CIUDAD EL VATICANO. El vigesimosexto viaje internacional, el décimo a Latinoamérica, que el papa Francisco inicia hoy se registra en un momento de creciente tensión en la región por el reciente fenómeno de las caravanas de migrantes que escapan de la violencia y la pobreza y tratan de ingresar a Estados Unidos, enfrentándose a la resistencia del gobierno de Donald Trump. A esto hay que incluir la convulsionada situación que se vive en Nicaragua, incluyendo fuertes fricciones entre el ejecutivo de Daniel Ortega y la Iglesia católica.
Bergoglio deja en casa por unos días las polémicas que de alguna forma lo involucran en los escándalos de abusos sexuales cometidos por miembros del clero, para introducirse en el difícil contexto político y social centroamericano, al cual se agrega la grave crisis venezolana.
Lo que el pontífice pueda decir en Panamá sobre Venezuela y Nicaragua suscita expectación, sobre todo después de que veinte expresidentes latinoamericanos, entre ellos los mexicanos Vicente Fox y Felipe Calderón, criticaran en una carta su mensaje navideño por ser "débil" respecto a la situación en estos dos países. Los firmantes afirmaron que no se puede equiparar, en un eventual diálogo, a dictadores (aludiendo a Nicolas Maduro y a Daniel Ortega) con las víctimas de la represión.
La situación es delicada porque en el Vaticano se teme que un encuentro religioso como la Jornada Mundial de la Juventud asuma una dimensión política.
Francisco visitará el Centro de cumplimiento de menores, donde celebrará la llamada “liturgia penitencial”. Será la primera vez que esta liturgia se lleva a cabo en una cárcel. También visitará la Casa del Buen Samaritano, donde se da atención a jóvenes enfermos de Sida.
Bergoglio también se reunirá con los obispos de los siete países centroamericanos (Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice).