/ lunes 27 de marzo de 2023

La batalla de los satélites

El espacio se ha convertido en el epicentro de una competencia en la que miles de satélites están en el centro de una dinámica en la que Estados Unidos parece estar rebasado por China


Una nueva batalla de satélites se desarrolla en la estratosfera, 40 años después de que el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan (1981-1989) sorprendiera al mundo con su proyecto de Guerra de las Galaxias con el que buscaba llevar la competencia nuclear al espacio.

Lo anterior se dio porque en buena medida el país superaba por mucho la tecnología de la época, la declaración de Reagan del 23 de marzo de 1983 sobre la carrera espacial emprendida por Estados Unidos para superar a la Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría, tuvo pocas consecuencias.

Pero recientemente, el espacio se ha convertido en epicentro de una competencia diferente de aquella que imaginó Reagan. En lugar de misiles lanzados desde una órbita para atacar rivales, miles de satélites están ahora en el centro de una dinámica a veces tensa entre Estados Unidos, Rusia y China.

Y Estados Unidos parece no tener una clara ventaja: China, en particular, exhibe una capacidad para competir e incluso superar a su rival.

"Esperanza"

El nombre oficial del programa de Reagan era la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, en inglés).

Pero inmediatamente se le conoció como Guerra de las Galaxias (Star Wars), por la película de ciencia ficción en la que naves se enfrentan a una batalla en el espacio con armamento futurista.

Allí es donde Estados Unidos debía dominar, según Reagan. "He tomado una decisión que ofrece una nueva esperanza para nuestros hijos en el siglo 21", dijo, evocando el filme Star Wars: Una nueva esperanza de 1977.

La seguridad mundial ya no se basaría en el principio de que Estados Unidos ni los soviéticos podrían sobrevivir a un intercambio nuclear: la llamada doctrina de Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en inglés), señaló.

En cambio, Estados Unidos produciría armas espaciales para pulverizar de manera instantánea cualquier misil nuclear soviético lanzado contra su territorio.

A pesar de que se invirtieron miles de millones de dólares en la SDI para desarrollar armas láser espaciales o de haces de partículas, la idea no pudo llevarse a cabo, debido a la falta de una tecnología que lo permitiera.

Guerra de satélites

Una década después, la Guerra de las Galaxias desapareció para dar lugar a un programa más convencional de disuasión nuclear: defensa terrestre antimisiles.

Aún hoy, cuando Rusia amenaza a Ucrania con armas nucleares y China acelera la producción de misiles y ojivas atómicas, la doctrina MAD sigue siendo la principal razón por la cual no ha estallado una guerra nuclear.

Hoy los satélites en órbita son herramientas de guerra cruciales y, como columna vertebral electrónica de los conflictos terrestres, son también objetivos primordiales.

En 1983, los satélites eran grandes y muy caros: solo había unos 360 en órbita.

Actualmente, nos sobrevuelan 9 mil 312, según las oficinas de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior.

Alrededor de 2 mil 700 fueron puestos en órbita el año pasado, según Euroconsult.

Muchos son pequeños, baratos y sirven para comunicaciones civiles, investigación y negocios. Pero cientos, si no miles, tienen usos militares y de inteligencia.

Algunos se lanzan como redes de mini satélites para alertar sobre el lanzamiento de misiles balísticos.

Acosadores espaciales


Pero no solo sirven para misiones de vigilancia. Washington, Moscú y Pekín han desarrollado "acosadores espaciales": satélites que pueden interferir físicamente con otros.

Con brazos robóticos y garras, "pueden acechar al satélite opositor y desplazarlo, o doblar una antena" para inutilizarlo, señala Brian Chow, analista independiente de políticas espaciales.

Los expertos dicen que los satélites en desarrollo tendrán armas capaces de disparar contra rivales o hacerlos estallar con cargas explosivas.

Además, tanto China como Estados Unidos tienen programas ultrasecretos de pequeñas naves aeroespaciales, reutilizables, robóticas y aladas, que podrán ser equipadas para dañar a satélites rivales.

Mientras tanto, las superpotencias tienen la capacidad -que regularmente emplean- de interferir con las señales de satélite, algo que hacen tanto desde el suelo como desde el espacio.

Sin normas claras, nos enfrentamos a riesgos innecesarios en el espacio

Los tres países también han demostrado que pueden lanzar desde tierra misiles capaces de destruir satélites en órbita.

El Pentágono afirma que China dispone de estaciones láser terrestres que pueden interferir, sin inutilizar satélites. Es de suponer que Estados Unidos y Rusia tienen o están desarrollando capacidades similares.

El Tratado Nuclear del Espacio Exterior de 1967, firmado por la mayoría de países, prohibió poner armas nucleares en órbita.

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Pero hay pocas limitaciones a la competencia espacial. En abril, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, dijo que su país renunciará a probar el lanzamiento desde tierra de misiles terrestres antisatélite, con la esperanza de que Rusia y China hagan lo mismo, debido a la cantidad de residuos espaciales que esa práctica deja en la órbita alrededor de la Tierra.

"Sin normas claras, nos enfrentamos a riesgos innecesarios en el espacio", afirmó Harris.




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Disponible en: Acast, Spotify, Apple Podcasts, Google Podcasts, Deezer y Amazon Music


Una nueva batalla de satélites se desarrolla en la estratosfera, 40 años después de que el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan (1981-1989) sorprendiera al mundo con su proyecto de Guerra de las Galaxias con el que buscaba llevar la competencia nuclear al espacio.

Lo anterior se dio porque en buena medida el país superaba por mucho la tecnología de la época, la declaración de Reagan del 23 de marzo de 1983 sobre la carrera espacial emprendida por Estados Unidos para superar a la Unión Soviética, en el marco de la Guerra Fría, tuvo pocas consecuencias.

Pero recientemente, el espacio se ha convertido en epicentro de una competencia diferente de aquella que imaginó Reagan. En lugar de misiles lanzados desde una órbita para atacar rivales, miles de satélites están ahora en el centro de una dinámica a veces tensa entre Estados Unidos, Rusia y China.

Y Estados Unidos parece no tener una clara ventaja: China, en particular, exhibe una capacidad para competir e incluso superar a su rival.

"Esperanza"

El nombre oficial del programa de Reagan era la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, en inglés).

Pero inmediatamente se le conoció como Guerra de las Galaxias (Star Wars), por la película de ciencia ficción en la que naves se enfrentan a una batalla en el espacio con armamento futurista.

Allí es donde Estados Unidos debía dominar, según Reagan. "He tomado una decisión que ofrece una nueva esperanza para nuestros hijos en el siglo 21", dijo, evocando el filme Star Wars: Una nueva esperanza de 1977.

La seguridad mundial ya no se basaría en el principio de que Estados Unidos ni los soviéticos podrían sobrevivir a un intercambio nuclear: la llamada doctrina de Destrucción Mutua Asegurada (MAD, en inglés), señaló.

En cambio, Estados Unidos produciría armas espaciales para pulverizar de manera instantánea cualquier misil nuclear soviético lanzado contra su territorio.

A pesar de que se invirtieron miles de millones de dólares en la SDI para desarrollar armas láser espaciales o de haces de partículas, la idea no pudo llevarse a cabo, debido a la falta de una tecnología que lo permitiera.

Guerra de satélites

Una década después, la Guerra de las Galaxias desapareció para dar lugar a un programa más convencional de disuasión nuclear: defensa terrestre antimisiles.

Aún hoy, cuando Rusia amenaza a Ucrania con armas nucleares y China acelera la producción de misiles y ojivas atómicas, la doctrina MAD sigue siendo la principal razón por la cual no ha estallado una guerra nuclear.

Hoy los satélites en órbita son herramientas de guerra cruciales y, como columna vertebral electrónica de los conflictos terrestres, son también objetivos primordiales.

En 1983, los satélites eran grandes y muy caros: solo había unos 360 en órbita.

Actualmente, nos sobrevuelan 9 mil 312, según las oficinas de las Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior.

Alrededor de 2 mil 700 fueron puestos en órbita el año pasado, según Euroconsult.

Muchos son pequeños, baratos y sirven para comunicaciones civiles, investigación y negocios. Pero cientos, si no miles, tienen usos militares y de inteligencia.

Algunos se lanzan como redes de mini satélites para alertar sobre el lanzamiento de misiles balísticos.

Acosadores espaciales


Pero no solo sirven para misiones de vigilancia. Washington, Moscú y Pekín han desarrollado "acosadores espaciales": satélites que pueden interferir físicamente con otros.

Con brazos robóticos y garras, "pueden acechar al satélite opositor y desplazarlo, o doblar una antena" para inutilizarlo, señala Brian Chow, analista independiente de políticas espaciales.

Los expertos dicen que los satélites en desarrollo tendrán armas capaces de disparar contra rivales o hacerlos estallar con cargas explosivas.

Además, tanto China como Estados Unidos tienen programas ultrasecretos de pequeñas naves aeroespaciales, reutilizables, robóticas y aladas, que podrán ser equipadas para dañar a satélites rivales.

Mientras tanto, las superpotencias tienen la capacidad -que regularmente emplean- de interferir con las señales de satélite, algo que hacen tanto desde el suelo como desde el espacio.

Sin normas claras, nos enfrentamos a riesgos innecesarios en el espacio

Los tres países también han demostrado que pueden lanzar desde tierra misiles capaces de destruir satélites en órbita.

El Pentágono afirma que China dispone de estaciones láser terrestres que pueden interferir, sin inutilizar satélites. Es de suponer que Estados Unidos y Rusia tienen o están desarrollando capacidades similares.

El Tratado Nuclear del Espacio Exterior de 1967, firmado por la mayoría de países, prohibió poner armas nucleares en órbita.

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Pero hay pocas limitaciones a la competencia espacial. En abril, la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, dijo que su país renunciará a probar el lanzamiento desde tierra de misiles terrestres antisatélite, con la esperanza de que Rusia y China hagan lo mismo, debido a la cantidad de residuos espaciales que esa práctica deja en la órbita alrededor de la Tierra.

"Sin normas claras, nos enfrentamos a riesgos innecesarios en el espacio", afirmó Harris.




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