PARÍS, Francia. Las próximas horas son decisivas para definir la evolución de la crisis social que enfrenta Francia desde que comenzó la rebelión de los “chalecos amarillos”.
Para tratar de apaciguar las tensiones que se acumulan desde hace tres semanas -y que convirtieron al país en una caldera a punto de estallar-, el presidente Emmanuel Macron hablará esta noche al país por televisión a la hora de mayor audiencia (20 horas-13 horas tiempo de México).
Antes de pronunciar ese mensaje crucial de su mandato, Macron inició una rueda de consultas. Mientras recibía discretamente en los últimos días a los principales actores de la vida política francesa en el Palacio del Elíseo, su primer ministro, Edouard Philippe, se reunió con los líderes de las formaciones políticas representadas en el Parlamento. El sábado Macron dialogó con un grupo de alcaldes y hoy recibirá a los presidentes del Senado, de la Cámara de Diputados y del Consejo Económico Social, a los dirigentes de las principales organizaciones sindicales y de las centrales empresarias, así como a personalidadesde la vida nacional.
El discurso que pronunciará a las 20 horas será, tal vez, la última posibilidad de reanudar el diálogo con los franceses, que le reprochan haberse aislado en el poder como en una suerte de torre de marfil, insensible a los clamores del pueblo.
Para Macron se trata de una cuestión de supervivencia política, pues se encuentra en un abismo de impopularidad. El presidente, que llegó al poder en mayo de 2017 con 62% de los votos, ahora sólo cuenta con la confianza de 23% de los franceses, según un sondeo del instituto Ipsos.
A fin de contener la cólera popular que se expresó con violencia en las últimas manifestaciones, el presidente proyecta -al parecer- anunciar una serie de medidas concretas destinadas a mejorar parcialmente el poder adquisitivo mediante una reducción de los impuestos a los ingresos, la eliminación completa de los gravámenes municipales y un reajuste de las de jubilaciones para las categorías más postergadas.
El canciller Jean-Yves Le Drian le sugirió poner en marcha el proceso para negociar un nuevo contrato social orientado a reducir las desigualdades que se profundizaron en la sociedad francesa en los últimos años.
La crisis que atraviesa el país lo obligó brutalmente a bajar del Olimpo. “Llega un momento en que no se puede gobernar de espaldas al pueblo”, advirtió esta semana el líder centrista François Bayrou, que integra la mayoría parlamentaria.
Numerosos miembros de su propio partido, La República en Marcha (LREM), lo exhortaron a mostrarse más atento a las preocupaciones cotidianas de los franceses. “Hemos estado demasiado lejos, a veces hasta demasiado sordos”, reconoció Stanislas Guerini, delegado de LREM.
Los “chalecos amarillos” tienen la sensación de que es imposible dialogar con ese “lejano monarca” que tiene un problema de empatía y dificultades para escuchar a la gente simple. También es cierto lo contrario: los franceses no escuchan a Macron. Sus discursos sobre el porvenir de Francia y del mundo planean diez metros por encima de los oídos de sus conciudadanos, que no escuchan porque no es lo que quieren oír.
“Hoy, el presidente concentra en su persona, sin filtros, todas las frustraciones y los reclamos”, resume el politólogo Philippe Moreau-Chevrolet.
El gran interrogante es qué sucederá con su presidencia de aquí en adelante.