Inmigrantes… con miedo como nunca antes

Redacción El Sol de México

  · viernes 17 de febrero de 2017

Foto: AP

por María AntonietaCollins

Wanda es una hondureña que vive en EstadosUnidos desde hace 30 años. Treinta añosindocumentada y durante todo el tiempo sin mayoresproblemas, ya que esta ciudad es tan hispana que la ventaja dealguien por tener papeles legales para vivir aquí y no tenerlosjamás fue un asunto de vida o muerte.

Wanda limpia casas grandes -mansiones- donde eltrabajo es arduo, la paga a veces no es lo que debiera, pero amatanto lo que hace y para quienes trabaja, que la mansión quelimpia es una donde la quieren y aprecian al grado deconsiderarla familia.

…Hasta el 8 de noviembre pasado. Resultaque sus patrones son furibundos republicanos que votaronpor Donald Trump y defendían sus puntos de vista convehemencia sin importar dónde ni con quien. Les conozcobien. Son gente buena, trabajadora, profesionales, apasionados desus ideas.

En ese tiempo preelectoral tuve unos cuantos“encontronazos” con ellos al grado de enfriar larelación que hemos tenido.

Ante la embestida de halagos a Trump, tuve que recordarles queyo, la amiga de ellos, era mexicana, de esos mismos contra los queel hoy presidente había abierto precisamente su campaña electoraldiciendo que éramos asesinos, violadores ynarcotraficantes, y que mis abuelos llegados a Californiaen 1928 jamás lo habían sido, por el contrario, fueron gentetrabajadora que dieron el todo por el todo por este país.

Mis amigos entendieron mi sentimiento, pero eso nocambió sus puntos de vista, entonces para conservar laamistad, preferí dar un tiempo de pausa para que las pasiones seenfriaran.

Al final, un día recuerdo haberles cuestionado en medio delfragor final de las elecciones sobre el cómo apoyar aquien aborrecía tanto a los indocumentados, a los“dreamers” a los que vienen a trabajar, y ellos me respondieronque lo más importante para ellos no era eso porque había otrascosas más importantes que Trump solucionaría al tomar posesióncomo presidente.

Y vinieron los días de las firmas de acciones ejecutivas yaquí apareció Wanda, precisamente eldía en que se acabaron las ciudades santuario. Supe queella había dejado de manejar porque hacerlo sin licencia y si ladetenía una patrulla por una infracción de tráfico, eso es undelito por el cual terminaría en la cárcel y por supuestodeportada. La fiel empleada de los furibundos“trumpistas” era una más de los millones devíctimas que salen a la calle con el terror de lapolicía y la incertidumbre de no saber si van a regresar.Me hablo mi amiga, la patrona de Wanda: Estoytristísima por Wanda. Necesito que me recomiendes un buenabogado de inmigración para ella. Nosotros vamos apagárselo. ¿Cómo es posible que ella esté viviendo todo estedolor cuando es una buena persona, honesta, que no ha hecho otracosa sino trabajar como un animal para ganar la comida de los suyosy ahora tiene terror de todo y la posibilidad de que la deporten aun país donde no vive hace 30 años?”. Me quedo viéndolacon incredulidad.

¿Te admira -le respondo-, te preocupas ahora de que eso le pasea Wanda? ¿Por qué? ¡Si tú fuiste una de esos millonesque con su voto dieron la sentencia mortal a personas comoWanda!

Mi amiga me mira con sorpresa mientras sigo hablando. ¿Acasocuando tan vehemente apoyabas a tu candidato ignoraste que en tucasa Wanda era una de aquellas a quien élatacaba?

Cuando te hablé de mí y de mis abuelos, poco te importó, peroaquí las cosas fueron diferentes. Mi amiga calló y mepidió perdón, pero el daño mayor ya estaba hecho…

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