El presidente francés Emmanuel Macron pidió este miércoles a las fuerzas políticas y sindicales lanzar un "llamado a la calma" para desactivar las protestas antigubernamentales que sacuden al país y que se extienden a otros sectores.
El gobierno quiere evitar a toda costa que se repitan las escenas de caos del fin de semana pasado, cuando miles de manifestantes tomaron el Arco del Triunfo, montaron barricadas en el corazón de París y prendieron fuego a vehículos, ante la mirada incrédula de residentes y turistas.
"El momento que vivimos ya no es el de la oposición política", dijo el portavoz del gobierno, Benjamin Griveaux, citando a Macron, al cierre de una reunión de gabinete en el Palacio del Elíseo.
"El presidente pidió a las fuerzas políticas, sindicales y patronales lanzar un llamado claro y explícito a la calma", agregó el vocero.
Francia vive desde hace tres semanas protestas convocadas por un movimiento popular autodenominado "chalecos amarillos", que empezó como una protesta contra el alza del impuesto a los combustibles y ahora refleja una exasperación social más amplia.
Las protestas comenzaban a extenderse a otros sectores. Varios colegios de secundaria estaban bloqueados el miércoles, por tercer día consecutivo de una movilización en contra de la reforma educativa del gobierno, y los sindicatos estudiantiles llamaron a intensificar las huelgas el jueves.
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Los agricultores se sumaron también al desconecto social. El principal sindicato agrícola del país anunció una serie de huelgas la próxima semana en todo el territorio.
"Si algo no funciona, lo cambiaremos"
El ejecutivo anunció la víspera la suspensión de un alza de los combustibles así como la congelación de los precios del gas y la luz para evitar a toda costa nuevos disturbios en el país.
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Es la primera vez que Macron, un exbanquero de inversiones de 40 años, que fue elegido en mayo 2017 con la promesa de "transformar" Francia, da marcha atrás en su ambicioso plan de reformas ante la presión de las calles.
Pero estas medidas parecían ser insuficientes para la mayoría de manifestantes. Solo dos depósitos de carburantes fueron desbloqueados tras los anuncios y las convocatorias a salir a las calles el sábado seguían en pie.
Éric Drouet, un portavoz de los "chalecos amarillos", un colectivo que nació en las redes sociales y que debe su nombre a las prendas fluorescentes obligatorias en los vehículos, llamó a los franceses a congregarse el sábado "cerca de los lugares de poder: los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo o la plaza de la Concordia", frente a la Asamblea Nacional.
Este miércoles el ejecutivo parecía dispuesto a ceder aún más terreno. Benjamin Griveaux entreabrió la puerta a un posible restablecimiento del Impuesto a la Fortuna (ISF), una de las reivindicaciones más frecuentes entre los manifestantes.
"Si algo no funciona, no somos tontos, lo cambiaremos", declaró Griveaux en una entrevista con la radio RTL. Este impuesto fue recortado por el mandatario el año pasado para evitar que las grandes fortunas se vayan al extranjero y ha servido a la oposición para calificar a Macron de "presidente de los ricos".
Macron se hunde en los sondeos
Dieciocho meses después de su elección, la popularidad del joven centrista proeuropeo ha caído de seis puntos. Apenas 23% de los franceses aprueban su gestión, su nivel más bajo.
Las críticas en su contra se escucharon también del otro lado del Atlántico. Su homólogo estadounidense, Donald Trump, con quien mantiene relaciones con altibajos, ironizó el martes sobre las concesiones hechas por el mandatario francés y estimó que esto demuestra que el acuerdo de París sobre el clima es "erróneo".