VIENA. Este año iba a estar dedicado al 250 aniversario del nacimiento de Ludwig van Beethoven, pero en la capital mundial de la música los habitantes están confinados en sus casas y las salas de espectáculo en silencio.
"Ordinariamente, la Ópera Estatal de Viena es un hormiguero donde actúan mil personas", explica el director, Dominique Meyer, sin ocultar la emoción. "Ahora el lugar está en silencio y emocionalmente es muy difícil", agrega.
En tiempos normales en Viena, ciudad impregnada de pasajes de Mozart, la música se respira. Los festivales se encadenan y siempre hay un concierto o una opereta para escuchar y admirar.
Pero la temporada musical se interrumpió bruscamente hace un mes cuando las primeras medidas de confinamiento para frenar la pandemia obligaron a cerrar las salas de concierto de las grandes instituciones musicales.
"Viena ofrece una agenda cultural comparable a la de una metrópoli de cinco millones de habitantes, cuando tiene solamente 1.8 millones", dice el director de la Oficina de Turismo, Norbert Kettner.
"Esto es lo que atrae a las tres cuartas partes de los ocho millones de visitantes anuales", señala, al punto que el número de turistas ha aumentado 62 por ciento en los últimos diez años.
En las tres óperas y dos salas de conciertos generalmente se congregan unas 10 mil personas cada noche bajo el dorado de estos templos de música, siempre.
Hay algo para todos los amantes de la música y para todos los bolsilllos, con entradas a 4.5 dólares. Pero, para poder abonarse a la Orquesta Filarmónica de Viena hay una lista de espera de 14 años.
Para la ciudad de los valses felices compuestos por la dinastía musical de los Strauss, el freno brutal de la maquinaria cultura augura una catástrofe financiera sin precedentes desde 1945.
"La Ópera de Viena tiene en general una taquilla de unos 131 mil euros diarios", señala Meyer. "Es un pulmón económico que llena seis o siete hoteles y los restaurantes de la zona", apuntó.
Ahora todo está paralizado y los más perjudicados son los artistas. "Tenía que interpretar a Arabella (una ópera de Richard Strauss) en mayo, ir a Toronto, a Estambul, a París", comenta el tenor Michael Schade.
"Ya no cantaré Schubert, se cancelaron 30 conciertos", señala el barítono Florian Boesch. "Las casas invocan la cláusula de fuerza mayor, y no recibimos ninguna compensación", lamenta.
Según el agente de cantantes y directores de ópera Laurent Delage, "los contratos han caducado, la mayoría de las veces sin ninguna oferta de compensación", y a menudo abruptamente.
Posponer producciones líricas es imposible, ya que se programan con años de anticipación. "Cuando un proyecto cae, todo un microsistema se derrumba", dijo el director de ópera Benjamin Prins.
"Técnicos, diseñadores de iluminación, cantantes dan seis meses de sus vida para ensayos, pero quedan varados en casa sin un centavo, ya que en general el pago no llega hasta la noche del estreno", afirmó.
En ausencia de sistemas de seguro de desempleo, el gobierno austríaco ha establecido mecanismos de apoyo que permiten que cada artista obtenga mil o dos mil euros al mes durante 16 semanas.