Detrás de los escaparates iluminados con luces de neones color escarlata, cientos de prostitutas ejercen la profesión más antigua del mundo junto a los famosos canales de Ámsterdam y se resisten a que cambie.
Desde que la primera alcaldesa de la ciudad prometiera acabar con el desorden y la inseguridad en el célebre Barrio Rojo, la actividad no cesa en las pequeñas calles apreciadas por los clientes regulares y por millones de turistas del mundo entero.
Buscan cerrar el famoso Barrio Rojo de Ámsterdam por acoso a prostitutas
Para mejorar las condiciones de las trabajadoras del sexo, la edil contempla desplazar los escaparates y burdeles a otro barrio, lejos del centro histórico. Para disgusto de muchas prostitutas.
"Nuestro estudio hecho entre 170 trabajadoras del sexo (que ejercen) detrás de los escaparates mostró claramente que el 93% de ellas no quiere alejarse del Barrio Rojo", declara con firmeza Felicia Anna, presidenta del sindicato Red Light United.
Situado en pleno centro, cerca de una iglesia y a dos pasos de la estación central, el distrito De Wallen es una de las mayores atracciones turísticas de Ámsterdam, ciudad de 850 mil habitantes que acogió el año pasado a 18 millones de visitantes.
El Barrio Rojo en cambio está lejos de ser una postal: la zona, presa del aumento de la criminalidad local y de turistas en busca de fiesta, era llamada por la policía el "kilómetro cuadrado de miseria".
La alcaldesa ecologista Femke Halsema presentó cuatro propuesta para "frenar la criminalidad y la trata de seres humanos" y "hacer la vida más agradable para los habitantes del barrio".
HOTEL DE PROSTITUCIÓN
Halsema propone cerrar las cortinas de las vitrinas para que las trabajadoras del sexo y sus lugares de trabajo ya no sean visibles desde la calle.
También se estudia desplazar los burdeles hacia otros barrios de Ámsterdam o cerrar el conjunto de los escaparates y abrir un nuevo barrio rojo en otra parte, lejos del centro turístico de la capital.
En el otro extremo, como cuarta propuesta, la alcaldesa sugiere aumentar el número actual de 330 vitrinas en el Barrio Rojo, con el fin de limitar la prostitución ilegal. En este caso, podría incluso crearse un "hotel de prostitución".
"Sólo esta última opción nos favorece", estima Felicia Anna, joven rumana. Afirma que ella y sus compañeras no necesitan más protección del ayuntamiento.
"Decir que somos víctimas y vulnerables al tráfico [de seres humanos] no nos ayuda. Nos estigmatiza", denuncia.
ANIMALES DE CIRCO
Los habitantes del Barrio Rojo relatan que muy a menudo se producen altercados con turistas, normalmente grupos de jóvenes de fiesta, que deambulan por el barrio para ver los famosos escaparates.
"Las mujeres son tratadas como animales de circo", comenta un vecino, y añade que muchos residentes están a favor de que cierren los escaparates o sean trasladados.
Los profesionales del sector admiten que hay problemas pero estiman que un cierre o un traslado de estas vitrinas no es una solución.
Vecinos, propietarios de burdeles y prostitutas se reunieron recientemente con concejales, entre ellos la alcaldesa, para discutir sus propuestas. El consejo municipal se reunirá en septiembre antes de tomar una decisión.