Italia. El caso es singular y con pocos precedentes desde el punto de vista político en la democracia Europa. La coalición populista del Movimiento 5 Estrellas (M5E) y La Liga gobierna en Italia desde hace dos meses en medio de contradicciones internas, pero al mismo tiempo sin una oposición parlamentaria lo suficientemente fuerte para poder incidir en las decisiones del ejecutivo. Y esto debido a la que se podría definir la “bancarrota” de los partidos que hasta hace poco guiaban al electorado de izquierda y derecha. Es decir, el Partido Democrático (PD) y Forza Italia (FI).
El PD del exjoven prodigio de la política italiana, Matteo Renz, fatiga a sobrevivir después de haber coleccionado un fracaso detrás de otro: Del casi 41% de 2014, en las elecciones de marzo pasado alcanzo el 18% y según las últimas encuestas actualmente oscila alrededor del 16.5%. Un desastre. No está mejor FI, al contrario, el partido del otrora líder de la derecha moderada italiana, Silvio Berlusconi, cuatro veces primer ministro, del 17% del último turno electoral se ha derrumbado al 8%.
Por su parte, los dos partidos de la alianza gubernamental, atacados cotidianamente por lo que queda de la izquierda y la derecha tradicionales (y por la mayoría de los medios locales), se dividen sin embargo casi a la par alrededor del 62% del consenso electoral. Por lo cual, en el parlamento difícilmente encuentran obstáculos para la aprobación de sus leyes.
Por lo tanto, en ausencia de una efectiva y sobre todo fuerte oposición, el verdadero problema del gobierno radicaría en sus contradicciones internas y en los, hasta ahora más o menos disimulados, litigios (como acerca de los inmigrantes) entre los dos verdaderos comandantes de la coalición: Matteo Salvini (Liga) y Luigi di Maio (M5E), ambos viceprimeros ministros y respectivamente ministro del interior y ministro del trabajo y del desarrollo, cuya acción política personal no siempre coincide.
En este marco, los analistas destacan que una posible mayoría alternativa a la que gobierna, en el parlamento y en el país, siempre ha existido, aun en momentos dificilísimos, mientras que ahora no es así.
Las dos fuerzas de oposición (PD y FI), sumando el voto de ambas, obtienen apenas un cuarto de los consensos del electorado. Y esto les impide contar con la legitimación popular para proponerse como alternativa. Se trata. Como escribió el “politólogo” Antonio Politi de “una situación de democracia bloqueada que con el tiempo podría presentar peligros también para un orden liberal”.
Esta problemática y por lo tanto preocupante situación por la que atraviesa la política italiana, induce a algunos a auspiciar inclusive el nacimiento de un “nuevo movimiento político” que “pueda contrastar a los vencedores de las elecciones sin el hastió de los derrotados, y que no sea tan ingenuo de atacar a los nuevos potentes gritando, ante cualquier pequeño escándalo o investigación judicial: ‘ya ven, son como los demás’... sin darse cuenta que ‘los demás’ son ellos”.