CIUDAD DEL VATICANO. Al parecer, para ser aceptado por el papa Francisco como embajador ante la Santa Sede es mejor no ser homosexual, no tener muchos divorcios en su currículum y no formar parte de logias masónicas. De otra manera, el pontífice argentino no concede el “placet” al diplomático del país solicitante. El último caso, según trascendió en fuentes periodísticas, concierne al embajador designado por el gobierno del Líbano, Johnny Ibrahim.
Efectivamente, la cuestión de los requisitos necesarios para obtener el beneplácito salió nuevamente a relucir en estos días en ocasión de la visita a Roma del primer ministro libanés Saad Hariri, a quien el Papa habría comunicado el rechazo a la designación de Ibrahim como embajador ante el Estado apostólico porque pertenecía a la masonería. Oficialmente el Vaticano no ha dicho ni una palabra sobre el tema. Es primera vez en muchas décadas que la Santa Sede se niega a conceder el “placet” a un embajador propuesto por uno de los países con los que mantiene relaciones diplomáticas por ser masón.
Francisco habría recordado al primer ministro Hariri, según escribió el diario romano “Il Messaggero”, que la pertenencia a la masonería “es inconciliable con la fe cristiana”.
El cotidiano libanés “L’Orient Le Jour” dijo que Ibrahim, que actualmente es cónsul del Líbano en Los Ángeles, Estados Unidos, no negó haber estado vinculado con una logia masónica francesa, pero aseguró que “ya no formo parte de ella”.
Se sabe que el Papa es hostil a la masonería y que ha utilizado palabras muy duras contra esa organización. En 1983, con Juan Pablo II, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un documento de condena contra las asociaciones masónicas.