/ viernes 6 de noviembre de 2020

Pandemia y pobreza "despintan" sonrisas a familia de payasos en Edomex

El principal oficio de Miguel y su familia era ser payasos, salían a conquistar sonrisas, sin embargo, esos escenarios se los llevó la pandemia del Covid-19

Estado de México.- Miguel Ángel Apolinar, conocido en las funciones de payasos como "Pelos Parados", es un artista de la vida. Desde el amanecer comienza sus malabares en varios oficios para llevar de comer a su familia.

La contingencia sanitaria provocada por la Covid-19 fue un escalón más en esa tramoya donde el discurso asistencialista de partidos y gobiernos no está invitado.

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El principal oficio de Miguel y su familia era ser payasos, salían a conquistar sonrisas y cosechar para su diario sustento, sin embargo, esos escenarios se los llevó la nueva normalidad, la pandemia que no cesa, mientras el hambre permanece.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

No es adivino, pero en enero, como advirtiendo que ya no podría ser payaso, Miguel retomó el oficio de recolectar basura con su camioneta y vender el reciclado de pet, aluminio y cartón. Ahora es su principal sustento.

"Lo que hago es recolectar en fábricas, separamos todo lo que sirve, lo compactamos y lo llevamos aquí al Cerrillo a vender", explica el padre de familia, también conocido en los escenarios como “Miguelín”. Prueba de sus nuevos malabares son unos costales con varios kilos de plástico que se aprecian en su hogar.

"Es el mil oficios", dice su esposa sin resistirse a la ironía del comentario.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Y es que Miguel además de payaso y recolector de basura, es papero, elotero, reparador de Niños Dios, costurero de capas, florista y en su camioneta Ford también hace mudanzas.

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"La verdad es un trabajo muy matado, es difícil trabajar en la calle", replica Miguel, quien así resume ese trajinar donde priva la incertidumbre para conseguir de comer.

Elizabeth Ramírez es esposa de Miguel. También sabe de los malabares de la vida, de ser equilibrista cuando no hay dinero en el bolsillo.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Desde noviembre del año anterior entregaron los cuartos que rentaban en Toluca, montaron dos colchones a su camioneta Ford 250 y regresaron a Santa María Atarasquillo, municipio de Lerma, donde su vida familiar comenzó hace 20 años.

"Nos fuimos a Toluca a rentar por los shows, pero ya no había para pagar la renta", comenta Miguel.

La familia está en el patio de la vivienda. Desde ahí se ve todo el pueblo. Su hogar tiene una segunda planta en obra negra. "Ya sólo falta echarle el colado", dice Miguel.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Su casa está sobre un terreno irregular donde docenas de viviendas ganaron espacio. Es imposible tener sus dimensiones exactas.

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Hay tres cuartos que se conectan con una misma entrada. En ellos duermen los seis integrantes de la familia: Miguel y Elizabeth, además de sus hijos Michelle, de 17 años, Miguel Ángel, de 13, y Santiago de apenas un año, quien es hijo de Michelle.

También está la tía Mercedes o doña "Mechita", una mujer que hace el rol de abuela, suegra y madre de Elizabeth.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En la cocina hay lo básico. Elizabeth y la tía Mercedes se juntan en torno a un gran comal de aluminio, donde dan vuelta a tortillas de maíz pinto. "Somos de buen diente", dice la esposa de Miguel.

➡️ Descarga aquí las historias de "Hambre. Donde come uno..."

Para un almuerzo colocan en el comal, al menos dos docenas de tortillas que ellas mismas amasan. Así es menos el gasto.

La alacena es un trastero improvisado. La mitad es para la despensa de frijol, arroz, avena, huevo y harina. La medida del hogar parece ser el medio kilo, pues así pueden comprar más víveres. La otra mitad es para vasos, platos y unas pocas cacerolas.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En su refrigerador sólo hay unos recipientes con salsas, tortillas envueltas en una bolsa y un poco de leche.

Antes de la Covid-19, el almuerzo, comida y cena se podía surtir con 200 pesos, pero ahora son 300 y sin incluir el aceite, jabón y gas.

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"El tanque de gas lo llenamos en 300 (pesos) a ocho pesos el kilo y nos dura sólo veinte días", comenta Miguel, cuyos ingresos diarios, cuando tiene, son de 300 pesos en promedio.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En torno a una mesa de madera se sientan los integrantes de la familia. El pequeño Santiago está montado en una periquera.

Hay cinco platos, un poco de café en una jarra y varios recipientes con salsas. Michelle sirvió dos platos con milanesas de pollo y cebollas, acompañados de salsa inglesa. Al centro hay un tortillero con las dos docenas de tortillas pintas. Hoy es un día especial porque dos periodistas interesados en conocer su modo de vida también están en la mesa.

El almuerzo se adereza con sonrisas. "Antes que empezaran las clases me los llevaba a recolectar basura, pero les daba pena", cuenta el otro payaso mirando a sus hijos.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En la comida el menú ya es conocido. Frijoles, huevo, arroz o sopa de pasta estarán en la mesa. La carne cuando otra vez haya visitas o Miguel tenga un excedente.

El comedor y la sala forman una sola pieza y no hay más lujos que una pantalla de televisión, unos cuadros, una vitrina con docenas de figuras de ángeles, elefantes, platos, copas de cristal, figuras de jade y vasos.

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Dice la tía Mercedes que son recuerdos de fiestas. "Ya ve que se acostumbra regalar". La sala la adornan unas carpetas de tela color amarillo que ella elaboró.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

El resto de las paredes lucen desnudas. Solo en un rincón hay cinco figuras de Niños Dios y un cuadro donde posa Elizabeth vestida de blanco. "En ese retrato sale mi esposa, eran sus quince años", recuerda Miguel.

El hogar lo completan un pitbull negro llamado "Capulín" y el gato "Jerónimo".

Sonríen de nuevo. Añoran regresar a sus funciones que les arrebató la Covid-19. "Ya se extraña ir a una fiesta", dice Miguel mientras se alista para nuevos malabares en el escenario de su realidad.

Estado de México.- Miguel Ángel Apolinar, conocido en las funciones de payasos como "Pelos Parados", es un artista de la vida. Desde el amanecer comienza sus malabares en varios oficios para llevar de comer a su familia.

La contingencia sanitaria provocada por la Covid-19 fue un escalón más en esa tramoya donde el discurso asistencialista de partidos y gobiernos no está invitado.

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El principal oficio de Miguel y su familia era ser payasos, salían a conquistar sonrisas y cosechar para su diario sustento, sin embargo, esos escenarios se los llevó la nueva normalidad, la pandemia que no cesa, mientras el hambre permanece.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

No es adivino, pero en enero, como advirtiendo que ya no podría ser payaso, Miguel retomó el oficio de recolectar basura con su camioneta y vender el reciclado de pet, aluminio y cartón. Ahora es su principal sustento.

"Lo que hago es recolectar en fábricas, separamos todo lo que sirve, lo compactamos y lo llevamos aquí al Cerrillo a vender", explica el padre de familia, también conocido en los escenarios como “Miguelín”. Prueba de sus nuevos malabares son unos costales con varios kilos de plástico que se aprecian en su hogar.

"Es el mil oficios", dice su esposa sin resistirse a la ironía del comentario.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Y es que Miguel además de payaso y recolector de basura, es papero, elotero, reparador de Niños Dios, costurero de capas, florista y en su camioneta Ford también hace mudanzas.

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"La verdad es un trabajo muy matado, es difícil trabajar en la calle", replica Miguel, quien así resume ese trajinar donde priva la incertidumbre para conseguir de comer.

Elizabeth Ramírez es esposa de Miguel. También sabe de los malabares de la vida, de ser equilibrista cuando no hay dinero en el bolsillo.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Desde noviembre del año anterior entregaron los cuartos que rentaban en Toluca, montaron dos colchones a su camioneta Ford 250 y regresaron a Santa María Atarasquillo, municipio de Lerma, donde su vida familiar comenzó hace 20 años.

"Nos fuimos a Toluca a rentar por los shows, pero ya no había para pagar la renta", comenta Miguel.

La familia está en el patio de la vivienda. Desde ahí se ve todo el pueblo. Su hogar tiene una segunda planta en obra negra. "Ya sólo falta echarle el colado", dice Miguel.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

Su casa está sobre un terreno irregular donde docenas de viviendas ganaron espacio. Es imposible tener sus dimensiones exactas.

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Hay tres cuartos que se conectan con una misma entrada. En ellos duermen los seis integrantes de la familia: Miguel y Elizabeth, además de sus hijos Michelle, de 17 años, Miguel Ángel, de 13, y Santiago de apenas un año, quien es hijo de Michelle.

También está la tía Mercedes o doña "Mechita", una mujer que hace el rol de abuela, suegra y madre de Elizabeth.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En la cocina hay lo básico. Elizabeth y la tía Mercedes se juntan en torno a un gran comal de aluminio, donde dan vuelta a tortillas de maíz pinto. "Somos de buen diente", dice la esposa de Miguel.

➡️ Descarga aquí las historias de "Hambre. Donde come uno..."

Para un almuerzo colocan en el comal, al menos dos docenas de tortillas que ellas mismas amasan. Así es menos el gasto.

La alacena es un trastero improvisado. La mitad es para la despensa de frijol, arroz, avena, huevo y harina. La medida del hogar parece ser el medio kilo, pues así pueden comprar más víveres. La otra mitad es para vasos, platos y unas pocas cacerolas.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En su refrigerador sólo hay unos recipientes con salsas, tortillas envueltas en una bolsa y un poco de leche.

Antes de la Covid-19, el almuerzo, comida y cena se podía surtir con 200 pesos, pero ahora son 300 y sin incluir el aceite, jabón y gas.

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"El tanque de gas lo llenamos en 300 (pesos) a ocho pesos el kilo y nos dura sólo veinte días", comenta Miguel, cuyos ingresos diarios, cuando tiene, son de 300 pesos en promedio.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En torno a una mesa de madera se sientan los integrantes de la familia. El pequeño Santiago está montado en una periquera.

Hay cinco platos, un poco de café en una jarra y varios recipientes con salsas. Michelle sirvió dos platos con milanesas de pollo y cebollas, acompañados de salsa inglesa. Al centro hay un tortillero con las dos docenas de tortillas pintas. Hoy es un día especial porque dos periodistas interesados en conocer su modo de vida también están en la mesa.

El almuerzo se adereza con sonrisas. "Antes que empezaran las clases me los llevaba a recolectar basura, pero les daba pena", cuenta el otro payaso mirando a sus hijos.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

En la comida el menú ya es conocido. Frijoles, huevo, arroz o sopa de pasta estarán en la mesa. La carne cuando otra vez haya visitas o Miguel tenga un excedente.

El comedor y la sala forman una sola pieza y no hay más lujos que una pantalla de televisión, unos cuadros, una vitrina con docenas de figuras de ángeles, elefantes, platos, copas de cristal, figuras de jade y vasos.

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Dice la tía Mercedes que son recuerdos de fiestas. "Ya ve que se acostumbra regalar". La sala la adornan unas carpetas de tela color amarillo que ella elaboró.

Foto: Daniel Camacho | El Sol de Toluca

El resto de las paredes lucen desnudas. Solo en un rincón hay cinco figuras de Niños Dios y un cuadro donde posa Elizabeth vestida de blanco. "En ese retrato sale mi esposa, eran sus quince años", recuerda Miguel.

El hogar lo completan un pitbull negro llamado "Capulín" y el gato "Jerónimo".

Sonríen de nuevo. Añoran regresar a sus funciones que les arrebató la Covid-19. "Ya se extraña ir a una fiesta", dice Miguel mientras se alista para nuevos malabares en el escenario de su realidad.

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