PARÍS, Francia. La onda expansiva del asesinato del periodista Jamal Kashoggi puede llegar al corazón del gobierno de Donald Trump, según varias cancillerías europeas y especialistas en relaciones entre el mundo árabe y Estados Unidos.
Desde el punto de vista político, la Casa Blanca puede aparecer como doblemente cómplice en el horrendo descuartizamiento perpetrado dentro del consulado de Arabia Saudita en Turquía y admitido oficialmente por la monarquía de Ryad.
El hombre fuerte del país, Mohammed ben Salman (MBS), considerado como el inspirador -y probablemente comanditario- de ese crimen, es un amigo personal del influyente yerno de Trump, Jared Kushner. Diplomáticos europeos afirman que Kushner tuvo una participación crucial en la decisión del Departamento de Estado de respaldar en forma incondicional a MBS en el complejo proceso que culminó con su designación como delfín del rey Salman.
Los diplomáticos “insiders” que conocen los secretos de la Casa Blanca aseguran que los dos amigos solían prolongar las veladas hasta la madrugada hablando de la situación internacional.
La responsabilidad de la Casa Blanca también aparece comprometida, según expertos en relaciones entre el mundo árabe y Estados Unidos, por el silencio culposo que mantuvo Washington sobre el proyecto de eliminar a Kashoggi.
Los servicios de inteligencia de EU supieron que un grupo de agentes de la corona saudita -probablemente enviados por orden directa de MBS- se aprestaba a viajar a Turquía para asesinar al periodista. La emboscada comenzó a ser minuciosamente preparada desde el momento en que Kashoggi pidió cita en el consulado de Estambul para hacer una gestión vinculada con su casamiento.
Esa información fue sin duda transmitida a Washington.
Si bien Trump no lee los briefings de inteligencia, como reveló Bob Woodward en su reciente libro “Miedo en la Casa Blanca”, esa alerta crucial no pudo escapar a sus hombres de confianza.