El pasado 30 de enero se cumplió un año de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitiera una alerta de emergencia de salud pública de importancia internacional debido al brote del virus Sars-CoV-2, mejor conocido como Covid-19. También es el primer aniversario de la mayor proliferación de noticias falsas que jamás se haya registrado en el mundo, y evidentemente va de la mano de la pandemia.
Si bien, el término “fake news” no es exclusivo de 2020, si fue el año de gloria para reproducir, principalmente en redes sociales, una serie de noticias que cuestionaban a la enfermedad, a los gobiernos y a las farmacéuticas de todo el planeta, y es así que, con el paso de los días, con una sociedad temerosa y con poca información sobre el virus, comenzaron a tejerse historias para llenar esos vacíos informativos y de esta manera se crearon muchas teorías conspirativas.
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La pandemia se convirtió en el detonante perfecto para la efervescencia de estas teorías que han ganado fuerza por ignorancia y por miedo y, sobre todo, cuando las autoridades sanitarias y los científicos no podían ofrecer respuestas y las pocas que daban, de un día para otro se contradecían o las desmentían, de esta manera la gente que confiaba en las voces que, en teoría, pondrían un orden al caos, perdía esa confianza y se arropaban por la verdad más cómoda, y esa “verdad” la ofrecían las teorías conspirativas.
VIRUS VS TRUMP
Así comenzaron a surgir una serie de temas que empezarían a expandirse como pólvora en las redes sociales y mucha gente que no podía acceder a una verdad confiable decidía hacer caso a lo que compartía un amigo, un familiar o conocido a través de Facebook o Twitter.
Por ejemplo, el origen del virus, fue de las primeras conspiraciones que tomaron fuerza. Sabemos que el primer caso fue reportado en un mercado de pescados y mariscos en Wuhan y que el paciente cero fue una persona que consumió una sopa de murciélago, pero rápido se empezó a correr el rumor de que en realidad se trató de la implementación de un arma biológica liberada en un mercado de comercio internacional que agilizaría su expansión por el mundo.
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Esa teoría ha sido desmentida por científicos y gobiernos, sin embargo, vemos hoy en día que los mismos expertos aún desconocen al 100 por ciento su origen, no en vano un equipo especial de la OMS se encuentra en la ciudad china de Wuhan para investigar el origen del virus, por ende no hay una postura oficial sobre el nacimiento del Covid, mientras tanto, se seguirá especulando y creando información falsa, que no cuenta con elementos veraces, para llenar ese vacío que la sociedad urge saber para confortar su seguridad.
Varios especialistas han coincidido en que la sociedad, al ver que pierde control sobre su vida, sobre sus conocimientos y que no encuentra respuestas a lo que teme, se refugia en estas historias que nos confortan y nos dan esa seguridad para desplazar el miedo.
Con la llegada de febrero, se cumple un año del primer caso de contagio en Estados Unidos, este caso daría un vuelco a la proliferación de noticias falsas, el común denominador sería el expresidente del país norteamericano Donald Trump. Cuando el virus se extendía en China, el gobierno estadounidense hablaba maravillas de la administración del presidente Chino Xi Jinping respecto al manejo de la pandemia, pero una vez que “EU fue contagiado” el discurso cambió totalmente y se transformó en una serie de acusaciones de que Pekín habría creado el virus para golpear la economía estadounidense y así ser desbancado por el gigante asiático.
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Trump es un líder entre la comunidad de ultraderecha, extremista y amantes de las “verdades alternativas”, con un perfil patriótico con el estandarte del American first, al ver vulnerada esa hegemonía se convirtieron en una fábrica de noticias falsas contra China para hacerlos responsables de la pandemia.
El señalar a un culpable ayuda a las personas a visualizar un plan detras de una historia y eso genera una sensación de tranquilidad en el momento en el que reina el caos. También existe gente que le gusta creer que es especial, que tiene un conocimiento superior al de la mayoría, por eso es por lo que se aferran a una idea, aunque no tengan información que la avale.
5G, CHIPS, FETOS…
Tan sólo en los primeros seis meses de la pandemia se detectaron 2 mil 311 informes de rumores, estigmas y teorías conspirativas en 25 idiomas de 87 países, una situación que alarmó a las autoridades sanitarias, ya que estas informaciones agravarían la pandemia, por lo que la Organización Mundial de la Salud decretó otro brote pero no de un virus precisamente, sino de desinformación a la que bautizó de infodemia, un término para describir una abundancia masiva de información, algunas precisas y otras no, que dificultan que las personas encuentren fuentes de información confiables.
Seis meses después del desarrollo de varias teorías conspiracionistas algunas han quedado en el olvido, otras han sido totalmente refutadas, otras más han evolucionado y también algunas se han adaptado con más fuerza.
Tal es el caso del movimiento de antivacunas, en los primeros meses los grupos propagadores de esta ideología retomaron los cimientos de su formación, respecto a que las vacunas eran antinaturales y causaban autismo, cáncer o alguna enfermedad que te ataba a seguir un tratamiento de por vida, un rentable negocio para las farmacéuticas, según estos grupos.
Actualmente, este movimiento se ha fortalecido y justo cuando la guerra por las vacunas está en su apogeo. Mucha gente considera que la inmunización viene acompañada de un chip que permitirá el control mental y por ende el control de una sociedad, una idea no tan nueva si consideramos que el pilar de todas las conspiraciones es el control del mundo por la élite mundial.
De igual forma están los anticubrebocas o antimascarillas, el movimiento negacionista del coronavirus que considera que el uso de las mascarillas es un bozal y sí, también creen que eso representa el control de la sociedad.
Estos dos movimientos han sobrevivido pese a la lluvia de contrainformación que intenta detener la infodemia, y desafortunadamente se han fortalecido en varios países y se han movilizado y manifestado en contra de su uso y contra las restricciones impuestas por los gobiernos para contener los contagios en momentos en que se vive una segunda y hasta tercera ola en algunas regiones.
Pero aun así se ha contenido un gran número de fake news gracias a los esfuerzos internacionales conformados por la OMS, medios de comunicación confiables y por varios gobiernos.
En los casos más destacados se encuentra la creencia de que las vacunas son creadas a base de fetos humanos o que provocan infertilidad en las mujeres, diversos estudios han comprobado la falsedad de estas creencias.
La hidroxicloroquina fue todo un tema, realmente causó alerta en las autoridades sanitarias, pues empezó a correr el rumor de ser un medicamento que podría curar el Covid, el problema en esta ocasión no fue sólo de las redes sociales al promover el fármaco, también fue responsabilidad de líderes políticos que fomentaron su uso, es el caso de Donald Trump y el mandatario de Brasil, Jair Bolsonaro, dos mandatarios negacionistas y que al final de cuentas también se contagiaron. Actualmente está comprobado científicamente que el medicamento no cura la enfermedad, incluso podría agravarla en pacientes avanzados.
También perdió fuerza la teoría de que la red 5G facilitaba la transmisión del coronavirus, una idea que provocó que en varios países de Europa fueran quemadas varias antenas de telecomunicación por temor a ser contagiados. El fervor al miedo a la 5G coincidía justo cuando EU y China vivían el punto más álgido de una guerra tecnológica, en la que Pekín llevaba la delantera en el desarrollo de la nueva red a través de Huawei, occidente iba retrasado en el tema, por lo que se comprobó que la teoría iba dirigida a sabotear la infraestructura de la empresa asiática, que ganaba terreno en el viejo continente en las concesiones para la instalación del servicio celular.
También hubo afirmaciones de que una mezcla de orina de camello y cal o simplemente orina de vaca podía curar una infección por el coronavirus. O pociones naturales a base de hierbas o ingredientes exóticos que causaron la muerte de cientos de personas por todo el mundo.
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