/ domingo 9 de agosto de 2020

Juan Carlos, de icono de la democracia española al rey incómodo

Envuelto en una serie de acusaciones por corrupción, hoy ha ensuciado el muy débil prestigio de la Corona

MADRID. Emblema de la democracia española, con gran popularidad durante décadas por su papel en la transición posfranquista, el rey emérito Juan Carlos ha visto empañada su buena imagen por los escándalos de corrupción que le han empujado a irse de España para salvar a la monarquía.

Seis años después de abdicar, el rey emérito Juan Carlos I se encuentra en una situación muy complicada, investigado por la justicia de Suiza y España por presunta corrupción y con un clamor creciente pidiendo que salga de la Zarzuela para salvar a la monarquía, que encarn su hijo Felipe VI.

Los españoles han conocido en los últimos meses detalles sobre la gestión opaca de dinero entregado por Arabia Saudita al antiguo jefe de Estado, en particular 100 millones de dólares que habría recibido secretamente en una cuenta en Suiza en 2008 y supuestas estructuras en paraísos fiscales para evadir impuestos.

Sus problemas no son nuevos. Empezaron con la investigación por corrupción contra su yerno Iñaki Urdangarin y su hija menor la infanta Cristina, que fue imputada el 7 de enero de 2014 por fraude fiscal y blanqueo en el caso contra su esposo.

La noticia le llegaba en su peor momento. Aún convaleciente de su novena operación en cuatro años, la víspera había dado al país una imagen muy alejada de lo abitual: un rey físicamente debilitado y balbuciente en la lectura de un corto discurso con motivo de un acto militar.

El monarca aparecía aún más cansado que aquel 18 de abril de 2012, cuando había dejado estupefacto al país al pronunciar ante las cámaras de televisión una disculpa histórica: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”.

Unos días antes había estallado la polémica por una cacería de elefantes en Botsuana, de donde tuvo que ser repatriado con una fractura de cadera, cuando estaba acompañado por su entonces amante, la alemana Corinna Larsen a la que el rey emérito le habría transferido 65 millones de euros como regalo, según revelaciones de la prensa.

EL DECLIVE DE SU IMAGEN

La naturalidad del jefe de Estado, muy aficionado al deporte y discreto en su vida privada, la valió a lo largo de los años el respeto dentro y fuera de su país.

El prestigio internacional del que gozó, no resistió los embates de la crisis económica que, a partir de 2008, frenó súbitamente la prosperidad del país y provocó la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones.

Los incesantes problemas de salud del monarca, iniciados con la extirpación de un tumor benigno en el pulmón en mayo de 2010, contribuyeron a eclipsar su imagen. Con su reputación dañada, Juan Carlos cedió la corona a su hijo Felipe VI en 2014 y en 2019, se retiró de la vida pública.



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MADRID. Emblema de la democracia española, con gran popularidad durante décadas por su papel en la transición posfranquista, el rey emérito Juan Carlos ha visto empañada su buena imagen por los escándalos de corrupción que le han empujado a irse de España para salvar a la monarquía.

Seis años después de abdicar, el rey emérito Juan Carlos I se encuentra en una situación muy complicada, investigado por la justicia de Suiza y España por presunta corrupción y con un clamor creciente pidiendo que salga de la Zarzuela para salvar a la monarquía, que encarn su hijo Felipe VI.

Los españoles han conocido en los últimos meses detalles sobre la gestión opaca de dinero entregado por Arabia Saudita al antiguo jefe de Estado, en particular 100 millones de dólares que habría recibido secretamente en una cuenta en Suiza en 2008 y supuestas estructuras en paraísos fiscales para evadir impuestos.

Sus problemas no son nuevos. Empezaron con la investigación por corrupción contra su yerno Iñaki Urdangarin y su hija menor la infanta Cristina, que fue imputada el 7 de enero de 2014 por fraude fiscal y blanqueo en el caso contra su esposo.

La noticia le llegaba en su peor momento. Aún convaleciente de su novena operación en cuatro años, la víspera había dado al país una imagen muy alejada de lo abitual: un rey físicamente debilitado y balbuciente en la lectura de un corto discurso con motivo de un acto militar.

El monarca aparecía aún más cansado que aquel 18 de abril de 2012, cuando había dejado estupefacto al país al pronunciar ante las cámaras de televisión una disculpa histórica: “Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”.

Unos días antes había estallado la polémica por una cacería de elefantes en Botsuana, de donde tuvo que ser repatriado con una fractura de cadera, cuando estaba acompañado por su entonces amante, la alemana Corinna Larsen a la que el rey emérito le habría transferido 65 millones de euros como regalo, según revelaciones de la prensa.

EL DECLIVE DE SU IMAGEN

La naturalidad del jefe de Estado, muy aficionado al deporte y discreto en su vida privada, la valió a lo largo de los años el respeto dentro y fuera de su país.

El prestigio internacional del que gozó, no resistió los embates de la crisis económica que, a partir de 2008, frenó súbitamente la prosperidad del país y provocó la desconfianza de los ciudadanos hacia las instituciones.

Los incesantes problemas de salud del monarca, iniciados con la extirpación de un tumor benigno en el pulmón en mayo de 2010, contribuyeron a eclipsar su imagen. Con su reputación dañada, Juan Carlos cedió la corona a su hijo Felipe VI en 2014 y en 2019, se retiró de la vida pública.



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