Grandes pensadores, filósofos, gobernantes que inspiraron a las sociedades de su época… racistas.
La historia está lleva de personajes que en su tiempo contribuyeron a edificar lo que hoy conocemos como democracia occidental, basada en la igualdad entre los hombres.
Hombres cuyas imágenes quedaron inmortalizadas en bustos no sólo de sus países, sino de otras naciones que los ven cómo ejemplo a seguir, después de todo, qué sociedad no quisiera tener a un George Washington, Winston Churchill o John Locke.
La respuesta parecería obvia: cualquier país quisiera, en este 2020 año marcado por una crisis sin precedente, tener entre sus líderes políticos a cualquiera de ellos. Pero, irónicamente, es la misma crisis la que podría cambiar la respuesta que hasta hace unos meses era automática y que da pie a otra pregunta ¿en realidad esas son las personas que queremos hoy como nuestros líderes?
EL LADO OSCURO DE LA LUNA
En medio de la peor pandemia de lo que va de este siglo, entró igual a una crisis sin precedentes. La combinación de las crisis económica y social generaron una bomba molotov que requería sólo una chispa para estallar, y ésta llegó.
A finales de mayo pasado, el mundo vio por redes sociales como la policía de Minneapolis asesinaba a George Floyd, un hombre afroamericano quien fue acusado de pagar con un billete falso de 20 dólares. La sentencia fue una agonía de casi nueve minutos: murió asfixiado bajo la rodilla de un oficial de la policía.
No era la primera vez que ocurría un asesinato racista en Estados Unidos, pero sí fue la primera vez que ocurría en medio de una crisis social tan grande como la que estamos viviendo en todo el mundo.
La muerte de Floyd sacó a relucir las condiciones de desigualdad en la que viven las minorías de Estados Unidos, y como si se trataran de fichas de dominó, en la agenda pública de aquel país salieron a relucir preguntas como ¿por qué mueren los afroamericanos?, ¿por qué siempre los negros terminan en la cárcel y los blancos no?
La respuesta es simple: racismo.
¿De dónde viene el racismo? La respuesta no es simple.
“El asunto es muy complicado porque viene desde siglos atrás, siglos donde se acumularon explotación, marginación, de incluso estrategias que tenían como objetivo expulsar a pueblos enteros de su propio futuro”, explica Dejan Mihailovic Nikolajevic, profesor investigador del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, ITESM.
Si tomamos el caso de Estados Unidos, tenemos que remontarnos hasta el siglo XVII. En aquella época fue cuando llegaron los primeros peregrinos de Europa a lo que hoy es la Unión Americana. La historia “oficial” cuanta ese pasaje como el primer paso en la construcción de lo que hoy es la mayor potencia del mundo, una historia que podría ser semejante a un mito, el de la construcción del mundo capitalista, aunque si sólo se ve ese lado no se ve el lado oscuro.
Mihailovic Nikolajevic comenta que con la Conquista de América inicia a arraigarse la idea de la superioridad de las razas. Primero fue la conquista de Latinoamérica por parte de España y Portugal, después Norteamérica por los europeos.
“A raíz de todo esto empieza un proyecto político llamado conquista, no sólo de América, sino de lo que serían las periferias del mundo capitalista, y empieza la codificación de la diferencia entre los conquistadores y los conquistados. Esta diferencia se basa en la idea de la raza, como una estructura biológica, los propios conquistadores aceptan esta idea como una idea de dominación El mundo occidental tiene que enfrentar esa parte de su historia, parte que yo llamo usando la metáfora de un disco de Pink Floyd, The dark side of the moon, el lado oscuro de la Luna”.
Es a partir de esta idea que se cimentó el racismo, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo capitalista, porque el mundo, la democracia era para el hombre… blanco. En el olvido quedaron los siglos de abuso y explotación de africanos, asiáticos, indios y nativos americanos por parte de Estados Unidos, Inglaterra, España, Portugal, Italia, y demás naciones europeas.
O al menos eso se pensaba.
HISTORIA POR BLANCOS
Junio de 2020 será recordado como un paréntesis en la pandemia del coronavirus. De repente, el Covid-19 ya no era el único tema de la agenda mundial: ahora se trataba de pandemia del racismo, de cuestionar sus orígenes y progenitores.
De repente, a lo largo y ancho del mundo la gente se empezaba a cuestionar por qué un hombre blanco que tenía esclavos merecía una estatua, un lugar en los libros de texto. ¿Por qué un racista merecía ser visto como un héroe?
“La historia la escriben los vencedores, y en este tema siempre construimos una idea de la memoria y del olvido. En esta selección de recuerdos, ¿qué quieres rescatar como un pasado glorioso?, ¿qué quieres para generar una identidad y la fuerza colectiva?, ¿ y qué quieres dejar de lado o quieres silenciar? En el caso de Estados Unidos el tema se construye a partir de los peregrinos, los primeros europeos que llegaron a Estados Unidos y esa es la imagen”, explica Felipe Gaytán, investigador de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad La Salle.
El investigador ejemplifica que en Estados Unidos el Día de Acción de Gracias es representado por imágenes de peregrinos, y muy marginalmente, por nativos americanos, quienes en la historia real ayudaron a los europeos a sobrevivir a su llegada al continente. La suerte estaba echada: la historia sería blanca.
“Estados Unidos siempre ha sido una historia que se ha escrito en blanco, a la raza blanca, donde todos los demás están abajo y no necesariamente participan en las grandes gestas históricas norteamericanas”.
DISTORSIONAR LA HISTORIA
Estados Unidos no fue el único que despertó a esta realidad. El mundo también lo hizo. En mayor o menor medida cada país entendió que su historia podría ser excluyente.
George Washington tenía esclavos, Benjamin Franklin y Thomas Jefferson por un lado redactaban la Constitución más liberal que es base de la democracia, y por otro apoyaban al esclavismo. Winston Churchill, quien comandó a la Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial era racista, o John Lucke, padre del liberalismo, también lo era.
Entonces, la democracia entendida por estos personajes del siglo XIX sólo era para los hombres blancos, ya que los demás (africanos, asiáticos y latinos) estaban en otras categorías, inferiores: no eran seres humanos.
Paradójico que quienes idearon un sistema de igualdad entre todos los seres humanos fueran tan excluyentes.
“Lo que es muy interesante es que, en el siglo XVIII, que fue el de la expansión de la ideología liberal, raciocinio, esa misma ideología liberal convivió con la esclavitud hasta buena parte del siglo XIX”, dice Mihailovic Nikolajevic.
Y es aquí donde surge el debate ¿a quién recordamos, al promotor de la democracia o a quien se la negó a un sector de la sociedad por el simple hecho de su color de piel?
“Es bastante fácil decir, ‘quiten la estatua de tal fulano porque fue dueño de esclavos’, no sólo es eso. Quitar unas cuantas toneladas de bronce o de mármol, y liberar el espacio público en algunas plazas de Estados Unidos y de Europa occidental, pero qué pasa con nuestra memoria colectiva. ¿Realmente podremos no olvidar nunca? ¿Podemos limpiar todas las presencias que fueron fuentes de inspiración para los grupos supremacistas?”, añade el académico del Tec de Monterrey.
En otras partes del mundo las manifestaciones para eliminar de la historia a ciertos personajes merecieron una respuesta del más alto nivel. En Francia, el presidente Emmanuel Macron fue contundente al rechazar la eliminación de personajes considerados racistas.
En Gran Bretaña, el primer ministro Boris Johnson fue más tajante: no permitiría photoshopear la historia.
“Si empezamos a purgar el historial y retirar las imágenes de todos menos los que tengan actitudes conformes a las nuestras, estaremos participando de una gran mentira, una distorsión de nuestra historia”, fue la respuesta que dio a la demanda de eliminar a Churchill de la historia británica.
Pero tal vez la historia ya esté modificada. “La historia como se escribió está photoshopeada. Hay que quitarle el Photoshop, mostrarla con los claroscuros que tiene, la historia está photoshopeada porque está escrita por los vencedores”, argumenta Gaytán usando la frase del Primer Ministro británico.
Para el académico de La Salle, el reclamo de los afroamericanos y demás minorías es legítimo, lo que no se puede hacer es juzgar a alguien que vivió hace un par de siglos con los estándares de hoy.
“No se le puede reclamar a los personajes que hayan sido hijos de su propia época, lo que sí se puede reclamar es la forma cómo se escribe la historia hoy. Ponerlos en estos claroscuros, y que la historia nos sirva para sanar esas heridas de situaciones que se veían normal, pero hoy vemos que son unas barbaridades”, dice Gaytán.
Con esto, la respuesta a qué hacer con el legado de los personajes notables de nuestra época sería establecer nuevos parámetros para júzgalos. Fácil ¿no?
NUEVOS PURITANISMOS
De los reclamos en contra del racismo no se salvaron ni el mundo del entretenimiento ni el del deporte. Ejemplo de ello fue el movimiento en redes sociales para que Disney cambiara el título de la película Capitán América Civil War por considerar que banalizaba la guerra que terminó con la esclavitud (al menos formalmente) en Estados Unidos.
En el mundo deportivo, hace unos días el equipo de la NFL de Washington decidió eliminar su mote de Pieles Rojas por presiones de los patrocinadores que le dieron la razón a nativos americanos que consideran que ese apodo era ofensivo en su contra.
Aunque en el segundo caso podría decirse que fue una victoria contra el racismo, en el primero puede entrar en el debate ¿se está exagerando al querer eliminar todo lo que pueda sonar ofensivo?
Gaytán opina que esto podría caer en lo que se llama Nuevos Puritanismos, idea que pretende no poner sobre la mesa ideas o conceptos que pudieran resultar ofensivos, ser políticamente correctos.
El problema, es que, si se trata de imponer lo políticamente correcto, se termina cayendo en el extremo contrario.
“Está bien, es un punto que debemos de respetar, sin llegar a los extremos de la intolerancia. Muchos sectores se cansan y acaban por apostar por lo más natural”.
Toma el ejemplo de tirar estatuas, que si bien sirve para demostrar malestar, no pasa de eso.
"Es una forma simbólica de protesta, pero es poco efectiva en términos políticos, porque se ve como un acto vandálico o una protesta que no tiene el mayor impacto", dice, al tiempo de recordar lo que pasó cuando quitaron las placas en honor de Gustavo Díaz Ordaz del Metro, eliminaron su nombre, no la matanza del 2 de octubre.
Para Mihailovic Nikolajevic es lo que está pasando en Estados Unidos, nación que, en lugar de reflexionar, de debatir su historia, está cayendo por obligación en lo políticamente correcto.
“Paradójicamente es una postura antirracista no es el producto de un estado de conciencia, sino es resultado de una imposición de hacer lo políticamente correcto. Que uno deje de ser racista es políticamente correcto y porque lo dice Hilary Clinton”.
El académico del Tecnológico de Monterrey cuestiona si en verdad sirve censurar películas como Lo que el viento se llevó, o derrumbar las estatuas para en verdad combatir el racismo. Su conclusión es que sirve de poco.
“La idea es poder soportar al otro, no se trata de una tolerancia pasiva. La tolerancia activa, que implica incluir a todos nosotros tal como lo proclamó la Revolución Francesa, que ninguno ha sido alcanzado en plenitud, ser libres, tener un trato fraterno y luchar por la igualdad”.
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