Desde hace años, todo congreso, seminario o conferencia vía Zoom en los que se revise la situación de las empresas periodísticas pone en algún momento sobre la mesa de discusiones una pregunta, que no ha hecho sino volverse más inquietante a la luz de la crisis sanitaria, social y económica provocada por el virus Covid-19: ¿Cuánto tiempo de vida le queda a los periódicos?
Las sucesivas ediciones del “Digital News Proyect” que el Instituto Reuters y la Universidad de Oxford han emprendido este 2020 no dejan mucho espacio para el optimismo, al arrojar luz sobre la realidad que enfrentan los medios de comunicación frente a nuevas realidades en el consumo de noticias y publicidad gracias a la tecnología.
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De acuerdo con esos reportes, las tendencias definidas por líderes de medios en todo el mundo dan cuenta de un futuro nublado, que debe ser enfrentado desplazando los ingresos hacia los lectores o usuarios, y disminuyendo la apuesta por la publicidad tradicional. Según este reporte, apenas 1.5 de cada 10 editores consultados piensa que el principal ingreso en los próximos años va a ser la publicidad.
Desde luego, ello plantea la urgencia de implementar muros de pago, establecer servicios personalizados y desarrollar herramientas tecnológicas, todo con la suficiente relevancia para los usuarios que los invite a suscribirse o pagar mediante micropagos y otras modalidades.
El sentido de urgencia en este campo debe incluir la certidumbre de que ya está a la vista la nueva ola de transformaciones tecnológicas que alejará aún más al público de las formas tradicionales de generar contenidos: la automatización basada en el procesamiento de grandes bases de datos o la popularización de acceso a informaciones con interfaces visuales o de voz.
Pensando desde la perspectiva de los periodistas, puede ser útil recurrir al casi lugar común de recordar que en 2007, hace casi tres lustros, Arthur Sulzberger, entonces editor de The New York Times, pronunció la lacónica frase “No me importa”, cuando se le preguntó si los diarios desparecerían en el término de los siguientes cinco años. En realidad, lo que el directivo de la casa editorial más influyente del mundo planteó fue que si los periódicos desparecían no le preocupaba, porque su corporación estaba ya preparada para seguir siendo relevante a su público (lectores, anunciantes y usuarios de herramientas tecnológicas) gracias a un intenso proceso interno de innovación digital.
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Justo 10 años después, en marzo de 2017, el CEO del propio The New York Times, Mark Thompson, dio una entrevista a La Vanguardia de Barcelona y respondió a la misma pregunta sobre la fecha que figurará en el sepulcro de los diarios: “Calculamos que unos diez años como mínimo, pero tampoco me sorprendería que llegaran a ser veinte…”.
Como Sulzberger, en su momento, Thompson trazó su perspectiva con respecto a la plataforma papel, que puede desaparecer o no, pero desde luego debe transformarse para seguir acompañando la misión de los medios de comunicación.
“¿Qué hacer?”, le preguntaron.
“Un plan. Necesitamos un plan para salvar el periodismo, por supuesto, y a las empresas periodísticas que lo hacen posible. Cada una de ellas debe tenerlo preparado para sobrevivir a ese final. Y si no llega, nadie lo celebrará más que yo, pero hay que tenerlo; (nosotros) nos apoyamos en nuevas realidades. Entre octubre y noviembre (de 2016) conseguimos 276 mil nuevos suscriptores digitales para The New York Times. Creo que ese es el camino.
“A todos nos está costando adaptarnos a la era digital. Porque llevábamos décadas viviendo de espaldas a los lectores. Los periodistas elaborábamos contenidos sin demanda que eran apenas una excusa para vender la publicidad, que era lo que interesaba, porque daba dinero. Nos ha pasado como a los políticos, con los que compartíamos intereses: la gente nos ha dejado de escuchar porque nosotros antes les habíamos dejado de escuchar a ellos. Nos habíamos convertido en parte de una élite sin más intereses que los suyos propios…”.
Roberto Rock
* Periodista mexicano egresado de la UNAM, con estudios en administración de empresas periodísticas por la Northwestern University. Becario en Washington por las fundaciones Ford y Miguel Alemán (1990). Inició su trayectoria en 1979 y ha sido reportero, editor y directivo de medios de comunicación. Enviado especial a coberturas en una docena de países de América, Europa y Asia. La parte central de su labor profesional se expresó en el diario mexicano El Universal, donde laboró durante 34 años, lapso en el que se desempeñó como director editorial durante 12 años. Es presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Es autor, coautor y prologuista de varios libros, además de columnista político. En 2008 fundó y dirige actualmente el Grupo Editorial La Silla Rota, que ha creado seis portales nativos digitales, tres de ellos regionales.
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