/ sábado 18 de enero de 2020

Libia, la otra guerra mundial

Presiones externas sobre el país africano dificultan la solución del conflicto, en una semana clave para la firma de la paz tras nueve años de batalla

TRÍPOLI. La negativa del jefe rebelde Jalifa Haftar, que controla el este de Libia, de firmar un acuerdo de tregua propuesto por Rusia y Turquía ilustra la complejidad del conflicto y las presiones externas a menudo opuestas que se están ejerciendo sobre sus protagonistas, estiman expertos.

El jefe del gobierno de unidad reconocido por la ONU (GNA), Fayez al Sarraj, y el mariscal Haftar no se reunieron el lunes en Moscú, pero negociaron un acuerdo de alto el fuego mediante los responsables rusos y turcos.

Turquía apoya a Sarraj y Rusia al mariscal Haftar.

Aunque Sarraj firmó el lunes el texto del acuerdo, su rival acabó yéndose sin hacerlo, tras haber pedido un periodo de reflexión. El proyecto del acuerdo había no obstante sido sometido a los dos bandos, dos días antes, según fuentes diplomáticas libias.

¿Por qué Jalifa Haftar viajó a Rusia si no pensaba firmarlo?

Emad Badi, del Middle East Institute, menciona dos hipótesis: “O no firmó porque decidió personalmente no hacerlo, fueran cuales fueran las consecuencias. O uno de sus aliados le garantizó su apoyo si no lo firmaba”.

DICTADOR

Abdelqader el Rehebi, analista político libio, es más categórico. “Abu Dabi, Riad, El Cairo y París, auténticos apoyos -directos o indirectos- de su campaña militar no estaban de acuerdo (con el texto). Lo que explica este rechazo” a firmarlo, según él.

“Estos países le exigieron que prosiga su ofensiva contra Trípoli y, en contrapartida (le prometieron) más apoyo político y militar”, insiste Rehebi.

Egipto, por ejemplo, a quien no le gusta la implicación en Libia de Turquía, su enemigo regional, “rechaza cualquier consenso o reconciliación entre los dos bandos, que permitiría una presencia turca en el escenario libio”, afirma por su parte Ziad Akl, del centro egipcio Al Ahram de estudios políticos y estratégicos.

Jalifa “Haftar y sus apoyos siguen pensando que están en condiciones de ganar militarmente”, afirma en Twitter Peter Millet, exembajador británico en Libia.

En cambio, para Mohamad al Jerah, otro analista libio, el gesto de Haftar debe interpretarse de forma totalmente distinta. Según él, con el giro que hizo, Haftar “demuestra que no depende de los intereses de sus apoyos y simpatizantes. Ni de El Cairo, Abu Dabi o Moscú”, zanja.

“Es lo que yo he observado y lo que altos responsables de Estados extranjeros que le apoyaron en el pasado me han comentado. Un dictador no rinde cuentas a nadie”, abunda en Twitter Jonathan M. Winer, experto para el Middle East Institute y antiguo enviado especial de Washington a Libia.

PRECIO MUY ELEVADO

Acusado por sus detractores de querer instaurar una dictadura militar, Jalifa Haftar, consolidó su control en el este de Libia y conquistó después varias regiones en el sur, negociando con tribus locales. En abril, lanzó su ofensiva contra Trípoli para hacerse con el centro del poder.

Pero el precio que deberá pagar el mariscal por esta campaña es “muy elevado”, asegura Federica Saini Fasanotti, de la Brookings Institution.

En el momento de firmar la paz, “está en deuda con los países extranjeros que lo apoyaron y sobre todo con los habitantes de la Cirenaica”, la parte oriental del país, precisa esta experta.

“Las familias cirenaicas que perdieron a sus hijos en esta guerra esperan una respuesta clara de Haftar, que solo puede terminar su aventura con una victoria, al menos en los papeles... Sin esto, le será muy difícil regresar” al este, apunta.

Otros analistas no excluyen la existencia de un acuerdo secreto entre Ankara y Moscú.

“Los dos países podrían tener un acuerdo 'bajo la mesa' para una posible recomposición política en Libia”, que favorecería la creciente influencia de Ankara y Moscú, destaca Claudia Gazzini, del International Crisis Group (ICG).

Además de ventajas geopolíticas ante sus rivales y un acceso privilegiado al petróleo libio, Rusia quiere encontrar un mercado para sus armas y su trigo. Turquía también tiene intereses energéticos, gracias a un acuerdo firmado con el GNA.

ANALISTA LIBIO

Francia y Egipto exigieron que prosiga su ofensiva (a Haftar) a cambio de más apoyo político y militar”

Mientras tanto, el conflicto sigue y ayer, al menos seis civiles murieron a tiros en un supuesto ataque en el extrarradio de Trípoli que el portavoz de la GNA, Malek al Madani, atribuyó a las fuerzas bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter.

De confirmarse, el ataque supondría una crimen de lesa humanidad y una flagrante violación del alto el fuego acordado la semana pasada con la mediación de Turquía y Rusia.

TRÍPOLI. La negativa del jefe rebelde Jalifa Haftar, que controla el este de Libia, de firmar un acuerdo de tregua propuesto por Rusia y Turquía ilustra la complejidad del conflicto y las presiones externas a menudo opuestas que se están ejerciendo sobre sus protagonistas, estiman expertos.

El jefe del gobierno de unidad reconocido por la ONU (GNA), Fayez al Sarraj, y el mariscal Haftar no se reunieron el lunes en Moscú, pero negociaron un acuerdo de alto el fuego mediante los responsables rusos y turcos.

Turquía apoya a Sarraj y Rusia al mariscal Haftar.

Aunque Sarraj firmó el lunes el texto del acuerdo, su rival acabó yéndose sin hacerlo, tras haber pedido un periodo de reflexión. El proyecto del acuerdo había no obstante sido sometido a los dos bandos, dos días antes, según fuentes diplomáticas libias.

¿Por qué Jalifa Haftar viajó a Rusia si no pensaba firmarlo?

Emad Badi, del Middle East Institute, menciona dos hipótesis: “O no firmó porque decidió personalmente no hacerlo, fueran cuales fueran las consecuencias. O uno de sus aliados le garantizó su apoyo si no lo firmaba”.

DICTADOR

Abdelqader el Rehebi, analista político libio, es más categórico. “Abu Dabi, Riad, El Cairo y París, auténticos apoyos -directos o indirectos- de su campaña militar no estaban de acuerdo (con el texto). Lo que explica este rechazo” a firmarlo, según él.

“Estos países le exigieron que prosiga su ofensiva contra Trípoli y, en contrapartida (le prometieron) más apoyo político y militar”, insiste Rehebi.

Egipto, por ejemplo, a quien no le gusta la implicación en Libia de Turquía, su enemigo regional, “rechaza cualquier consenso o reconciliación entre los dos bandos, que permitiría una presencia turca en el escenario libio”, afirma por su parte Ziad Akl, del centro egipcio Al Ahram de estudios políticos y estratégicos.

Jalifa “Haftar y sus apoyos siguen pensando que están en condiciones de ganar militarmente”, afirma en Twitter Peter Millet, exembajador británico en Libia.

En cambio, para Mohamad al Jerah, otro analista libio, el gesto de Haftar debe interpretarse de forma totalmente distinta. Según él, con el giro que hizo, Haftar “demuestra que no depende de los intereses de sus apoyos y simpatizantes. Ni de El Cairo, Abu Dabi o Moscú”, zanja.

“Es lo que yo he observado y lo que altos responsables de Estados extranjeros que le apoyaron en el pasado me han comentado. Un dictador no rinde cuentas a nadie”, abunda en Twitter Jonathan M. Winer, experto para el Middle East Institute y antiguo enviado especial de Washington a Libia.

PRECIO MUY ELEVADO

Acusado por sus detractores de querer instaurar una dictadura militar, Jalifa Haftar, consolidó su control en el este de Libia y conquistó después varias regiones en el sur, negociando con tribus locales. En abril, lanzó su ofensiva contra Trípoli para hacerse con el centro del poder.

Pero el precio que deberá pagar el mariscal por esta campaña es “muy elevado”, asegura Federica Saini Fasanotti, de la Brookings Institution.

En el momento de firmar la paz, “está en deuda con los países extranjeros que lo apoyaron y sobre todo con los habitantes de la Cirenaica”, la parte oriental del país, precisa esta experta.

“Las familias cirenaicas que perdieron a sus hijos en esta guerra esperan una respuesta clara de Haftar, que solo puede terminar su aventura con una victoria, al menos en los papeles... Sin esto, le será muy difícil regresar” al este, apunta.

Otros analistas no excluyen la existencia de un acuerdo secreto entre Ankara y Moscú.

“Los dos países podrían tener un acuerdo 'bajo la mesa' para una posible recomposición política en Libia”, que favorecería la creciente influencia de Ankara y Moscú, destaca Claudia Gazzini, del International Crisis Group (ICG).

Además de ventajas geopolíticas ante sus rivales y un acceso privilegiado al petróleo libio, Rusia quiere encontrar un mercado para sus armas y su trigo. Turquía también tiene intereses energéticos, gracias a un acuerdo firmado con el GNA.

ANALISTA LIBIO

Francia y Egipto exigieron que prosiga su ofensiva (a Haftar) a cambio de más apoyo político y militar”

Mientras tanto, el conflicto sigue y ayer, al menos seis civiles murieron a tiros en un supuesto ataque en el extrarradio de Trípoli que el portavoz de la GNA, Malek al Madani, atribuyó a las fuerzas bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter.

De confirmarse, el ataque supondría una crimen de lesa humanidad y una flagrante violación del alto el fuego acordado la semana pasada con la mediación de Turquía y Rusia.

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