Mientras el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, intensifica su campaña y acude a misa en busca del voto religioso, el apoyo de los cristianos blancos empieza a decaer en favor de su rival demócrata.
Trump sigue siendo el candidato preferido de los cristianos blancos para las elecciones del 3 de noviembre, pero el apoyo entre los votantes de las tres tradiciones principales: católicos blancos, protestantes blancos que no son evangélicos e incluso protestantes evangélicos blancos, ha disminuido desde agosto, de acuerdo con un estudio del prestigiado Pew Research Center.
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A 15 días de los comicios, estos se han visto sacudidos por eventos telúricos, desde una pandemia de coronavirus devaastadora hasta el positivo del presidente al Covid-19. Y esto le ha pasado factura al candidato republicano.
El demócrata ahora encabeza la contienda presidencial entre los protestantes negros, los católicos hispanos, los judíos y los no afiliados a ninguna religión, de acuerdo con una encuesta realizada entre el 30 de septiembre al 5 de octubre, cuando el presidente, Donald Trump pasó cuatro días en el hospital.
Entre los votantes católicos blancos, Trump aventaja a Biden por 8 puntos: 52% dice que votaría por Trump, mientras que 44% apoya a Biden. En agosto, Trump estaba 19 puntos por delante de Biden (59% a 40%).
En tanto, el apoyo de los protestantes blancos que no se consideran "cristianos renacidos" -un grupo generalmente ultraconservador- cayó en las últimas semanas: 53% dice que votaría por Trump. En agosto tenía al 59%.
Por su parte, Biden incrementó su apoyo a 90% entre los protestantes negros, a 70% entre los judíos y a 67% de los católicos hispanos. Entre las personas sin afiliación religiosa, Biden es el preferido por 83% de los ateos y agnósticos.
Así que ahora, con un rosario enroscado en la muñeca, Biden acude a la iglesia todos los domingos y destaca en mítines su fe católica para intentar persuadir este grupo -la mayoría apoyó a Donald Trump en 2016- en su camino a la Casa Blanca.
De ganar las elecciones, se convertiría en el segundo presidente católico de Estados Unidos, después de John F. Kennedy.