/ jueves 14 de septiembre de 2017

Comercio de vestidos de china poblana, en manos de coyotes

Lugareños aprendieron el oficio de sus padres o sus abuelos

No es difícil saber cuál es la vocación económica de San Gabriel Chilac -municipio ubicado en la Sierra Negra-, pues uno circula por las calles y ve puertas entreabiertas con mujeres y hombres trabajando en máquinas de coser. Los negocios de la comunidad exhiben diversos productos. Eso sí, no faltan prendas de vestir, con coloridos bordados hechos a mano, como los trajes de china poblana.

Los lugareños aprendieron el oficio de sus padres o sus abuelos. Todos han confeccionado ropa típica. Ahora, continúan con la tradición, la diferencia es que el “coyotaje” se ha apoderado del negocio ante la falta de apoyo gubernamental para incentivar negocios formales y lograr que los pobladores exporten directamente.

Los “chileños”, como se autodenominan los pobladores, elaboran trajes de china poblana que se comercializan dentro del estado y otras entidades del país, incluso en Estados Unidos. También cosen trajes con la técnica bordados pepenados, tipo lentillas, kimonas y chaneles -éstos dos últimos, son tipos de vestidos bordados con diferentes motivos-.

Muchas manos son las que intervienen en el trabajo de bordado. Algunos emprendedores solo producen piezas para el consumo local, pero hay pequeños empresarios que entregan su producto en Tlaxcala, Guerrero o en estados del norte del país, regularmente mediante intermediarios que -los productores tienen la sospecha- reetiquetan el producto para venderlo a alto costo.

 

AMENAZA A LA TRADICIÓN

Don Ernesto -a quien se nombrará de esa manera por protección de datos personales del entrevistado- es un empresario de San Gabriel Chilac. Tiene 50 años de edad y durante ese tiempo ha trabajado en la manufactura de trajes típicos, tanto de china poblana, como vestidos, huipiles, blusas y otros productos de corte tradicional.

Él sabe confeccionar ropa. Tiene un equipo técnico y humano en su hogar y en diferentes partes del municipio. La red de trabajadores ha logrado que se cierren ventas en otros estados, y también con asiáticos que después optaron por comprar maquinaria para confeccionar sus propias prendas, aunque ya no tengan vocación artesanal.

El entrevistado relata que hace años, él y sus padres acudían a Oaxaca a vender su mercancía. La situación económica logró devaluar el trabajo de los artesanos, de tal modo que ya no resultaba redituable gastar en gasolina y ver que los consumidores preferían comprar producto de sus paisanos que “malbaratan” su trabajo.

Entonces, inversionistas llamados “coyotes”, empezaron a llegar a San Gabriel Chilac a comprar producto a bajo costo para llevarlo a revender a otras partes, incluso a la capital poblana, a mercados como El Parián, donde un vestido que los productores venden en 180 pesos, es tasado en hasta mil pesos, debido al intermediarismo.

“Más de la mitad del pueblo se dedica a la ropa. El dinero que se gana se le da vuelta rápido (se reinvierte). Nosotros ya no podemos salir a vender porque si yo me voy ahora, ¿quién recoge toda la ropa que tengo regada (la que elaboran artesanos freelance)?, explica don Ernesto.

Plantea que el “coyotaje” es indispensable para sobrevivir en la industria porque se garantizan ventas que apoyan a circular la economía.

“Hay gente que invierte. Tengo uno de Tlaxcala que me habla para pedirme mercancía atrasada (de otras temporadas) y se la vendo más barata, y como no hay dinero, hay que aprovechar. A veces ahí vamos. Hay que tener dinero cada ocho días para el bordado; a la gente que viene a dejar bordados no le puedo decir que mañana le pago”, dice.

Aunque las prendas de este productor van etiquetadas, señala que hay coyotes que repiten este proceso para engañar a la gente, es decir, haciendo pasar la ropa por tallas más grandes de las reales para aumentarles el costo.

Otro de los productores de la región agrega que además de ello, el trámite de marca, las licencias de funcionamiento, los aranceles de exportación y otros gastos, impiden a empresarios tener una actividad en regla. En tanto, los “coyotes” tienen el poderío económico para hacer este proceso más seguro.

 

FALTA APOYO

Nunca falta el trabajo para los oriundos de San Gabriel Chilac, pues en invierno empiezan a bordar vestidos y blusas artesanales para primavera-verano, después inician a preparar lo de septiembre, ropa alusiva a la Revolución Mexicana, huipiles o trajes de manta para el 12 de diciembre, morrales y otras prendas de tela.

Rosalilia González y Gustavo González son dos microempresarios del municipio, que generan cinco empleos directos. Aunque no tienen la precisión de cuántos trabajos indirectos apoyan, describen que para el proceso de elaboración de ropa típica, se requiere a personas que tracen y corten la tela, a bordadores, a quienes arman la pieza,  a quienes cosen los bordes de los trajes, a quienes lavan, a quienes planchan y a quienes venden el producto final. Es una cadena de trabajo.

Describen que al paso de los años, el material ha bajado la calidad pero ha elevado sus costos. Por ello, la mano de obra se mantiene barata, para poder compensar esas alzas sin tener que encarecer los productos terminados.

No es difícil saber cuál es la vocación económica de San Gabriel Chilac -municipio ubicado en la Sierra Negra-, pues uno circula por las calles y ve puertas entreabiertas con mujeres y hombres trabajando en máquinas de coser. Los negocios de la comunidad exhiben diversos productos. Eso sí, no faltan prendas de vestir, con coloridos bordados hechos a mano, como los trajes de china poblana.

Los lugareños aprendieron el oficio de sus padres o sus abuelos. Todos han confeccionado ropa típica. Ahora, continúan con la tradición, la diferencia es que el “coyotaje” se ha apoderado del negocio ante la falta de apoyo gubernamental para incentivar negocios formales y lograr que los pobladores exporten directamente.

Los “chileños”, como se autodenominan los pobladores, elaboran trajes de china poblana que se comercializan dentro del estado y otras entidades del país, incluso en Estados Unidos. También cosen trajes con la técnica bordados pepenados, tipo lentillas, kimonas y chaneles -éstos dos últimos, son tipos de vestidos bordados con diferentes motivos-.

Muchas manos son las que intervienen en el trabajo de bordado. Algunos emprendedores solo producen piezas para el consumo local, pero hay pequeños empresarios que entregan su producto en Tlaxcala, Guerrero o en estados del norte del país, regularmente mediante intermediarios que -los productores tienen la sospecha- reetiquetan el producto para venderlo a alto costo.

 

AMENAZA A LA TRADICIÓN

Don Ernesto -a quien se nombrará de esa manera por protección de datos personales del entrevistado- es un empresario de San Gabriel Chilac. Tiene 50 años de edad y durante ese tiempo ha trabajado en la manufactura de trajes típicos, tanto de china poblana, como vestidos, huipiles, blusas y otros productos de corte tradicional.

Él sabe confeccionar ropa. Tiene un equipo técnico y humano en su hogar y en diferentes partes del municipio. La red de trabajadores ha logrado que se cierren ventas en otros estados, y también con asiáticos que después optaron por comprar maquinaria para confeccionar sus propias prendas, aunque ya no tengan vocación artesanal.

El entrevistado relata que hace años, él y sus padres acudían a Oaxaca a vender su mercancía. La situación económica logró devaluar el trabajo de los artesanos, de tal modo que ya no resultaba redituable gastar en gasolina y ver que los consumidores preferían comprar producto de sus paisanos que “malbaratan” su trabajo.

Entonces, inversionistas llamados “coyotes”, empezaron a llegar a San Gabriel Chilac a comprar producto a bajo costo para llevarlo a revender a otras partes, incluso a la capital poblana, a mercados como El Parián, donde un vestido que los productores venden en 180 pesos, es tasado en hasta mil pesos, debido al intermediarismo.

“Más de la mitad del pueblo se dedica a la ropa. El dinero que se gana se le da vuelta rápido (se reinvierte). Nosotros ya no podemos salir a vender porque si yo me voy ahora, ¿quién recoge toda la ropa que tengo regada (la que elaboran artesanos freelance)?, explica don Ernesto.

Plantea que el “coyotaje” es indispensable para sobrevivir en la industria porque se garantizan ventas que apoyan a circular la economía.

“Hay gente que invierte. Tengo uno de Tlaxcala que me habla para pedirme mercancía atrasada (de otras temporadas) y se la vendo más barata, y como no hay dinero, hay que aprovechar. A veces ahí vamos. Hay que tener dinero cada ocho días para el bordado; a la gente que viene a dejar bordados no le puedo decir que mañana le pago”, dice.

Aunque las prendas de este productor van etiquetadas, señala que hay coyotes que repiten este proceso para engañar a la gente, es decir, haciendo pasar la ropa por tallas más grandes de las reales para aumentarles el costo.

Otro de los productores de la región agrega que además de ello, el trámite de marca, las licencias de funcionamiento, los aranceles de exportación y otros gastos, impiden a empresarios tener una actividad en regla. En tanto, los “coyotes” tienen el poderío económico para hacer este proceso más seguro.

 

FALTA APOYO

Nunca falta el trabajo para los oriundos de San Gabriel Chilac, pues en invierno empiezan a bordar vestidos y blusas artesanales para primavera-verano, después inician a preparar lo de septiembre, ropa alusiva a la Revolución Mexicana, huipiles o trajes de manta para el 12 de diciembre, morrales y otras prendas de tela.

Rosalilia González y Gustavo González son dos microempresarios del municipio, que generan cinco empleos directos. Aunque no tienen la precisión de cuántos trabajos indirectos apoyan, describen que para el proceso de elaboración de ropa típica, se requiere a personas que tracen y corten la tela, a bordadores, a quienes arman la pieza,  a quienes cosen los bordes de los trajes, a quienes lavan, a quienes planchan y a quienes venden el producto final. Es una cadena de trabajo.

Describen que al paso de los años, el material ha bajado la calidad pero ha elevado sus costos. Por ello, la mano de obra se mantiene barata, para poder compensar esas alzas sin tener que encarecer los productos terminados.

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