Hasta el miércoles último, la ambiciosa Grace Mugabe aspiraba a dejar de ser la First Lady de Zimbabue para convertirse en la sucesora de su marido en las elecciones previstas para 2018. El veterano dictador Robert Mugabe, de 93 años, que controla el poder desde 1980, había dado su acuerdo sin imaginar los enormes riesgos que entrañaba esa transición.
El golpe militar del miércoles pasado le hizo comprender la dimensión de su error.
Conocida por los sobrenombres poco elogiosos de Disgrace, Gigi, The First Shopper (primera compradora), o Gucci Grace (por su tendencia a vestirse con modelos de la firma italiana), esa mujer de aspecto felino, de 52 años, era hasta ahora quien ejercía desde las sombras el poder y vivía rodeada de lujo en ese país africano considerado como uno de los más pobres del mundo. Su guardarropas, como el que poseía la ex First Lady de Filipinas, Imelda Marcos, encierra centenares de pares de zapatos, miles de vestidos y joyas extravagantes.
Una periodista que intentó hacer el inventario de su vestuario, a partir de las fotos de los modelos utilizados en sus apariciones públicas, fue encarcelada y expulsada del país.
El detonante que precipitó el pronunciamiento fue la confesión formulada ante miles de militantes durante un acto en un gran estadio de Harare, la capital: “Le dije a Mugabe que debía permitirme ocupar su lugar”.
En ese momento prácticamente había logrado eliminar a su rival
Emmerson Mnangagwa (a) El cocodrilo, considerado como el sucesor natural de Mugabe. A comienzos de octubre consiguió hacerlo destituir de la vicepresidencia y de su cargo como ministro de Justicia. El 6 de noviembre lo hizo acusar de complot. En los círculos cercanos al poder en Harare se afirma que incluso intentó asesinarlo con un helado envenenado.
Mnangagwa era un hombre respetado en los círculos de poder por su pasado anticolonialista forjado en el exilio y la prisión. La “trepadora” Grace, en cambio, carecía de pasado revolucionario, no tenía legitimidad política -solo era jefa del ala femenina del partido ZANU-PF- y tampoco poseía la menor formación política o académica. Su único título es un diploma en literatura inglesa, grotescamente falsificado.
Su ascenso fulgurante comenzó cuando se incorporó como dactilógrafa a la presidencia y rápidamente se convirtió en amante de Mugabe. Tras la muerte de la primera esposa del presidente, se casó con él en 1996 en una fastuosa ceremonia católica definida como “la boda del siglo” a la que asistieron 40 mil invitados. Para concretar ese enlace, el presidente tuvo que alejar del país al primer marido de Grace, Stanley Goreraza, que fue enviado como consejero a la embajada en Pekín.
Ahora, aunque pueda escapar con vida y salir del país, parece evidente que su buena estrella dejó de brillar.