Los Campos Elíseos se convirtieron ayer en un infierno de fuego, humo, vehículos incendiados, barricadas y gases lacrimógenos durante una batalla campal de 12 horas entre fuerzas del orden y grupos violentos de ultra derecha que se infiltraron en una manifestación de 8.000 “chalecos amarillos” que protestaban contra la política económica del presidente francés Emmanuel Macron.
La avenida, ubicada en el corazón de París, vivió escenas de auténtica guerrilla urbana que mantuvieron a la capital en estado de máxima tensión.
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El gobierno imputó la responsabilidad de los incidentes a “sediciosos de ultra derecha” que respondieron a un llamamiento lanzado por Marine Le Pen, líder del partido de extrema derecha Unificación Nacional (ex Frente Nacional). Esas acusaciones fueron desmentidas por la dirigente.
Las autoridades habían prohibido la concentración en los alrededores del Palacio del Elíseo (sede de la presidencia) y, en su lugar, propusieron que la concentración se realice en los Campos de Marte, al pie de la Torre Eiffel. Pero, desde las primeras horas de la mañana, grupos de manifestantes comenzaron a reunirse en las inmediaciones de los Campos Elíseos.
Los grupos extremadamente violentos desbordaron a los militantes que insistían en proclamarse "apolíticos” y “populares”. Luego de intentar ocupar la Plaza de la Concordia, se desplazaron en la dirección opuesta hacia el Arco de Triunfo. En numerosos puntos de la avenida elevaron barricadas, les prendieron fuego y se enfrentaron con las fuerzas del orden. En varias ocasiones, los más exaltados intentaron dirigirse hacia la sede de la presidencia al grito de “¡Al Elíseo..!” y “Macron dimisión”. Pero fueron contenidos por la policía, que utilizó tanquetas antidisturbios con cañones de agua y uso masivo de gases lacrimógenos.
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“No vinimos para combatir contra la policía, sino para que Macron nos escuche, que abra sus oídos y escuche al pueblo”, comentó Mathilde Challiand, ante una barrera policial de protección erigida cerca del Elíseo. La joven de 27 años, que había viajado 13 horas en autobús desde Draguignan, en el sur del país, reiteró que su movimiento “no quiere ser recuperado por los políticos ni por los sindicatos”.
Los disturbios, que se prolongaron hasta casi la medianoche, dejaron un policía herido grave, una veintena de contusos y 42 detenidos. Al hacer el balance de la jornada, el ministro del Interior, Christophe Castaner, elogió la “moderación” demostrada por las fuerzas del orden en la represión de los disturbios.
Como contrapartida simbólica, ni una sola persona circuló durante la jornada por los Campos de Marte, el sitio designado por las autoridades para la concentración.
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Numerosos manifestantes que habían viajado especialmente desde el interior, se dispersaron en pequeños grupos por la capital para hacer oír su protesta pacíficamente.
Mientras París parecía arder, en el resto del país 106.000 “chalecos amarillos” continuaron con su movimiento de protesta limitándose a interrumpir la circulación en 1.619 puntos estratégicos de la red vial y accesos a peajes de autopistas. Su mayor preocupación consistía en seguir la evolución de los acontecimientos que se desarrollaban en París a través de los teléfonos celulares y la radio. La semana pasada las protestas habían reunido 244.000 manifestantes, según las autoridades.
Las principales protestas de ayer se realizaron en Lille, Quimper, Angers, Burdeos, Limoges, Rochefort y Lyon.
Si bien el movimiento fracasó en su intento de manifestar en París y parece perder intensidad en el interior, numerosos militantes reiteraron su decisión de “continuar la lucha hasta el fin”.
El próximo paso será decidido en función del discurso de Macron del próximo martes, en el cual —según sus colaboradores— expondrá una serie de “importantes medidas para apaciguar las tensiones”.