El pasado jueves 12 de agosto, un grupo de aproximadamente cien personas se presentó frente al edificio de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México y, al grito de “falsa plandemia”, repudió la vacunación y las medidas sanitarias para contener la pandemia de coronavirus, en pleno récord de contagios en la capital del país.
Estos antivacunas aseguraron que las autoridades de salud mexicanas buscan infundir miedo a la población con un virus “inexistente” y que la vacuna contiene sustancias nocivas como el óxido de grafeno, una afirmación falsa.
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Así, los conspiracionistas que inundan estos últimos meses las calles de Estados Unidos, Europa y otros países se dejaron ver por primera vez en una manifestación pública en México.
“No confío en esas vacunas porque las desarrollaron muy rápido”. “Las vacunas producen autismo y tienen efectos secundarios fatales”. “Los gobiernos y las farmacéuticas están experimentando con nosotros”. “No me pueden obligar a vacunarme”. “La medicina alternativa y naturista es más efectiva”. Son frases que cada vez se escuchan más mientras se busca acelerar las campañas de inmunización.
Pasaporte sanitario, detonante
A la par de las sucesivas oleadas de contagios y la aparición de nuevas variantes más peligrosas de Covid-19, el mundo está viviendo una segunda ola de movimientos antivacunas, que se han revitalizado debido a la imposición de pasaportes sanitarios en países como Francia e Italia, necesarios para acceder a la mayoría de los lugares públicos.
Los grupos antivacunas, anticubrebocas y escépticos de la pandemia franceses habían organizado algunas protestas en los últimos meses, pero éstas aumentaron desde que el 12 de julio el presidente Emmanuel Macron anunció la vacunación obligatoria para el personal sanitario y la extensión del llamado “pase sanitario” para entrar en bares, cafés, restaurantes, cines, trenes o aviones, entre otros.
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Hungría, Austria y Dinamarca fueron los primeros países europeos en implementar sistemas parecidos, seguidos de Portugal e Irlanda, además de Israel y ciudades como Nueva York, San Francisco y Quebec.
Pero si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) defiende la importancia de inmunizarse, no aprueba que la vacunación contra el Covid-19 sea obligatoria en ningún país.
Este fue el combustible que inflamó las protestas, en varios casos multitudinarias y de una violencia inusitada, organizadas desde las redes sociales en Australia, Holanda, Reino Unido, Polonia y Dinamarca, entre otros países.
"El ímpetu de protesta está presente desde hace varios meses en diferentes canales digitales”, afirma Coralie Richaud, profesora de derecho público de la Universidad de Limoges.
La experta también resalta el carácter "extremadamente heterogéneo" de los perfiles, que van desde la extrema izquierda hasta la ultraderecha (algunos adeptos de teorías del complot, otros no) pasando por grupos antivacunas y hasta algunos vacunados, ecologistas adeptos a terapias alternativas e incluso médicos en rebeldía.
"Su único denominador común es ser anti", añade la experta en movimientos de protesta en internet. Por eso necesitan "estructurar la protesta", una "reivindicación" que sirva de "base" y que pase "de lo individual a lo colectivo" cuestionando el gobierno y otras instituciones.
Organizados desde afuera
Australia vivió a finales de julio una oleada de manifestaciones masivas que, en varias ocasiones, terminaron en enfrentamientos con la policía y arrestos, debido a las restricciones y toques de queda, en el que confluían tanto sectores golpeados económicamente por la pandemia y los cierres, como antivacunas y ultraderechistas.
Sin embargo, de acuerdo con el diario The Guardian, individuos y grupos afincados en otros países fueron los principales promotores de las protestas.
El grupo Worldwide Demonstration, con sede en Alemania, ayudó a coordinar manifestaciones en Sidney y Melbourne, con un mensaje que fue amplificado por personas influyentes locales antivacunas y por la “libertad”.
Ejemplos como éste se han denunciado en otros lugares de Europa y Estados Unidos, donde una “red flexible” de grupos conspiradores, incluidos algunos con vínculos con la extrema derecha, utilizaron Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp o Telegram para difundir más rápido el mensaje. Algunas de estas organizaciones cuentan con hasta 70 mil suscriptores en sus redes sociales, repletas de teorías de la conspiración contra las vacunas y contenido de QAnon, islamofobia y xenofobia en general.
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Estados Unidos, país con las más altas reservas de dosis del mundo, registra muy bajos índices de vacunación en estados gobernados por republicanos, como Texas y Florida, habitualmente reacios a imponer el uso de cubrebocas y otras medidas sanitarias, y donde los habitantes votaron mayoritariamente por Donald Trump, quien por mucho tiempo minimizó la gravedad de la pandemia.
El actual presidente, Joe Biden llamó a esta crisis la “pandemia de los no vacunados”.
Diplomacia de vacunas
Desde antes de existir, la vacuna contra el Covid-19 ya tenía detractores con especulaciones descabelladas, como las que la asocian con microchips inyectados junto con las vacunas, vinculados al 5G y al control de masas tecnológico.
Asimismo, la resistencia a la vacunación y los movimientos antivacunas han existido en el mundo desde que Edward Jenner desarrolló la primera vacuna.
En un principio, la resistencia se daba entre la clase trabajadora y en zonas rurales, achacada a su poca preparación académica. Pero en los últimos años esa postura se da también en las clases medias que cuentan con estudios.
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Los intereses geopolíticos también han jugado un rol importante en la desinformación sobre las vacunas.
Los antivacunas se caracterizan por declararse libres de pensamiento, independientes y revolucionarios del sistema, sin embargo, existe la posibilidad de que puedan ser parte del engranaje de otro sistema.
Los principales desarrolladores de las vacunas autorizadas a nivel mundial están en países occidentales -Estados Unidos, Reino Unido, Alemania-, desplazando a los laboratorios de sus rivales Rusia y China, pese a mostrar buenos resultados en general.
Además, la Unión Europea ha alertado que las vacunas desarrolladas por Occidente son el nuevo instrumento de la desinformación rusa y china, que aprovechan la crisis del coronavirus para atacar el sistema democrático europeo.
De acuerdo con el último informe sobre desinformación relativa a la pandemia del coronavirus, la "diplomacia del cubrebocas" que desplegaron potencias como China y Rusia durante la primera oleada del coronavirus ahora ha evolucionado en una "diplomacia de vacunas".
"Las vacunas se han convertido en mercancías en la diplomacia pública global y se ha acelerado la promoción de las vacunas locales. La desinformación estatal se ha intensificado y tiene como objetivo las vacunas desarrolladas por Occidente", indicó un informe de la Comisión Europea.
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Estamos en un momento histórico crucial, donde parece que nuestros dilemas éticos, morales, ideológicos y hasta filosóficos están en entredicho, o a veces invertidos.
Por un lado, vemos a la izquierda defendiendo la vacunación obligatoria y las medidas restrictivas ordenadas por los gobiernos, mientras grupos conservadores o de derecha defienden su idea de “libertad” y acusan a los otros de fascistas, dictadores y represores.
En todo caso, como organizaciones o individuos, el movimiento antivacunas refleja desconfianza hacia el sistema político, económico y de salud, ya sean autoridades o el conglomerado farmacéutico industrial que se ha enriquecido como nunca a costa de la emergencia mundial.
Dos siglos de vacunación
La desconfianza ante las vacunas, incluso el rechazo total de una parte de la población a vacunarse, no surgieron con la pandemia de Covid-19, nacieron con la aparición misma de la "vacunación".
"El rechazo a la vacunación es tan viejo como la vacunación misma", según el historiador de la salud, Patrick Zylberman.
- 1796: la idea de Jenner
Con unas pústulas sumamente contagiosas, la viruela fue durante siglos un flagelo terrible. En 1796, el médico inglés Edward Jenner tuvo la idea de inocular una forma del virus de la viruela benigna en un niño para estimular su reacción inmunitaria. El proceso funcionó. Había nacido la "vacunación".
-1853: primera vacuna obligatoria
En Reino Unido, la vacuna contra la viruela fue obligatoria para los niños a partir de 1853. Esta obligatoriedad generó una oposición virulenta. Los detractores alegaban el "peligro" de inyectar productos procedentes de los animales, "motivos religiosos" o "atentado a las libertades individuales". A partir de 1898 se introdujo una "cláusula de conciencia" en la legislación británica para permitir a los recalcitrantes no vacunarse.
-1885: Pasteur y la rabia
A finales del siglo XIX, Louis Pasteur puso a punto una vacuna contra la rabia a partir de una cepa atenuada del virus. En 1885 se realizó una exitosa inyección a Joseph Meister, un niño al que le había mordido un perro sospechoso de tener rabia. En este caso hubo también desconfianza. Pasteur fue acusado de querer enriquecerse con la fabricación de una "rabia de laboratorio".
- Años 1920: BCG, difteria, tétanos...
Tras la vacuna contra el tifus que se puso a punto al final del siglo XIX, los años 1920 vieron multiplicarse las vacunas contra la tuberculosis (BCG, 1921), la difteria (1923), el tétanos (1926) y la tosferina (1926).
También en los años 1920 se empezaron a utilizar sales de aluminio como coadyuvante para aumentar la eficacia de las vacunas. Esto será también una fuente de sospecha para los detractores de las vacunas, en particular en Francia.
-1998: falso estudio, verdadera desconfianza
En 1998, un estudio publicado en la prestigiosa revista médica The Lancet sugiere una relación entre las vacunas SPR (sarampión, paperas, rubeola) y el autismo. Se descubre que se trata de un "amaño" del autor Andrew Wakefield. Pero ni el desmentido oficial de la revista ni los trabajos posteriores demostrando la ausencia de vínculo lograron acallar los temores.
Este estudio sigue siendo habitualmente citado por los detractores de las vacunas. Este escepticismo tiene como consecuencia el "resurgimiento de algunas patologías contagiosas" como el sarampión, subraya Patrick Zylberman en su libro La Guerre des vaccins (La guerra de las vacunas). El sarampión mató a 207 mil 500 personas en el mundo en 2019, 50 por ciento más que 2016, en un contexto de disminución de la vacunación global, advierte la OMS.
-2009: fracaso de la vacunación H1N1
En 2009, la pandemia de gripe H1N1, causada por un virus de la misma familia que el de la gripe de 1918, hizo sonar las alertas en la OMS. Se organizaron campañas de vacunación pero la epidemia fue menos grave de lo previsto, causando sÓlo 18 mil 500 muertos.
Millones de dosis tuvieron que ser destruidas y los reproches a la mala gestión reforzaron la desconfianza en las vacunas en numerosos países, donde los "antivacunas" subrayan casos de efectos secundarios pese a que son muy raros.
-2020: polio y la teoría del complot
Oficialmente erradicada desde agosto de 2020 en África gracias a la vacuna, la poliomielitis se resiste en Asia, Pakistán y Afganistán, donde esta enfermedad provoca parálisis en los más pequeños. El fracaso de las campañas de vacunación se explica sobre todo por la desconfianza de las poblaciones rurales y la creencia en teorías de complot contra los musulmanes.