/ viernes 25 de diciembre de 2020

Nagorno-Karabaj: dos guerras en una

Los enviados de la Agencia Francesa de Noticias narran cómo es cubrir un conflicto bélico en plena pandemia

Se llevaron el equipo necesario para informar sobre un conflicto: chalecos antibalas, cascos, teléfonos satelitales y primeros auxilios. Pero, como advirtieron los periodistas de AFP enviados a Nagorno-Karabaj, cubrir una guerra en tiempos del coronavirus lleva la seguridad a una nueva dimensión.

Tres días después de que estallaran los enfrentamientos entre los separatistas respaldados por Armenia y las fuerzas azerbaiyanas en la disputada región, la Agencia Francesa de Prensa (AFP) empezó a mandar equipos a ambos lados del frente. Más de una docena de periodistas de texto, foto y video fueron enviados a través de las capitales de Azerbaiyán, Bakú, y de Armenia, Ereván. A pocos días de que estallara el conflicto, dos reporteros del diario francés Le Monde resultaron gravemente heridos.

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En lo que terminarían siendo seis semanas de combates, decenas de soldados y civiles murieron a diario. Mientras tanto, el coronavirus avanzaba sin importar límites territoriales, etnia o nacionalidad.

Para escapar del combate en una zona de guerra, existen algunas reglas básicas. Refugiarse en los sótanos es una. Otra es examinar los huecos abiertos por los bombardeos frente a los edificios: uno se guarece en la parte opuesta a los mayores daños, ya que está menos expuesta, explica el fotógrafo Bülent Kilic, quien informó desde el lado azerbaiyano.

Foto: AFP

Además, una vez que comienzan los disparos de los cohetes, señala por su lado el videoperiodista Kadir Demir, uno puede darse cuenta dónde se ubica la defensa antiaérea y figurarse de dónde puede venir un peligro inminente.

Pero para escapar del coronavirus, las reglas son muy distintas e incluso ponen patas arriba algunas de las pautas para protegerse de las bombas, ya que los espacios cerrados y mal ventilados, como los sótanos que se atestan de gente que busca refugio, deben evitarse a toda costa.

Sin mascarillas

Durante largas semanas de constantes bombardeos, el virus parecía un tema fútil. "Nos trajimos un buen suministro de mascarillas y algunas botellas de gel desinfectante", contó Kadir, quien llegó con Bülent el 8 de octubre a la ciudad de Mingachevir, bajo control azerbaiyano, donde se les unió el reportero Dmitry Zaks.

"Estábamos más preparados para los reportajes de guerra clásicos. Pensamos: ¿el chaleco antibalas será bueno?", recordó Bülent. Al otro lado de la línea del frente, en Stepanakert, la principal ciudad de la provincia separatista, el periodista Emmanuel Peuchot notó que nadie en la ciudad o en las trincheras llevaba barbijo, reporteros incluidos.

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"Inconscientemente, tal vez existía la sensación de que llevar tapabocas era indecente, superfluo, mientras los residentes de Stepanakert se quedaban a pesar de los bombardeos, a pesar de la muerte que acechaba cuando los drones invisibles sobrevolaban la ciudad día y noche, cuando las sirenas atravesaban el silencio advirtiendo de un golpe repentino, que podía llegar en cualquier parte", dijo. "¿Cómo usas esta mascarilla en el frente, donde la muerte puede golpear en cualquier momento?"

“Al principio, no pensaba en el virus en absoluto… en cualquier caso, no antes de que el primer cohete impáctara en Ganja, sobre viviendas”, dijo Kadir.

Foto: AFP

“Había una gran cantidad de personas a nuestro alrededor, rescatistas, residentes. Entonces, me puse mi máscara. Una forma de aliviar la presión ante lo que estaba viendo: cuerpos recuperados de entre los escombros, gente preocupada, familias llorando... como si me estuviera aferrando a algo seguro", expresó Kadir, quien al igual que los otros periodistas enviados por la AFP tiene experiencia en la cobertura de conflictos, incluso en Siria. "Desvías un poco tu estrés hacia otra cosa. La mascarilla, de alguna manera, se sintió reconfortante".

Pero probablemente los residentes del pueblo, con los cohetes cayendo del cielo, sintieron que sus prioridades estaban en otra parte, agregó Kadir: "Solo tienen una cosa en la cabeza. Todos me dicen 'queremos que nuestra tierra sea liberada'."

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En Stepanakert, los reporteros de AFP compartieron la vida cotidiana con residentes que se quedaron y se refugiaban con ellos en los sótanos. Las condiciones eran básicas, con colchones en el suelo, humedad y poca iluminación.

Allí, Emmanuel se reunió con la directora de un centro de pruebas médicas de la ciudad, Lusine Tovmasyan, quien realizó pruebas de Covid-19 a residentes. Entre 40 y 60 por ciento resultó positivo. Mientras tanto, un médico del hospital central dijo que creía que el 90 por ciento de los habitantes tenían coronvirus.

La prioridad es la guerra

El 19 de octubre, el equipo de AFP en la zona bajo control de Azerbaiyán se enteró de que un periodista con quien habían compartido automóvil había contraído el virus. En el hotel, las autoridades locales anunciaron que al día siguiente comenzarían a realizar pruebas a todos ellos. El primer resultado fue negativo.

Pero su temor no era solo que estuvieran infectados, sino también haber infectado a la población local. "Estas preguntas me obsesionaron", dijo Bülent. "Pensé, ¿y si alguien se contagia por nuestra culpa? ¿A quién se lo he transmitido, he infectado a alguien? Había personas mayores en los sótanos a los que íbamos".

Dos días después llegó el golpe. De los seis que habían viajado en el automóvil con el periodista contagiado, cuatro dieron positivo, incluyendo a Kadir. A fines de octubre, Emmanuel, quien no había estado con ellos porque estaba del otro lado del frente, descubrió que también se había infectado tras realizarse una prueba obligatorio en el aeropuerto de París Charles de Gaulle al descender del avión que lo trajo de Ereván.

Foto: AFP

"El problema con el Covid es que estamos peleando una guerra en dos frentes”, le dijo un alto funcionario al periodista Hervé Bar en Ereván. El padre de ese dirigente, médico en un hospital de Nagorno-Karabaj, murió por el coronavirus.

En Bakú, Kadir debió quedarse en su habitación de hotel y esperar a que las autoridades enviaran médicos. “No tuve elección. Me llevaron a un hospital de campaña prefabricado a media hora de Bakú, cerca del Mar Caspio”, contó. Impedido de dejar el país hasta haberse recuperado, compartió un cuarto limpio y espartano con otros dos periodistas sin grandes padecimientos por el Covid. Finalmente, pudo marcharse el 4 de noviembre.

De regreso a su casa en Estambul, llamó a su familia en Francia, instalada cerca de la ciudad de Orleans, en el centro norte del país. Fue sincero: No, no estaba en Bakú esperando conseguir una entrevista con la presidencia… estaba en el hospital. Cuando cubres un conflicto, no le cuentas todo a tu familia, aún si los riesgos en el hospital son menores que en las trincheras.

"En el hospital nos cuidaron muy bien porque habíamos venido a cubrir su conflicto", dijo Kadir. "Fueron muy amables, a pesar de que las habitaciones vacías se llenaron rápidamente con mujeres con niños, ancianos, personas obesas", dijo.

Mientras convalecía en París, los pensamientos de Emmanuel se enfocaron en los muertos en la guerra, de la que se hablaba mucho menos que del coronavirus. “En Nagorno-Karabaj, es la guerra la que mata a la mayoría, no el Covid, la prioridad es la guerra, no el Covid, primero hay que sobrevivir a la guerra, no al Covid”, insistió.

En el terreno, fue una lúgubre contienda entre los scuds, bombas y drones por un lado, y el coronavirus invisible por el otro.

La batalla continúa

Los combates en Nagorno-Karabaj terminaron una semana después de que Armenia accediera a firmar un acuerdo de paz mediado por Rusia, que selló su derrota ante Azerbaiyán. Ereván acordó ceder franjas de la región en disputa a Bakú, así como otros territorios controlados por separatistas armenios desde la guerra de la década de 1990. El acuerdo enfureció a muchos en la capital, donde estallaron protestas.

Al comenzar un éxodo masivo, según los términos del acuerdo, desde el distrito de Kalbajar, en Azerbaiyán, las casas de una aldea fueron incendiadas por los propietarios que se marcharon para hacerlas inhabitables para los azerbaiyanos.

Gruesas columnas de humo se veían sobre el valle.

Una solución duradera al viejo conflicto en la región sigue siendo elusiva y, pese a que se silenciaron las armas, la otra batalla continúa.

En Azerbaiyán el virus avanza, con más de mil casos diarios desde fines de octubre, de acuerdo con datos oficiales. Más de mil murieron de Covid, a razón de 15 decesos diarios desde comienzos de noviembre. En Armenia también, un promedio de mil 600 casos se informan diariamente desde comienzos de mes, con más de mil 900 fallecidos. De momento, esta guerra sigue.

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Se llevaron el equipo necesario para informar sobre un conflicto: chalecos antibalas, cascos, teléfonos satelitales y primeros auxilios. Pero, como advirtieron los periodistas de AFP enviados a Nagorno-Karabaj, cubrir una guerra en tiempos del coronavirus lleva la seguridad a una nueva dimensión.

Tres días después de que estallaran los enfrentamientos entre los separatistas respaldados por Armenia y las fuerzas azerbaiyanas en la disputada región, la Agencia Francesa de Prensa (AFP) empezó a mandar equipos a ambos lados del frente. Más de una docena de periodistas de texto, foto y video fueron enviados a través de las capitales de Azerbaiyán, Bakú, y de Armenia, Ereván. A pocos días de que estallara el conflicto, dos reporteros del diario francés Le Monde resultaron gravemente heridos.

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En lo que terminarían siendo seis semanas de combates, decenas de soldados y civiles murieron a diario. Mientras tanto, el coronavirus avanzaba sin importar límites territoriales, etnia o nacionalidad.

Para escapar del combate en una zona de guerra, existen algunas reglas básicas. Refugiarse en los sótanos es una. Otra es examinar los huecos abiertos por los bombardeos frente a los edificios: uno se guarece en la parte opuesta a los mayores daños, ya que está menos expuesta, explica el fotógrafo Bülent Kilic, quien informó desde el lado azerbaiyano.

Foto: AFP

Además, una vez que comienzan los disparos de los cohetes, señala por su lado el videoperiodista Kadir Demir, uno puede darse cuenta dónde se ubica la defensa antiaérea y figurarse de dónde puede venir un peligro inminente.

Pero para escapar del coronavirus, las reglas son muy distintas e incluso ponen patas arriba algunas de las pautas para protegerse de las bombas, ya que los espacios cerrados y mal ventilados, como los sótanos que se atestan de gente que busca refugio, deben evitarse a toda costa.

Sin mascarillas

Durante largas semanas de constantes bombardeos, el virus parecía un tema fútil. "Nos trajimos un buen suministro de mascarillas y algunas botellas de gel desinfectante", contó Kadir, quien llegó con Bülent el 8 de octubre a la ciudad de Mingachevir, bajo control azerbaiyano, donde se les unió el reportero Dmitry Zaks.

"Estábamos más preparados para los reportajes de guerra clásicos. Pensamos: ¿el chaleco antibalas será bueno?", recordó Bülent. Al otro lado de la línea del frente, en Stepanakert, la principal ciudad de la provincia separatista, el periodista Emmanuel Peuchot notó que nadie en la ciudad o en las trincheras llevaba barbijo, reporteros incluidos.

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"Inconscientemente, tal vez existía la sensación de que llevar tapabocas era indecente, superfluo, mientras los residentes de Stepanakert se quedaban a pesar de los bombardeos, a pesar de la muerte que acechaba cuando los drones invisibles sobrevolaban la ciudad día y noche, cuando las sirenas atravesaban el silencio advirtiendo de un golpe repentino, que podía llegar en cualquier parte", dijo. "¿Cómo usas esta mascarilla en el frente, donde la muerte puede golpear en cualquier momento?"

“Al principio, no pensaba en el virus en absoluto… en cualquier caso, no antes de que el primer cohete impáctara en Ganja, sobre viviendas”, dijo Kadir.

Foto: AFP

“Había una gran cantidad de personas a nuestro alrededor, rescatistas, residentes. Entonces, me puse mi máscara. Una forma de aliviar la presión ante lo que estaba viendo: cuerpos recuperados de entre los escombros, gente preocupada, familias llorando... como si me estuviera aferrando a algo seguro", expresó Kadir, quien al igual que los otros periodistas enviados por la AFP tiene experiencia en la cobertura de conflictos, incluso en Siria. "Desvías un poco tu estrés hacia otra cosa. La mascarilla, de alguna manera, se sintió reconfortante".

Pero probablemente los residentes del pueblo, con los cohetes cayendo del cielo, sintieron que sus prioridades estaban en otra parte, agregó Kadir: "Solo tienen una cosa en la cabeza. Todos me dicen 'queremos que nuestra tierra sea liberada'."

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En Stepanakert, los reporteros de AFP compartieron la vida cotidiana con residentes que se quedaron y se refugiaban con ellos en los sótanos. Las condiciones eran básicas, con colchones en el suelo, humedad y poca iluminación.

Allí, Emmanuel se reunió con la directora de un centro de pruebas médicas de la ciudad, Lusine Tovmasyan, quien realizó pruebas de Covid-19 a residentes. Entre 40 y 60 por ciento resultó positivo. Mientras tanto, un médico del hospital central dijo que creía que el 90 por ciento de los habitantes tenían coronvirus.

La prioridad es la guerra

El 19 de octubre, el equipo de AFP en la zona bajo control de Azerbaiyán se enteró de que un periodista con quien habían compartido automóvil había contraído el virus. En el hotel, las autoridades locales anunciaron que al día siguiente comenzarían a realizar pruebas a todos ellos. El primer resultado fue negativo.

Pero su temor no era solo que estuvieran infectados, sino también haber infectado a la población local. "Estas preguntas me obsesionaron", dijo Bülent. "Pensé, ¿y si alguien se contagia por nuestra culpa? ¿A quién se lo he transmitido, he infectado a alguien? Había personas mayores en los sótanos a los que íbamos".

Dos días después llegó el golpe. De los seis que habían viajado en el automóvil con el periodista contagiado, cuatro dieron positivo, incluyendo a Kadir. A fines de octubre, Emmanuel, quien no había estado con ellos porque estaba del otro lado del frente, descubrió que también se había infectado tras realizarse una prueba obligatorio en el aeropuerto de París Charles de Gaulle al descender del avión que lo trajo de Ereván.

Foto: AFP

"El problema con el Covid es que estamos peleando una guerra en dos frentes”, le dijo un alto funcionario al periodista Hervé Bar en Ereván. El padre de ese dirigente, médico en un hospital de Nagorno-Karabaj, murió por el coronavirus.

En Bakú, Kadir debió quedarse en su habitación de hotel y esperar a que las autoridades enviaran médicos. “No tuve elección. Me llevaron a un hospital de campaña prefabricado a media hora de Bakú, cerca del Mar Caspio”, contó. Impedido de dejar el país hasta haberse recuperado, compartió un cuarto limpio y espartano con otros dos periodistas sin grandes padecimientos por el Covid. Finalmente, pudo marcharse el 4 de noviembre.

De regreso a su casa en Estambul, llamó a su familia en Francia, instalada cerca de la ciudad de Orleans, en el centro norte del país. Fue sincero: No, no estaba en Bakú esperando conseguir una entrevista con la presidencia… estaba en el hospital. Cuando cubres un conflicto, no le cuentas todo a tu familia, aún si los riesgos en el hospital son menores que en las trincheras.

"En el hospital nos cuidaron muy bien porque habíamos venido a cubrir su conflicto", dijo Kadir. "Fueron muy amables, a pesar de que las habitaciones vacías se llenaron rápidamente con mujeres con niños, ancianos, personas obesas", dijo.

Mientras convalecía en París, los pensamientos de Emmanuel se enfocaron en los muertos en la guerra, de la que se hablaba mucho menos que del coronavirus. “En Nagorno-Karabaj, es la guerra la que mata a la mayoría, no el Covid, la prioridad es la guerra, no el Covid, primero hay que sobrevivir a la guerra, no al Covid”, insistió.

En el terreno, fue una lúgubre contienda entre los scuds, bombas y drones por un lado, y el coronavirus invisible por el otro.

La batalla continúa

Los combates en Nagorno-Karabaj terminaron una semana después de que Armenia accediera a firmar un acuerdo de paz mediado por Rusia, que selló su derrota ante Azerbaiyán. Ereván acordó ceder franjas de la región en disputa a Bakú, así como otros territorios controlados por separatistas armenios desde la guerra de la década de 1990. El acuerdo enfureció a muchos en la capital, donde estallaron protestas.

Al comenzar un éxodo masivo, según los términos del acuerdo, desde el distrito de Kalbajar, en Azerbaiyán, las casas de una aldea fueron incendiadas por los propietarios que se marcharon para hacerlas inhabitables para los azerbaiyanos.

Gruesas columnas de humo se veían sobre el valle.

Una solución duradera al viejo conflicto en la región sigue siendo elusiva y, pese a que se silenciaron las armas, la otra batalla continúa.

En Azerbaiyán el virus avanza, con más de mil casos diarios desde fines de octubre, de acuerdo con datos oficiales. Más de mil murieron de Covid, a razón de 15 decesos diarios desde comienzos de noviembre. En Armenia también, un promedio de mil 600 casos se informan diariamente desde comienzos de mes, con más de mil 900 fallecidos. De momento, esta guerra sigue.

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