BUENOS AIRES. Ir al psicólogo es casi un ritual para muchos argentinos. Por eso, recurrieron a la única opción en tiempos de aislamiento social por el coronavirus: invertir los papeles y permitir que sus terapeutas ingresen a sus hogares a través de sesiones virtuales.
Argentina tiene más de 222 psicólogos por cada 100 mil habitantes, según el reporte de salud mental de la Organización Mundial de la Salud de 2017, una cifra muy superior a los menos de 30 en Estados Unidos, 49 en Francia y 12 en Brasil.
Psicólogos y pacientes dicen que las sesiones por videollamada funcionan bien, aunque la sesión no se realice en un consultorio bajo reglas conocidas.
"Entramos en las casas de los pacientes, cosa que nunca habría ocurrido. Ellos venían a nuestros consultorios, no nosotros a sus casas", dijo Claudia Borensztejn, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Durante el aislamiento dispuesto por el Gobierno desde el 20 de marzo hasta el 26 de abril, la APA abrió una línea telefónica para atender a pacientes en la emergencia y derivarlos a profesionales que puedan contener los nuevos casos y profundizar el tratamiento si es necesario.
"Recibimos muchísimos llamados, la situación abre muchas puertas nuevas (...)
Las consultas son de mucha angustia, relacionadas con lo que pasa ahora. Muchas son por ataques de pánico, ansiedad ante el encierro, insomnio, angustia por la cuestión económica", dijo Borensztejn.
"El mayor objetivo de esta contención es que la gente no vaya a atenderse a las guardias (de hospitales) para evitar sobrecargar el sistema de salud. Muchos son médicos que piensan que tienen coronavirus", agregó. La psicoanalista destacó la enorme oferta de profesionales dispuestos a ayudar, que se consideran un "ejército de reserva" para contener a los médicos y a todo tipo de pacientes cuando llegue el pico del virus, que el gobierno estima para mayo, y cuando pase la emergencia y haya que elaborar lo ocurrido.
Para Romina, una empresaria de comercio exterior de 47 años y madre de dos hijos, el principal desafío es poder encontrar un espacio privado y tranquilo donde hablar sin interrupciones.
"Voy al auto para no distraerme y tener más privacidad. El teléfono me funciona bien, lo prefiero al 'delay' que se puede producir usando otras modalidades. Mantuve la misma cantidad de sesiones, incluso el mismo día. Pero sí pedí un cambio de horario para encaminar primero algunas cosas de mi trabajo y a mis hijos con sus tareas del colegio", contó.
La psicología tiene una penetración tan alta en la cultura argentina y es tan aceptada que es habitual escuchar sus términos específicos en diálogos de amigos o que las escuelas sugieran ayuda psicológica cuando un niño tiene un problema.
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