WASHINGTON. Un misterioso “síndrome de La Habana” que supuestamente provoca serias jaquecas, náuseas y posible daño cerebral a diplomáticos estadounidenses tiene convencidos a muchos funcionarios de que están bajo un sostenido “ataque” con armas electrónicas.
A inicio de semana, la vicepresidenta Kamala Harris retrasó por algunas horas un viaje a Vietnam luego de que la embajada en Hanoi reportara un posible caso de “incidentes acústicos” en el lugar, generando preocupación de que fuera blanco de un “ataque”.
Finalmente Harris fue a Hanoi y el Departamento de Estado señaló que está investigando un caso de “incidente anómalo de salud” o AHI, por las siglas en inglés.
Se trata del más reciente de docenas de estos casos reportados por diplomáticos estadounidenses y funcionarios de inteligencia desde 2016, primero en Cuba, luego en China, Alemania, Australia, Taiwán y Washington.
El gobierno de Cuba investigó el asunto y ha rechazado en reiteradas ocasiones como mera desinformación las versiones de Washington, que nunca presentó pruebas de los presuntos “ataques”.
En julio, la revista The New Yorker reportó que se constataron docenas de casos entre funcionarios norteamericanos en Viena desde inicios de 2021.
Entre preocupaciones de que un rival poderoso, como Rusia, esté detrás de esos “ataques”, el Departamento de Estado advirtió a sus miles de diplomáticos de la “amenaza”, al tiempo que adelanta chequeos médicos en aquellos que parten en misión de forma de medir mejor cualquier efecto de eventos futuros similares.
El número exacto de incidentes de este tipo entre funcionarios estadounidenses se mantiene en reserva.
Luego del incidente de Hanoi, el exagente de la CIA Marc Polymeropoulos, víctima de este “síndrome” en Moscú en 2017, aseguró que el número de ataques parece estar creciendo.
El “síndrome” fue registrado en funcionarios estadounidenses. Sin embargo, en 2017, diplomáticos canadienses y sus familias en La Habana reportaron varios casos, luego de conocerse los primeros entre diplomáticos de Estados Unidos.
En algunos casos, los afectados reportaron sonidos que les provocaron náuseas.
En otros, sangrado nasal, dolores de cabeza y otros síntomas. Las causas de los incidentes se desconocen y algunas teorías señalan que fueron causados por un arma que utiliza microondas o ultrasonido.
Pero por varios años, altos funcionarios desecharon las quejas, por considerar que se trataba de personas bajo estrés.