- La candidata de la extrema derecha es la favorita de laelección presidencial… por ahora
PARIS, Francia (OEM-Informex).- La candidata del Frente Nacional(FN) de extrema derecha, Marine Le Pen, está convencida de queeste año los astros están perfectamente alineados para asegurarsu victoria en la próxima elección presidencial en Francia. Peroesa certeza puede resultar un espejismo.
Todos los sondeos sin excepción la ubican primera con 26 a 27por ciento de intenciones de voto para la primera vuelta, previstapara el 23 de abril próximo. Las dificultades de sus adversarios yel contexto socio-económico del país parecen jugar en su favor.Sin embargo, “sus posibilidades de convertirse en la sucesora deFrançois Hollande son realmente mínimas”, afirma el politólogoAlain Duhamel, que observa la política francesa desde hace mediosiglo.
Para ganar la segunda vuelta el 7 de mayo tendría que derrotaral Frente Republicano, que se forma espontáneamente en todaelección de alcance nacional para impedir que el FN pueda reunir50 por ciento de los votos. En la jerga política francesa, eseobstáculo se conoce como el “techo de vidrio”.
Florian Philippot, gurú ideológico del FN, estima que esta vezno será difícil superar ese inconveniente. La principal razón, asu juicio, reside en el desprestigio de la clase política y lafragilidad de los candidatos que se enfrentarán con Marine Le Pen.En una reciente encuesta de los institutos Cevipov y Opinionway,tres cuartas partes de la opinión pública confesó su pesimismosobre la clase política del país (31 por ciento de desconfiados,29 de decepcionados y 25 tristes), 44 por ciento admitió que no leinteresa la política, 70 piensa que la democracia “no funcionabien” y solo 46 considera al voto como su medio preferido deexpresión.
“La gente tiene una opinión muy pobre de la clase políticadel país”, resumió Bruno Cautrès, profesor del Instituto deCiencias Políticas de París (Sciences Po).
El panorama que ofrece la campaña, a nueve semanas de laprimera vuelta, parece justificar esa desazón.
El candidato de la derecha conservadora, François Fillon, seencuentra sumergido en un escándalo sin precedentes sobre presuntamalversación de fondos públicos por haber pagado a su esposa y ados de sus hijos por empleos ficticios en el Parlamento.
Como resultado de esas revelaciones, ahora en manos de lajusticia, se hundió en los sondeos. Fillon, que a principios deaño tenía prácticamente ganada la elección, en un mes perdiónueve puntos (de 27 a 18 por ciento) y no está seguro declasificarse para el balotaje. La despiadada lucha interna quesacude su partido, Los Republicanos (LR), impidió llegar a unacuerdo para reemplazarlo por otro candidato. Su popularidadsufrió otro rudo golpe el domingo, cuando 65 por ciento de laopinión pública consideró que debía retirar su candidatura,según una encuesta Ifop.
El tercero en discordia es el líder centrista Emmanuel Macron,que se postula como candidato de su propio movimiento En Marcha,creado hace pocos meses. Como ministro de Economía del presidenteFrançois Hollande, Macron fue el artífice de la políticasocial-liberal aplicada por el Gobierno socialista. Pero ahorarehúsa ser calificado “de derecha o de izquierda”. Joven, de39 años, carismático e inteligente, seductor cuando ocupa latribuna y con un discurso casi místico, está prácticamenteempatado con Fillon.
El candidato socialista Benoît Hamon, penalizado por ladecepción que causaron los cinco años de Hollande en el poder,propone un programa de ruptura con medidas revolucionarios tanto deorden económico como social. Los sondeos lo ubican en cuarto lugarcon 14.5 por ciento de intenciones de voto. Pero, para convertirseen un actor clave de la elección, necesita crear un frente conotras fuerzas ecologistas y de izquierda. El líder del partidoverde Yannick Jadot está a punto de aceptar una alianza electoral.En cambio, el fundador del movimiento de ultra izquierda FranciaInsumisa, Jean-Luc Melenchon, que tiene 12 por ciento de votos,rechazó con desdén toda posibilidad de acuerdo. Esa arroganciapuede hacerle perder el apoyo del Partido Comunista.
Ese contexto favorece a Marine Le Pen. Como ocurrió con DonaldTrump en Estados Unidos, la extrema derecha francesa tambiéncosecha en la franja del electorado que se siente víctima delsalto tecnológico del mercado laboral, castigada por el rigor dela globalización, discriminada por la sociedad y abandonada por“las élites que gobiernan desde una torre de marfil”, comoMarine Le Pen.
Gracias a la crisis, este país tiene tres millones dedesocupados (10 por ciento de la mano de obra activa), el FNcanaliza el voto de protesta y de castigo, función que cumplía elPartido Comunista en la segunda mitad del siglo XX. Ahora, 44 porciento de los obreros y 35 por ciento de los agricultores votan porMarine Le Pen. A eso se les suma una parte de la clase media (35por ciento de los empleados, 21 de los jubilados, 15 de ejecutivossuperiores y 29 de profesionales independientes).
Sus partidarios muestran además una fidelidad poco frecuente:82 por ciento de los electores dispuestos a votar con el FNaseguran que no modificarán su decisión. Con los otroscandidatos, la “decisión irrevocable” es de apenas 20 a 35 porciento. Para Marine Le Pen esa lealtad ofrece la ventaja de quenadie se preocupa demasiado por las incoherencias de su programapolítico, el desorden que reina en su campaña, las intrigasinternas e incluso por las proporciones que tiene un escándalo deempleos ficticios –similar al caso Fillón– con fondos delParlamento Europeo. La policía registró ayer la sede de supartido en busca de información sobre ese caso.
En circunstancias normales, esa “incertidumbre generaltendría que favorecer los proyectos electorales de Marine LePen”, como reconoció Hervé Le Bras, autor del libro El desafíodel Frente Nacional. Todo parece indicar que este año tampocollegará a reunir 50 por ciento que exige el sistema de balotajeimpuesto por el general Charles de Gaulle en 1958 para asegurar lalegitimidad del ganador de la elección presidencial. Pero si el“techo de vidrio” no resiste la presión del voto de protesta,entonces Francia —y el resto de Europa— conocerán un terremotopolítico mucho más grave de lo que significó la victoria deDonald Trump en Estados Unidos.