Xalapa.- Paradójicamente a Graciela Lara Mora, la pandemia por el Covid-19 no le ha quitado nada. Como médica general, asegura, le ha regalado mucho, por ejemplo, la oportunidad de aprender y de ser la esperanza para muchas familias a quienes ha visto desmoronarse.
A sus 26 años de edad, la recién egresada de la Universidad Veracruzana (UV), vive ya una de las experiencias más importantes de su vida, tanto hermosa como dolorosa. 12 horas del día, las pasa en Terapia Intensiva en Covid y a casi un año de la pandemia, su pila no se agota, las ganas de ayudar, tampoco.
Desde las 7 de la mañana, "Gra", como la llaman de cariño, sólo tiene en la mente a sus pacientes y las ganas de que superen esta terrible enfermedad. “No tiene vida”, pero lo dice sonriente, porque asegura que le apasiona lo que hace, aunque se la pase con su traje de protección, sin consumir alimentos ni agua, e incluso con complicaciones para ir al sanitario.
Tiene un año de haber terminado la universidad; la contingencia sanitaria, le brindó la oportunidad de tener su primer trabajo de manera profesional. Inició trabajando en urgencias Covid-19 en el Hospital Español Veracruz donde empezaron a atender innumerables casos de SARS-CoV-2 y donde las jornadas eran interminables.
“Pero si algo me enseñó la contingencia es que somos más los de ciencias de salud que podemos y que siempre necesitamos estarnos capacitando de forma diaria para poderle brindar la mejor oportunidad a los pacientes. La verdad cuando nosotros recibimos pacientes, a veces no sabíamos por dónde empezar porque es una enfermedad totalmente nueva, había ciertos puntos que ya se conocían, pero no del todo; incluso todavía, aun con los pacientes críticos, responden a veces de cierta forma que nos sorprende, que no lo esperábamos ni lo veíamos venir”.
Tiempo después, pasó al área de Terapia Intensiva como apoyo a los pacientes en estado crítico, que están generalmente intubados y cuyo pronóstico es generalmente poco alentador.
Estar allí, rodeada del personal médico y de enfermería, le ha dado la oportunidad de capacitarse aún más para brindar una mejor atención. Pese a ser una experiencia dolorosa y traumática, ella la ha asumido como la forma de crecer profesionalmente y brindar un mejor servicio a todos los pacientes.
Ahora, para Graciela, es un gran compromiso tener en sus manos la vida de las personas y poder aportar para que el paciente pueda salir y ver de nuevo a sus familiares; para dar buenas noticias, porque está cierta de que hará todo para brindar la mejor atención.
El ambiente laboral armonioso, le ha dado también seguridad porque los conflictos se pueden resolver y hay total respeto, libertad y confianza en su criterio. Y es que, aunque los médicos generales podrían no saber de ventilación mecánica o manejo hemodinámico en eventos de choque, ella ha podido aprender de todo ello y manejarlo.
Al salir del hospital, Gra, regularmente busca comer algo rico, dormir bien, hidratarse y alimentarse sanamente.
Su amor a lo que hace, la ha hecho ofrecerse incluso para cubrir turnos nocturnos cuando algunos de sus compañeros o compañeras no puede asistir. Eso le gusta, lo disfruta y alienta. Para ella, no podría ser distinto, está recién egresada y eligió su carrera por amor.
El dolor de los demás, ha sido para ella lo más difícil de enfrentar. Estando en terapia intensiva ha tenido que dar las noticias más fatales o presenciar la despedida de varias familias. A veces, hay pacientes que están a punto de salir, pero de un momento a otro, se deterioran y fallecen sin explicación alguna.
“Es horrible, porque tu los ves ilusionados de que ya salieron del tubo, por ejemplo, o que ya pasaron la peor etapa y de un día a otro, o de un minuto a otro, fallecen. He tenido que ser más fuerte en cuanto a ese tema porque, al final, no es el último ni va a ser el primer paciente y tengo que ver por los demás, y por los que siguen”.
La impotencia por no poder salvar vidas, pasa a la molestia, a la frustración, “porque hacemos todo lo que podemos, les ofrecemos todas las oportunidades que se pudieron dar y, aun así, no logramos vencer esta enfermedad. Pero la verdad, es que la gente debe de entender que el Covid, es una enfermedad desastrosa; a la persona le va muy mal si es que ya tiene afectación pulmonar, no hay un predictor, no hay un medicamento milagroso, no hay una terapéutica adecuada, simplemente se hace lo que mejor se puede por el paciente y se ataca por todos lados, pero el pronóstico es muy diferente para cada uno”.
Este año ha podido ver apenas tres veces a su familia originaria de Misantla; por ahora vive sola en Veracruz, lo que le ha quitado un poco la preocupación del riesgo de exponer a los suyos. Todo el tiempo la apoyan; constantemente recibe sus recomendaciones de comer bien, cuidarse e hidratarse, lo que le ha ayudado porque durante esta contingencia no ha padecido de ninguna enfermedad, “he tenido la misma pila desde el inicio y he podido mejorar”.
“A mi me ha dado mucho, yo sé que a muchas personas les quitó, pero a mi me ha otorgado mucho, me ha otorgado un trabajo, compañeros, aprendizaje, una vida en el hospital, una formación, a mi me ha dado mucho…”