BUENOS AIRES. La Sputnik-V fue la primera vacuna contra el covid-19 en llegar a Argentina, en diciembre de 2020, y luego a una decena más de países en América Latina. Pero ocho meses después, la escasez de segundas dosis apremia a los gobiernos latinoamericanos.
"Siento que me han defraudado, que es un engaño. Tengo muchos compañeros de trabajo, muchos vecinos, que los llamaron para ponerse la primera dosis y con la segunda estamos en espera", se lamentó la profesora Noreyda Hernández a las puertas de un centro de vacunación en la ciudad venezolana de Maracaibo.
Escenas similares se repiten en Bolivia, donde los adultos mayores que acuden a vacunarse se encuentran con carteles que indican que la segunda dosis de Sputnik "se postergará hasta nuevo aviso".
A diferencia de las demás vacunas de dos dosis contra el Covid 19, la Sputnik-V es la única que se concibió con "el enfoque de refuerzo heterogéneo", ya que utiliza el serotipo 26 de adenovirus humano como primer componente y el serotipo 5 como segundo componente.
Eso impide que el primero y el segundo componente sean intercambiables y limita la capacidad de los gobiernos para decidir cómo aplicar las dosis disponibles, ante las dificultades de Rusia para ofrecer el segundo inmunizante.
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En la mayor parte de los países latinoamericanos se ha optado por extender el plazo de espera entre la primera y la segunda dosis, de un mínimo de 21 días a un máximo de 90 días, pero aún así las vacunas de segundo componente no alcanzan en los países de la región.
Al ser de las primeras que estuvo disponible en América Latina, la Sputnik se destinó principalmente al personal de salud y a los ancianos, que constituyen la población más vulnerable al Covid 19.
Debido a los retrasos, Argentina amenazó en julio con romper el contrato con Rusia y Guatemala optó por anular la compra de 8 millones de dosis.
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Paralelamente, Argentina desarrolló pruebas para reemplazar el segundo componente de la Sputnik por las otras vacunas con las que cuenta: AstraZeneca, Sinopharm y Moderna.
En busca de una solución duradera a sus dificultades para producir la cantidad suficiente de vacunas, Rusia hizo acuerdos con laboratorios de Argentina y México que se encargarán de fraccionar y envasar las dosis.