PARÍS, Francia. “Ver a un país como Gran Bretaña abandonar Europa […] es un momento triste y una tragedia”, exclamó -al borde de las lágrimas- el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Esa frase traducía el sentimiento que prevalecía en Bruselas cuando se oficializó el divorcio de Gran Bretaña con los otros 27 países de la Unión Europea (UE) tras 45 años de vida en común.
La primera instancia del divorcio quedó oficializada durante una cumbre extraordinaria celebrada en Bruselas con la firma de los dos instrumentos legales que sancionan la ruptura: las 558 páginas del Tratado de Retirada y la declaración de 26 páginas que define las futuras relaciones entre la UE y el Reino Unido.
Como en un matrimonio mal avenido, en el cual ninguna de las partes jamás se sintió cómoda dentro de esa relación conflictiva, los documentos de ruptura fueron rubricados por la primera ministra británica, Theresa May, y los jefes de Estado o de gobierno de los otros 27 países que permanecerán en la UE.
Al igual que en un divorcio, los términos de la ruptura habían sido ásperamente discutidos por los representantes de ambas partes durante dos años de una negociación que comenzó después del referéndum sobre el Brexit. En esa consulta, realizada el 23 de junio de 2016, 51,89% de los británicos expresó su voluntad de abandonar la UE, mientras que 48,11% votó a favor de la permanencia en Europa.
Para que pueda entrar en vigencia el 29 de marzo de 2019 como se acordó, los documentos deben ser ahora aprobados por el Parlamento Europeo, la Cámara de los Comunes y ratificados por los 27 países que permanecerán en la UE.
Después de la ceremonia de ayer, que duró dos horas y media, los dirigentes europeos –sin Theresa May– se reunieron con el conservador italiano Antonio Tajani, presidente del Parlamento Europeo, quien les informó que los diputados ratificarán el acuerdo del Brexit probablemente en enero. Los principales grupos políticos apoyan los textos discutidos letra a letra por el francés Michel Barnier, que dirigió el equipo negociador europeo.
Theresa May, por su parte, dirigió un mensaje a los británicos pidiendo su apoyo al acuerdo del Brexit.
Antes de que llegue la instancia del Parlamento Europeo, los textos de separación deben ser examinados a mediados de diciembre por la Cámara de los Comunes, donde Theresa May al parecer no cuenta con la mayoría necesaria. Una coalición heteróclita de diputados eurófobos amenaza con oponerse -cada uno por razones diferentes- al texto negociado por la primera ministra con Bruselas.
Si el Parlamento de Westminster rechaza esos textos, ese voto de sanción provocará automáticamente la caída de Theresa May. Quien la suceda en el 10 de Downing Street (sede del primer ministro) no tendrá otra alternativa que administrar una salida desordenada, más conocida como un “Brexit duro”. La UE reiteró que no regresará a la mesa de negociaciones: “La UE no cambiará su posición”, insistió ayer Juncker.