Veracruz.- En trastes quemados por los años de recibir fuego de leña y en una vivienda que en algunas de sus partes no tienen paredes y en otras solo hay láminas picadas, Crescencia Damián hace rendir lo que su marido gana fabricando obleas.
Comen frijoles, tortillas de máquina, chayotes, calabazas, alas y pescuezos de pollo. A veces tienen fruta, pero esto por temporada, pues son de los árboles de naranja y guayaba que hay cerca de su casa.
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Su hogar está en una zona cercana a Córdoba, en donde escasean los servicios públicos básicos como el agua y la luz y ahí, en su cocina sin techo, ella sonríe aunque solo haya un plato de comida.
Las alas y pescuezos las comen más seguido y, cuando hay un poco más de dinero, Crescencia Damián compra pollo. Así hace rendir los 180 pesos que, en promedio al día, su marido gana, repartiéndolo entre comida y los demás gastos familiares.
Una cocina sin paredes
Su cocina es un cuarto de madera con láminas delgadas picadas por la lluvia y el sol de años. En una estufa de leña coloca un traste de color negro quemado por las intensas brazas. Sobre ella coloca una olla de peltre que en sus años buenos debió haber sido de color azul; hoy está quemada por el fuego, sin embargo, es la favorita de Crescencia para haceros frijoles.
El lugar no tiene paredes y la estufa de leña es tapada con un pedazo de lámina sostenida con pedazos de maderas y esparcidos en esa área, cascarones de huevo.
El esposo de Crescencia es una persona dedicada a hacer obleas y éstas son vendidas a empresas dulceras importantes, pero el ingreso no es bueno.
La mujer detalla que de los 180 pesos pesos diarios que en promedio recibe, al menos 100 los destina para la comida.
Comenta que si bien le va llega a poner en su mesa un kilo de tortillas de máquina, las cuales son repartidas hasta la colonia Los Carrizos, una zona semirural cercana a la ciudad de Córdoba, donde el servicio de agua, drenaje y luz escasea.
No puede darse "lujo" de comprar otro tipo de carne que no sea pollo pues dice es lo más económico y cuando sabe que tiene un poco más de dinero compra piernas para acompañar el único guiso que hace para su familia.
Jitomate, cebolla y ajo no pueden faltar en su despensa básica, ya que independientemente de frijoles a la leña, como los llama, hace sopa o spaguetti como los guisos que preparo esta semana.
Chayote y calabaza son verduras que están en sus despensa pues son económicas; es los alrededores de su casa hay árboles frutales como naranja de jugo y guayaba, pero no son temporadas de todo el año, mientras tanto plátano o mandarinas son comprados directamente del mercado Revolución pues el que las compre en tiendas cercanas a su domicilio le representa más gasto que no tiene. Lo adquiere cerca de su casa
Dos sillas de plástico y una banca de madera fue el ambiente donde accedió a platicar, ella vestía un short de mezclilla color azul cielo, una blusa verde que daba aspecto de ser “atigrada”, su cabello negros sostenido con una coleta en color rojo, una sonrisa de nerviosismo y una taza roja con agua así como un kilo y medio de tortillas sobre la mesa de aquel sencillo comedor.
El ingresar a la casa fue difícil pues no era permitido, pero narró que toda su vivienda contaba con dos cuartos; siendo Cresencia la única persona que estuvo en el lugar pues sus dos hijos no querían ser vistos; y permanecieron detrás de la barda que dividía la cocina y la entrada a la casa de tabique, de momento se asomaba un rostro, su hijo el mayor estaba al pendiente de lo que su mamá mencionaba.
Cresencia y su familia son humildes, pero la risa y música en su casa no falta y pese a que viven una situación difícil como muchas familias cordobesas.