Para los yemeníes es habitual mascar hojas de qat, pero durante el Ramadán emplean esta planta estimulante para mantenerse despiertos por las noches, cuando pueden romper el ayuno, para concentrarse en los rezos tradicionales de este mes sagrado y abstraerse de la dura realidad que vive su país.
"Cuando mastico qat, siento el deseo de rezar y de leer el Corán. Me permite hacerlo durante muchas horas", dice a Efe Tawfiq al Saafani, calígrafo de 42 años y ávido usuario de la droga por antonomasia del Yemen, que tiene efectos similares a la cocaína o a la metanfetamina.
Lejos de sentir pudor al reconocer que masca esta hoja, justifica que el qat le ayuda a potenciar sus niveles de concentración para realizar los ritos durante siete o nueve horas sin interrupciones: "Te permite seguir adelante y no aburrirte", confiesa.
El consumo de qat está tan presente en la sociedad yemení que muchos, como Al Saafani, tienen la sensación de ser menos productivos si se abstienen de mascar durante sus horas de trabajo, una sensación que en Ramadán puede acrecentarse por el ayuno diurno.
Según la Organización Mundial de la Salud, el 90 por ciento de los hombres yemeníes masca qat a diario, mientras que en las mujeres el porcentaje es inferior (73 por ciento) y entre los niños menores de 12 años no supera el 20.
UNA TRADICIÓN PROFUNDAMENTE ARRAIGADA
En Yemen, el consumo de qat no es sinónimo de drogarse, a pesar de que esta planta sea ilegal en la mayoría de países del mundo.
Según Mohamed al Zawm, un miembro la cámara alta del Parlamento yemení, "el consumo de qat todavía se considera el eje y la esencia de la vida social del Yemen".
"La gente no se reúne para celebrar ocasiones como matrimonios o funerales sin mascar", dice el parlamentario, reconociendo también su adicción: "Cuando no mastico, me siento perezoso".
Sin embargo, el consumo varía durante el Ramadán, puesto que solo se puede empezar a masticar a partir de la puesta de sol, cuando se rompe el ayuno, y hasta el alba, ya que en las horas diurnas los fieles deben abstenerse de ingerir alimentos y otras sustancias, incluido el tabaco.
Eso sí, al caer la noche el qat pasa por casi todas las mandíbulas del Yemen, puesto que permite mantenerse despierto durante largas horas para poder realizar todas las actividades prohibidas durante el día, rezar y posteriormente caer rendido en la cama al amanecer.
Hasta los años sesentas, masticar su hoja era un lujo asequible para los más ricos, pero desde entonces los funcionarios de alto rango y las personas más necesitadas comparten esta adicción, a la que tienen acceso por menos de un dólar estadounidense.
ESCAPAR DE LA REALIDAD
El qat es especialmente atractivo por sus efectos gratificantes, como la euforia, la mejora de la autoestima y de la confianza en uno mismo, que ayuda a los consumidores a deshacerse temporalmente de la depresión, escapar de la realidad y olvidar las duras circunstancias en las que vive el Yemen después de seis años de guerra.
Mascar no solo se limita a los hogares, pues los yemeníes consumen en las oficinas de trabajo, talleres, tiendas, aceras o mientras conducen un vehículo.
Para algunos, masticar es incluso más importante que alimentarse, como es el caso de Ahmed Omar, un comerciante de 21 años que asegura que esta droga es su "comida principal" y que, si no la consume no puede trabajar ni dormir, y tiene pesadillas por las noches.
"Puedo vivir sin pan, pero no sin qat", asegura al tiempo que se fuma un cigarrillo tras salir del mercado en el que ha comprado su dosis diaria. "El qat para mí es como el combustible para un coche. No puedo arrancar sin él".
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