LA HABANA. La primera manifestación no autorizada que se celebra en Cuba en décadas, convocada en La Habana por activistas LGTBI, desembocó en enfrentamientos entre los participantes y la policía cubana, que detuvo al menos a cuatro personas, según un recuento preliminar de los organizadores.
La convocatoria inédita en Cuba, a través de las redes sociales y "boca a boca", se dio después de que el gobierno cancelara, con la justificación inicial de la crisis económica que acucia al país, la tradicional "conga" contra la homofobia que auspicia el oficialista Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
La suspensión anunciada esta semana por el organismo que dirige la diputada y sexóloga Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro, causó un patente malestar en el colectivo, que reprochó que las autoridades celebraran en cambio otras actividades masivas y más costosas como el reciente desfile del Día del Trabajador.
En un segundo comunicado, el Cenesex ofreció otra versión y dijo que la "conga" habría sido utilizada con fines desestabilizadores por la "contrarrevolución", y que estaba dirigida desde el extranjero por elementos subversivos.
“Es un show convocado desde Miami y Matanzas”, escribió más tarde en Facebook Mariela Castro.
Esta convocatoria independiente provocó una gran expectación y dudas sobre si los activistas lograrían llegar al Parque Central de La Habana Vieja, punto de partida de la marcha, o si por el contrario la Seguridad del Estado cubano impediría su celebración cortando calles o impidiendo a los activistas acceder a la zona.
Pero finalmente, a la hora señalada el sábado y pese a una fuerte presencia policial, los participantes comenzaron a llegar a la plaza envueltos en grandes banderas del arcoiris y pertrechados con dos argumentos: que desfilar es gratis y que no se manifestaban "en contra de nada", sino "a favor" de sus derechos.
La manifestación se fue formando con naturalidad y unas trescientas personas comenzaron a marchar de forma pacífica por el céntrico Paseo del Prado sin que la policía lo impidiera, muchos de los participantes eufóricos comentando que lo que ocurría era histórico.
Pero la alegría sólo duró hasta la llegada de la comitiva al final del Paseo, donde policías interceptaron la marcha para evitar que siguiera hacia el Malecón habanero, como pretendían los asistentes.
Fue ahí cuando comenzaron los choques, ya que las autoridades pidieron a los manifestantes que se dispersaran aduciendo que se trataba de una marcha no autorizada, mientras varios activistas replicaban que no necesitaban permiso para ejercer su derecho a pasear por la capital.
Los enfrentamientos se precipitaron al ignorar los manifestantes las advertencias policiales y proseguir hacia el Malecón, para dirigirse a una fiesta programada dentro de la agenda oficial de actos de la jornada cubana por los derechos LGTBI que organiza el Cenesex.
Al lugar llegó un autobús de transporte urbano con policías y agentes vestidos de civil que dispersaron la marcha entre las airadas protestas de los asistentes.
Ayer, el trovador cubano Silvio Rodríguez suscribió críticas publicadas por el también cantautor Vicente Feliú sobre la "represión absurda, vergonzante, peligrosamente evocativa" de la manifestación.
"Con los ojos bien abiertos suscribo cada palabra de lo dicho por Vicente en su Facebook", escribió el artista en la sección de comentarios de su blog, Segunda Cita, que se ha convertido para intelectuales y ciudadanos en punto de encuentro y debate de la actualidad de la isla.
Horas antes, Feliú había publicado en su cuenta de esa red social que "la represión absurda, vergonzante, peligrosamente evocativa, de la marcha gay de esta tarde es definitivamente indefendible".
La "conga" que canceló el Cenesex -que depende a su vez del Ministerio de Salud Pública- habría sido la primera celebrada después de la aprobación, en abril, de la nueva Constitución cubana, en la que inicialmente estaba prevista una modificación que abría las puertas al matrimonio gay en la isla pero que finalmente no se incluyó en el texto final.
Ese asunto fue uno de los más controvertidos en los debates populares sobre la carta magna y provocó una fuerte campaña en contra por parte de las iglesias evangélicas y católica.