PARÍS. La catedral de Notre Dame de París -considerada como el corazón de la historia de Francia- fue devorada por un incendio voraz que provocó el derrumbe de la aguja que coronaba su torre principal, destruyó una gran parte de su techo y provocó daños inconmensurables en el patrimonio histórico y religioso que se atesoraba en ese edificio de casi nueve siglos de antigüedad.
La situación por la noche era dramática. Cuatro horas después de iniciado el siniestro, los bomberos no estaban seguros de poder impedir que el fuego se propagara al resto de la catedral. Incluso, los especialistas temían el desplome de las dos torres, la nave central y “una destrucción total del edificio”. Pero, a medianoche, el presidente Emmanuel Macron anunció que “se pudo evitar lo peor”.
El fuego estalló a las 18:50 horas de París en ese imponente edificio de 127 metros de largo por 48 de ancho que, gracias a los 14 millones de turistas que recibía cada año, era el monumento más importante del país y el más visitado de Europa.
La tragedia tuvo un impacto tan devastador en el país que el presidente Macron anuló el discurso que debía pronunciar anoche para anunciar una serie de medidas relacionadas con la crisis de los chalecos amarillos y de inmediato realizó dos visitas a la catedral para comprobar la magnitud de los daños. “Notre Dame es nuestra historia”, declaró primero en un tuit. En su segunda visita se comprometió a “reconstruir la catedral todos juntos”.
El incendio comenzó en un sector del edificio donde se realizaban trabajos de restauración. Las llamas se extendieron rápidamente hacia la estructura de madera que sostenía el tejado. En su mayoría, se trataba de troncos originales del siglo XIII que habían sobrevivido indemnes a 850 años de convulsiones históricas.
El fuego provocó una densa columna de humo visible desde casi toda la ciudad y que atrajo a miles de parisinos y turistas que se agolparon en los puentes.
Los bomberos tropezaron con la dificultad de contar con escaleras mecánicas de 30 metros para intervenir en estructuras que tienen un centenar de metros de alto. El secretario de Estado del Interior, Laurent Nunez, explicó que no se pudo largar agua desde helicópteros por tratarse de una zona urbana, lo que pondría en peligro a los bomberos y a una parte de la población en los edificios cercanos.
El momento más sobrecogedor se produjo a las 20:05 horas, cuando se desplomó la aguja de 96 metros de alto de la catedral, obra del arquitecto Eugène Viollet- Le-Duc construida en el siglo XIX. Los franceses tuvieron la impresión de asistir al derrumbe del mayor símbolo de su historia, emblemático de la unidad nacional.
A pesar de las vicisitudes históricas que ocurrieron en torno de ese monumento -declarado patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO-, Notre Dame jamás había sufrido un incendio.
La policía creó un perímetro de seguridad para mantener alejados a los turistas y curiosos. Aunque deben esperar hasta la remoción completa de los escombros, los bomberos creen que no hubo muertos, pues a la hora en que estalló el incendio habían terminado las visitas y también se habían retirado los obreros que trabajaban en la restauración. Tampoco se conocen las causas del drama. Las autoridades no descartan -sin embargo- la hipótesis de un atentado o un gesto criminal. Pero la investigación preliminar abierta por la Fiscalía de París está caratulada “destrucción involuntaria por incendio”.
“Estoy llorando por Notre-Dame. No me importa el aire irrespirable. Soy parisina de nacimiento y en este preciso momento me duele el alma”, dijo Valérie, al resumir el sentir de todo un país.