El movimiento de los "chalecos amarillos" demostró hoy que no ha perdido su fuerza contestataria y volvió a sacar a las calles de Francia a decenas de miles de personas, que en algunos lugares como en París acabaron en refriegas con la policía.
Tras las protestas celebradas durante las Navidades, la cita de hoy estaba planteada como un termómetro para medir la capacidad de los "chalecos amarillos" de mantener su presión sobre el presidente francés, Emmanuel Macron, en vísperas de que éste abra el lunes su muy publicitado debate nacional para abordar las reformas.
Aunque las cifras de manifestantes están lejos de las registradas en las primeras convocatorias, que se remontan al 27 de noviembre, ha quedado claro que existe un núcleo duro que no está dispuesta a abandonar su lucha.
Según el Ministerio del Interior, un total de 84.000 personas participaron hoy en las diferentes convocatorias por toda Francia, frente a las 50.000 reconocidas por las autoridades la semana pasada.
Y lo que es peor para Macron: el apoyo popular al movimiento sigue siendo muy amplio, por encima del 60 % según las encuestas, pese a haberse deshinchado un poco.
La manifestación de París partió temprano por la mañana desde el Ministerio de Economía y Finanzas, en medio de enormes medidas de seguridad tras los graves disturbios vividos en la anterior convocatoria el pasado sábado.
Miles de "chalecos amarillos" (8.000 según la policía) se encaminaron de forma pacífica hacia el Arco del Triunfo, lugar icónico de sus concentraciones, pero con una particularidad frente a anteriores ocasiones.
Un grupo de voluntarios con brazaletes blancos se encargaron de controlar la seguridad del cortejo y de coordinar su marcha, una auténtica novedad en un movimiento que hasta ahora carecía por completo de organización interna.
Las consignas más repetidas fueron "Macron dimisión" y en favor de la instauración del llamado RIC, el Referéndum de Iniciativa Ciudadana, que los "chalecos amarillos" consideran como una de sus reivindicaciones fundamentales para hacer oír la voz del ciudadano corriente.
De forma pacífica se llegó al Arco del Triunfo, donde, como se ha hecho habitual, se rompieron las hostilidades con los agentes antidisturbios que habían acordonado la zona.
Sin embargo, la virulencia de los choques fue hoy menor que los últimos sábados. A media tarde, un centenar de personas habían sido detenidas en París, de las cuales 74 seguían bajo custodia policial, según la fiscalía.
El segunda gran foco de atención fue hoy una pequeña ciudad de provincias, Bourges, que presenta la peculiaridad de hallarse en pleno centro geográfico del país.
Por esa razón simbólica, y para hacer más sencilla la llegada de "chalecos amarillos" de otras partes, uno de los líderes más polémicos del movimiento, Maxime Nicolle, alias "Fly Rider", convocó una protesta nacional en esa pequeña localidad de menos de 70.000 habitantes.
Frente a las perspectivas de las autoridades, que no pensaban que el número de manifestantes fuese a superar los 5.000, al menos 6.300 personas participaron en la manifestación de Bourges, que degeneró en choques cuando algunos elementos trataron de acceder al centro de la ciudad, que había sido blindado por la policía.
El primer ministro, Édouard Philippe, anunció el lunes, después de los disturbios del sábado pasado, que el Gobierno legislará para sancionar a los participantes en manifestaciones no declaradas y para crear un registro de agitadores, de forma que se les pueda impedir su presencia en las protestas.
El ministro del Interior, Christophe Castaner, había prometido estos últimos días una respuesta "extremadamente firme" si se repetían los episodios de gran violencia.