PARÍS. Apremiada por el calendario y acorralada por los obstáculos, la primera ministra británica Theresa May le arrancó ayer a la Unión Europea (UE) una ínfima concesión para tratar de salir del callejón sin salida que paraliza el proceso del Brexit: las autoridades de Bruselas estarían dispuestas a revisar y modificar la declaración política sobre la futura relación de la (UE) con el Reino Unido, pero se niegan a reexaminar el acuerdo de 585 páginas negociado durante 17 meses por May con Bruselas.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y el titular del Consejo Europeo, Donald Tusk, aceptaron “reabrir las discusiones”. En una primera etapa, el secretario británico del Brexit, Steve Barclay, y el negociador europeo, Michel Barnier, se encontrarán el lunes próximo en Estrasburgo, mientras que May y Juncker acordaron volver a reunirse a fines de febrero.
A pesar de las apariencias y de los términos moderados utilizados en el comunicado conjunto, el encuentro fue extremadamente “duro”, aunque “constructivo”.
El testimonio más elocuente de ese clima fue la actitud de May, que regresó a Londres con el rostro desfigurado por la contrariedad.
Durante la reunión con la cúpula política de la UE, May presentó opciones para abordar las preocupaciones del Parlamento sobre el “backstop”, la red de salvaguarda imaginada para evitar una frontera física entre las dos Irlandas. Esa cláusula debe entrar en vigor dos años después del Brexit, si la UE y el Reino Unido no llegan a un acuerdo sobre sus futuras relaciones comerciales.
Para superar ese problema, Donald Tusk le comentó que el plan del líder laborista Jeremy Corbyn “podría ser una forma de salir del actual callejón sin salida'. En una carta enviada a May, Corbyn había propuesto una unión aduanera permanente entre el Reino Unido y la UE, algo que los partidarios más duros del Brexit habían rechazado.
Cuando faltan 49 días para la fecha fatídica del 29 de marzo, el presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, lanzó un dramático llamamiento contra el riesgo de una “catástrofe económica y humanitaria” si fracasan las últimas negociaciones.