PARÍS, Francia. Una mayoría de la opinión pública francesa comienza a mostrar signos de fatiga frente a la prolongada protesta de los chalecos amarillos, una actitud que agravó las divisiones que surgieron dentro del movimiento.
Los resultados de dos encuestas coincidieron con los esfuerzos desplegados por el gobierno después del mensaje del lunes del presidente Emmanuel Macron para apaciguar la cólera popular que, desde hace tres semanas, mantiene a Francia en estado de profunda conmoción.
Más de la mitad de los franceses (54%) desea que el movimiento “termine” contra 45% que respalda su continuación, según un sondeo del instituto OpinionWay tras el mensaje presidencial.
Otra encuesta, divulgada por Odoxa, presenta un panorama inverso: sólo 46% reclaman el final del movimiento. Aun así, los resultados son significativos porque representan 12% puntos más que un sondeo realizado el 22 de noviembre.
Hasta ahora, los chalecos amarillos contaban con un amplio respaldo en la opinión pública, que -por momentos- alcanzó picos superiores a 80%.
Dos factores ejercieron una influencia determinante en esa pérdida de confianza. Los militantes de base -que en su gran mayoría aspiraban a expresar sus reivindicaciones económicas y sociales en forma pacífica- están desconcertados por el carácter violento que tomaron las protestas en las manifestaciones realizadas en París y en las principales ciudades del interior. “Cólera sí, pero violencia no”, dice la mayoría de los militantes interrogados después de esas orgías de enfrentamientos con la policía, incendios y pillajes.
Los activistas tienen consciencia de que solo una ínfima minoría de chalecos amarillos participó en esos actos de violencia, que por lo general- fueron protagonizados por grupos de ultra derecha, extrema izquierda o vándalos interesados únicamente en crear caos y realizar pillajes de negocios de lujo.
La violencia, en todo caso, fue uno de los motivos primordiales que hicieron retroceder el apoyo de la opinión pública.
El repliegue de los franceses se aceleró, al parecer, en las últimas 24 horas debido a las medidas sociales anunciadas por Macron. Sin llegar a satisfacer totalmente a los chalecos amarillos, las concesiones realizadas por el gobierno “demostraron que nos escuchó” y constituyen una prueba de su “buena voluntad en buscar soluciones”, afirman los militantes.
Esa situación favoreció una división de opiniones entre los dos sectores mayoritarios dentro del movimiento.
El sector más moderado, decepcionado por la orientación violenta de las protestas, prefiere dar un paso atrás para no avalar una tendencia que amenaza con resultar incontrolable. “Seguiré apoyando, pero sin participar directamente”, afirma Alexandre Compere, que era -hasta ahora- el principal portavoz de la región de la Drone. “Hay que darle una última oportunidad a Macron”, postulan otros.
Otra corriente, en cambio, sostiene que “nada ha cambiado” tras el “discurso decepcionante” de Macron y propician continuar con la movilización.
Esa división se refleja en las intensas discusiones que mantienen los portavoces regionales para decidir si finalmente lanzan un llamamiento a manifestar el sábado próximo en París y en las grandes ciudades del interior.
Jacline Mouraud, una de las figuras mediáticas más conocidas de los chalecos amarillos, apela a una “tregua”.
También se proclamó partidaria de “convertir el movimiento en otra cosa”. Esa perspectiva, sin embargo, escandaliza a la mayoría de los chalecos amarillos, que se niega a transformar un movimiento transversal en un partido político o en una organización vertical.