BUENOS AIRES, Argentina. Agobiados por una inflación que pensaban sería contenida pero avanza a paso acelerado, los argentinos expresan su malestar y reducen sus gastos, en un círculo al que temen como una pesadilla repetida. “Hay días en que no entra una clienta”, dice la peluquera Mónica Pesce en Belgrano, barrio acomodado de Buenos Aires. “Me vine aquí por la densidad poblacional.
Enfrente tengo un edificio de 37 departamentos. Pero ahora bajó todo, tengo la peluquería vacía”, se lamenta esta mujer viuda con una hija estudiante. Pesce paga alquiler por el local que ocupa y también por su casa, ambos contemplan aumentos semestrales. “La inflación trae la angustia y el temor”, resume.
Los salarios pierden en la carrera contra una inflación atizada por aumentos en las tarifas de los servicios públicos y una constante depreciación de la moneda ante el dólar que impacta a los precios. Los pequeños comerciantes son los primeros en sentir el golpe de las cuentas por pagar, las cargas laborales y un panorama económico en el que no confían. Luis Miranda tiene una pequeña panadería en Villa Urquiza, en el extremo norte de Buenos Aires, en la que emplea a ocho personas. En marzo pagó aumentos de salario de 15%, en línea con lo que era en ese momento la meta de inflación anual.
Pero a fines de abril inició una corrida cambiaria que provocó una depreciación de la moneda de casi 35% en lo que va de año y llevó al gobierno a pedir un auxilio al Fondo Monetario Internacional. Entonces, el Banco Central proyectó la inflación de 2018 en 27% y el gobierno abandonó su meta.
“Pensaba que la economía iba a ir avanzando como había sido en los dos años de (Mauricio) Macri, pero en marzo comenzó a ir mal, con precios altos y no para”, dice Miranda.
“En este momento la economía es muy variable. El precio de la harina aumentó 300% o 400%”, se queja. A diferencia de Pesce, Miranda asegura que no ha perdido clientes. “Pero el consumo ha bajado. Nadie compra ya un kilo de pan. Los clientes gastan lo mismo, sólo que llevan menos”, explica.
Para compensar el bajón, su panadería ofrece ahora almuerzos preparados que compran obreros de la construcción u oficinistas de la zona.
Según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa, las ventas minoristas han caído 2.5% en los primeros cinco meses de 2018.
PROMESAS ROTAS
“Se rompió en el corto plazo una promesa de que iba a haber una recuperación económica”, dice el sociólogo Ricardo Rouvier para explicar la irritación de la mayoría de los argentinos.
“Las encuestas muestran una caída en la imagen del gobierno. La mayoría de la población no ve en el horizonte una certeza de que su situación va a mejorar”, añade Rouvier.
Argentina ha sufrido de altos niveles de inflación durante décadas. En la actualidad representa la excepción en la región: es la única economía de la región sudamericana con un índice de precios al consumidor de dos dígitos.
El desempleo alcanza al 9% de la fuerza laboral y la tasa de interés fue elevada a 40% en un intento por frenar la salida de divisas.
En junio, el FMI concedió un crédito por 50 mil millones de dólares en tres años, visto con recelo por los argentinos que evocan con amargura anteriores acuerdos con el organismo multilateral.
La firma Ecolatina subraya que para superar la situación será “central que el nuevo influjo de dólares que generará el acuerdo con el FMI se oriente a estimular la producción y no a asfixiarla”.
HERIDA DE MUERTE
Gerardo Labozzetta, dueño de una pequeña fábrica metalmecánica, está sin actividad desde hace dos años y culpa de ello a la apertura a las importaciones, luego años de políticas proteccionistas del gobierno de Cristina Kirchner (2007-2015).
“La apertura a las importaciones hirió de muerte a la productividad, porque inmediatamente la gente se dirigió a los mercados externos, especialmente China, que tiene una cultura de trabajo completamente distinta a la argentina”, dice.
“Se está matando a la gallina de los huevos de oro. Esta es una empresa que puede producir divisas para el país”, lamenta al señalar que antes empleaba de manera directa a 18 personas y a 15 de manera indirecta.
Para las pequeñas y medianas empresas, sostiene Labozzetta, es fundamental atender el tema de las tasas de interés y las comisiones en el acceso al crédito.
“No creo que en el mundo alcancen las tasas que se están pagando en Argentina. Hasta 70% le puede costar a una Pyme financiarse. Trabajar en esas condiciones no conduce a ningún puerto”, protesta.