Con su incansable y muy notable labor apostólica, social, y sobre todo como impulsores de importantes obras físicas materializadas en la construcción de templos y otros espacios, todo un legado a la iglesia católica y a la sociedad lagunera han dejado principalmente durante las últimas seis décadas los sacerdotes jesuitas integrados al presbiterio de la Diócesis de Torreón.
No es casualidad que mucha gente los identifique como los sacerdotes constructores al reconocerles el mérito de haber erigido una importante cantidad de templos parroquiales y capillas y otros espacios como Casa Íñigo, además de estar detrás de la promoción de nada menos que el campus de la Universidad Iberoamericana en esta ciudad.
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Ciertamente han dejado una huella importante como constructores, reconoce el padre José Luis Escamilla Estrada, vicario general de la Diócesis de Torreón, luego de hacer un breve recuento de las obras más reconocidas que se les atribuyen precisamente a los sacerdotes que pertenecen a la orden religiosa identificada como la Compañía de Jesús.
Refiere que el mérito es de muchos jesuitas que hicieron causa común con la comunidad católica y en particular con ciudadanos que no dudaban en sumarse en actividades orientadas a allegar los fondos necesarios cada vez que había que realizar un nuevo proyecto, pero hace notar que entre todos ellos una de las figuras más visibles lo fue sin duda el padre David Hernández García, quien siempre buscó la manera de emprender algo nuevo mientras sirvió a la iglesia diocesana y a la sociedad, desde su llegada a Torreón a principios de 1960 hasta su deceso el 10 de mayo del 2003.
Cuando la Diócesis de Torreón se fundó el 19 de junio de 1957, los jesuitas ya tenían una arraigada presencia en la región.
Entonces, la naciente iglesia diocesana necesitaba contar con una catedral como su sede principal, para lo cual la Compañía de Jesús entregó el templo de Nuestra Señora del Carmen, en el centro de la ciudad, que habían ocupado desde 1932 y que conservaban en muy buenas condiciones, y se traslada a la parroquia de San José, en la calle 11 entre las avenidas avenida Escobedo y Bravo, una muy amplia construcción que en los años siguientes fue objeto de una rehabilitación integral, lo que marcó el inicio de una serie de obras impulsadas por los sacerdotes constructores.
Como antecedente de las obras en serie de los Jesuitas, está lo que es hoy la Escuela Carlos Pereyra, fundada en el 14 de agosto de 1942 y que a partir de 1953 se incorporó a la Compañía de Jesús, con lo que luego de ocupar un par de edificios alquilados al año siguiente, con el impulso de los sacerdotes se pudo iniciar la construcción de uno propio para secundaria y preparatoria en Torreón Jardín y a la postre se crearía también la sede de preescolar y primaria en la colonia Navarro. El tiempo transcurrió, y la idea de que la institución pudiera contar con un nuevo campus que concentrara sus servicios educativos en un solo espacio pudo materializarse con el impulso de los jesuitas como resultado de los trabajos realizados durante los años del 2003 al 2005.
El mayor auge de las obras físicas atribuidas a la Compañía de Jesús, se dio precisamente a partir de la llegada a Torreón del sacerdote jalisciense David Hernández García en marzo 1960, cuando al quedar a cargo de la dirección de Casa Íñigo, cargo que ocupó durante seis años, de inmediato comenzó a trabajar para complementar las instalaciones y a hacer mejoras que pronto se hicieron notar, como ocurrió por ejemplo con el Cristo de Casa Íñigo en 1963.
Al mismo tiempo, colaboró con el padre Carlos de la Torre al promover la creación de cajas de ahorro en los ejidos y en impulsar programas a favor del sano desarrollo de la juventud, además de que estuvo involucrado en el trabajo educativo de la Escuela Técnica Industrial como su asesor. Otro dato sobresaliente de sus aportaciones fue la participación que tuvo en la fundación de 18 clubes de ahorro y préstamos en 1972.
Al padre David se le reconoce como el fundador de la obra social que se identificó como Promoción Rural Ejidos Torreón (PRET), programa que se hizo notar durante el período comprendido entre 1973 y 1981.
En lo que a obras físicas se refiere, las aportaciones de David Hernández García como impulsor incluyen la construcción del templo en el ejido San Agustín en el año de 1977, en tiempos en los que, además, por su labor social, fue reconocido como el Primer Rotario Honorario en Torreón.
También se consideran obras realizadas por los jesuitas encabezados por Hernández García la construcción de lo que fue la Casa Pro Campesino en 1980, lo mismo que el templo del ejido Santa Fe en 1981.
Años más tarde, en el templo parroquial de San José, donde durante los años previos ya los jesuitas habían realizado importantes mejoras físicas, el padre David construyó en 1989 una nueva cripta que agregó mil gavetas a la capacidad instalada para la recepción de cenizas.
Otra de las obras sobresalientes que se le atribuyen al empuje del sacerdote lo fue, en la colonia Las Torres del sector oriente de Torreón, la construcción del templo parroquial de San Judas Tadeo, realizada entre 1989 y 1990.
Adscrita a la misma parroquia, en la colonia Villa California cercana a Las Torres, entre 1992 y 1995 se edificó la capilla del padre Agustín Pro impulsada por el sacerdote constructor, quien posteriormente, ya en el año 2000 logró que se erigieran una serie de casas en el ejido La Paz.
EN LA IBEROAMERICANA
Durante los años de 1991 a 2003, el padre David Hernández García fue director general de Promoción y Relaciones de la Universidad Iberoamericana Campus Torreón, cuyas instalaciones fueron construidas gracias a los buenos resultados de una constante labor que en materia de recaudación de fondos durante mucho tiempo realizó un patronato bien organizado, siempre con el respaldo de los sacerdotes jesuitas y que afortunadamente contó con bienhechores que hicieron importantes donaciones a favor de la institución educativa.
Perteneciente precisamente al Sistema Universitario Jesuita, la institución en Torreón fue fundada en 1982, y al no contar con una sede propia funcionó de manera temporal en espacios facilitados por otros dos centros educativos, y fue en 1984 cuando se colocó la primera piedra de su nuevo campus, lo que marcó el inicio de todo un proceso de construcción que se desarrolló por etapas, hasta su conclusión en la primavera de 1993 cuando finalmente se inauguraron y bendijeron el total de las instalaciones.
La institución universitaria reconoce formalmente al padre David Hernández como su incansable promotor, y le dedica esta frase acuñada por el escritor y promotor cultural Alberto González Domene: “Fue capaz de reunir los talentos y las voluntades de los laguneros para poner ladrillos a muchos sueños nuestros”.
Nota publicada en El Sol de la Laguna