PARÍS, Francia. El exprimer ministro francés Manuel Valls parece cada vez más tentado a presentarse como candidato a la alcaldía de Barcelona en 2019 por el partido liberal Ciudadanos y el movimiento anti-independentista Sociedad Civil Catalana (SCC).
“Estoy reflexionando. Tomaré una decisión durante el verano”, suele decir cada vez que alguien le pregunta si intentará esa nueva aventura política.
Valls hizo una larga carrera en Francia, donde llegó a ser ministro del Interior entre 2012 y 2014, y luego primer ministro hasta 2017, pero su ascenso sufrió un brusco revés el año pasado cuando se frustraron sus ambiciones de disputar la elección presidencial que finalmente ganó Emmanuel Macron. Definitivamente alejado del Partido Socialista, actualmente solo conserva un escaño de diputado por la República en Marcha (LREM), el movimiento creado por Macron.
El dirigente nació hace 55 años en Barcelona -y recién obtuvo la nacionalidad francesa en 1982-, pero siempre mantuvo una estrecha relación con la capital catalana, donde aún viven su madre y una hermana. Su abuelo, por lo demás, es el autor el himno del Barça.
La idea de su candidatura surgió a partir de una propuesta formulada por Albert Rivera, líder de Ciudadanos. Ese partido es actualmente la primera fuerza política catalana con 25.4% de votos en las elecciones regionales de diciembre de 2017.
“Mi mayor problema sería el cambio de vida personal que implicaría esa decisión’, pues lo obligaría a radicarse en Barcelona, lejos de su nueva compañera sentimental, Olivia Grégoire, también diputada del LREM.
Pese a todo, cada hora que pasa aumenta la tentación. “Barcelona, conocida en todo el mundo, tiene una gran marca internacional. Desde el punto de vista político, hacerme elegir en esa ciudad representaría un fuerte símbolo de la construcción europea”, argumentó.
Desde el punto de vista legal, nada le impide tener un mandato electivo a cada lado de los Pirineos, pero Valls ya anticipó que -en caso de ser elegido alcalde de Barcelona- renunciará a su escaño de diputado francés para consagrarse totalmente a la capital catalana. “Mantener los dos cargos es jurídicamente posible, pero difícilmente comprensible para los electores de ambos países”, reconoce. Existen, sin embargo, precedentes similares. El caso más emblemático es el de Daniel Cohn-Bendit. El líder de la rebelión juvenil de mayo de 1968 fue vice-alcalde de Fráncfort y diputado europeo por los Verdes alemanes.
A pesar de su origen catalán y de su perfecto español -aunque no habla un catalán fluido-, la llegada de Valls como “paracaidista” podría tropezar con la fuerte resistencia de un sector del electorado. Los más inquietos son la Esquerra Republicana (ERC) y la alianza que forman la izquierda radical de Podemos con los ecologistas que sostiene a la actual alcaldesa Ada Colau. La posición de Valls, que nunca disimuló su hostilidad a los independentistas, también le enajenó las simpatías de los separatistas.
Sus adversarios explican que su verdadero interés es obtener una revancha y recuperar notoriedad después de sus fracasos políticos en 2017.
La semana pasada, durante su última visita a la capital catalana, mantuvo conversaciones de fondo con Rivera y con todo el espectro político de centro-izquierda en busca de apoyo, lo que indica que ya está en campaña. Sus amigos afirman que ya formó un equipo que comenzó a trabajar discretamente en la preparación de la candidatura. Pero, tanto partidarios como adversarios están convencidos de que finalmente se lanzará a la aventura: “Primero –argumentan- porque le gustan los desafíos y, en segundo término, porque necesita una gran victoria para satisfacer su ego herido y demostrar que no está políticamente terminado”.