beneficio” cuando media una amenaza o presión que subordina la libertad de albedrío de uno de los interlocutores.
Donald Trump, reconocen sus confidentes, no acuerda el menor valor a la historia común de Estados Unidos con sus aliados, sellada más de una vez —como un pacto de sangre— en el campo de batalla. Por eso no demuestra la menor indulgencia en sus relaciones con los aliados.
En ese contexto, Europa se prepara para un rudo enfrentamiento.
En sus contactos de las últimas semanas con los principales líderes de la Unión Europea (UE), el presidente del Consejo Europeo,
Donald Tusk, les sugirió que deben prepararse para los "peores escenarios posibles". Incluso, los principales dirigentes de la UE aprovecharon la reciente cumbre de Bruselas para discutir cómo evitar que se repita el bochorno de la reunión del G7 en Canadá, en la que Trump llegó tarde, se fue antes del final y se negó a firmar la declaración conjunta con los otros líderes.
A juicio de Tusk, “lo peor” significa que Trump puede repetir o incluso concretar las intimidaciones que destiló en los últimos días.
"Voy a decirle a la OTAN que deben comenzar a pagar sus cuentas", anunció la semana pasada en un acto electoral en Montana. "Nos matan en el comercio. Nos matan en otras cosas… Y además de eso, nos matan con la OTAN", añadió tras definir a los europeos como “peores que China” y calificar al líder ruso Vladimir Putin de “bueno”.
El primer gesto de intimidación de Trump, tácito o explícito, consistirá en amenazar con reducir la participación norteamericana en la defensa de Europa si los aliados no aumentan su contribución a la OTAN y retirar los 35.000 efectivos y el material militar estacionado en Alemania desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos días, el presidente anticipó esa estrategia a sus principales asesores.
Si Trump concreta sus amenazas, introduciría una modificación radical de la doctrina global de Estados Unidos: retirar el paraguas militar y nuclear que protege a Europa desde 1945 significaría el mayor cambio estratégico y el más peligroso de la historia moderna porque abre —a término— las puertas de una tercera guerra mundial.