PARÍS, Francia. Con su decisión de retirar los dos mil militares que mantenía Estados Unidos en Siria, el presidente norteamericano Donald Trump abrió una peligrosa caja de Pandora en Oriente Medio porque deja en total libertad de acción a Rusia, Irán y Turquía, pone en peligro a los kurdos, crea una seria amenaza para Israel y provoca una situación de extrema tensión en la región.
Israel y la mayoría de las cancillerías europeas acogieron con estupor la medida anunciada por Trump argumentando que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) había sido derrotado. La guerra contra el EI era, a su juicio, la “única razón de la permanencia” de esos efectivos en el país.
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Su decisión representa una doble contradicción. En su momento, Trump había criticado la decisión de Barack Obama de retirarse de Irak, pero una vez que llegó a la Casa Blanca cambió de posición y se comprometió a no irse de Siria mientras Irán permaneciera en ese país.
Tampoco es exacto que el EI está derrotado, afirman los especialistas. Bajo formas diversas, el grupo yihadista aún conserva posiciones de importancia en Siria y, desde hace algunos meses, ha comenzado a implantarse clandestinamente en las regiones de Irak con mayoría sunita, como Mosul, Tikrit y Kirkuk.
CONSECUENCIAS
Las consecuencias políticas y estratégicas de esa incoherencia son aun mucho más graves. El repliegue de esas fuerzas, anticipado a sus aliados apenas pocas horas antes de revelarlo públicamente por Twitter, crea en primer lugar una amenaza inminente para las fuerzas kurdas del norte de Siria que fueron los verdaderos artífices de la victoria contra el EI. Trump le hace un regalo navideño al presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que esperaba el momento de extender su guerra al este del río Éufrates contra el movimiento turco-kurdo PKK. El lunes último afirmó que contaba con el acuerdo de la Casa Blanca para iniciar esa ofensiva.
Esa situación coloca a los kurdos sirios ante la opción de enfrentar una ofensiva turca o rendirse a las exigencias de Damasco y renunciar a su auto-proclamada autonomía para colocarse bajo la protección militar y política del gobierno de Bashar al Assad.
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En los últimos días, el secretario de Defensa, Jim Mattis, y varios altos funcionarios de Seguridad intentaron disuadir al presidente de sus intenciones explicando que el repliegue norteamericano de Siria dejará las manos libres a Rusia e Irán para extender su influencia en ese país.
El abandono de Oriente Medio a Moscú y Teherán había comenzado, en realidad, con la inercia de Obama en 2015 frente al espectacular regreso de Rusia al escenario geopolítico regional.
IRÁN, BENEFICIADO
La decisión de Trump contradice también su propia estrategia ofensiva contra Irán, pues abandona un terreno en el cual los Guardianes de la Revolución están sólidamente implantados. Las milicias iraníes poseen bases militares y durante la guerra organizaron un sistema de estrecha coordinación con sus aliados-vasallos del movimiento Hezbolá. Esas milicias chiítas libanesas -que controlan una parte del sur del país y construyeron túneles en la frontera con Israel- se han convertido en una verdadera amenaza para los israelíes.
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Sin criticar a su amigo y aliado incondicional Trump, el primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó que su país “sabrá defenderse”. La oposición israelí aseguró que la medida presentaba dos graves consecuencias: “abría la vía al enraizamiento de Irán” en Siria y “reducía el poder de negociación de Israel frente a Rusia”.
Si bien EU conserva una importante presencia militar en Irak, el retiro de Siria envía un mensaje inquietante al mundo porque preanuncia un abandono de los intereses estratégicos de EU en Oriente Medio y una aceleración de la política aislacionista adoptada por Trump.