IRAPUATO. Dos centros de rehabilitación han decidido darse de baja por el miedo de ser víctimas de ataques armados, lo que provocará que alrededor de 120 adictos queden en las calles; sin embargo, a pesar del temor, el resto de los centros siguen con la ayuda a las personas con problemas de adicción, informó Nicolás Pérez Ponce, presidente estatal de los Centros de Rehabilitación Unidos Bajío (CRUB).
Aseguró que luego del ataque armado al anexo de Arandas, en Irapuato, y que dejó como resultado a 26 personas muertas y siete heridas, el temor y el pánico predomina en esos centros.
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Nicolás Pérez reiteró que urge que los centros de rehabilitación se registren, ya que tan sólo en Irapuato son 265 y en León 250 los que no están regularizados y, por lo tanto, no cuenta con la vigilancia de las autoridades, problemática que existe en todo el estado.
Ayer, en reunión de seguridad, los gobiernos federal y estatal acordaron reforzar las acciones entre las corporaciones de seguridad de los tres niveles de gobierno para inhibir a la delincuencia además de garantizar la paz y armonía social de los guanajuatenses.
El presidente Andrés Manuel López Obrador manifestó que este hecho de violencia en Irapuato “fue muy fuerte”, por lo que dejó claro que “no se va abandonar al pueblo de Guanajuato”, y recordó que no tiene que ver con cuestiones partidistas, por lo que pidió al gobierno de Diego Sinhue que exista coordinación.
YO AHÍ ME REHABILITÉ: JUAN
En el lugar del ataque sólo quedaron Boris y Milo, dos perritos que descansan en el amplio patio de la casa que funciona como anexo y que, durante la noche anterior, se llenó de peritos, policías y militares que levantaron toda evidencia que les permitiera obtener indicios para esclarecer el multihomicidio.
De las 13 casas que hay en las calles Lerdo y Guanajuato, de la comunidad de Arandas, nadie sale. Dice doña Marcela Juárez que les asusta a sus vecinos ver tanto a hombre con armas; se refiere a los policías ministeriales que resguardan la casa; ella, cuenta, salió a llevarles de comer a Boris y a Milo, pues supo que las diligencias en el lugar durarán varios días y nadie ajeno al caso podrá entrar a la zona del crimen.
El terreno de la casa de dos pisos que funcionaba como anexo mide poco más de 200 metros cuadrados, pero de construcción no sobrepasaba los 100 metros cuadrados. Juan Navarro estuvo anexado cuatro meses en ese lugar. Dice que está limpio y de seguido iba a visitarlos, para seguir escuchando a los “padrinos terapear”, y cuenta cómo era vivir en esa casa.
“En la parte de abajo lo usábamos para comer y era donde terapeaban los padrinos; arriba era donde dormíamos. Nos dividíamos entre hombres y mujeres y yo siempre vi respeto, la carrilla común que luego alguien no aguanta, pero no pasaba de ahí, de unos empujoncillos.
Juan nunca vio nada raro. Incluso, quería volverse “padrino”, que es como se le conoce a las personas que comparten su testimonio de vida, para decir que si ellos superaron las adicciones.
Martha Patricia vive a dos casas del anexo. Ella vio a cuatro hombres que colocaron una escalera, se brincaron al anexo y abrieron la puerta. Luego vio a cuatro mujeres salir del anexo y después escuchó más de 60 disparos.
En el segundo piso fue la masacre. A todos les ordenaron que se pusieran boca abajo y en fila india, uno a uno fue acribillado, según los informes oficiales. Con información de Oscar Reyes | El Sol de Irapuato
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