Tlapa, Guerrero.- Graciela, una mujer indígena de origen mixteco (Naa Savi) del municipio de Alcozauca, por quien sus padres hace varios años recibieron 100 mil pesos a cambio de un matrimonio arreglado, confesó que su niñez se truncó como consecuencia de los usos y costumbres de sus progenitores.
Como ella, miles de infantes de la región de la Montaña de Guerrero han sido víctimas de estas tradiciones ancestrales con las que se venden o acuerdan matrimonios a cambio de ganado, cartones de cerveza o recursos económicos para los padres de las menores.
Ante estas prácticas añejas y en busca de defender los derechos humanos de las niñas de esta región, la más pobre de la entidad, autoridades de los tres órdenes de gobierno conformaron una coordinación intersecretarial para “erradicar” la venta de niñas y evitar matrimonios arreglados de menores de edad.
A Graciela la encontramos de compras en el mercado del centro de la ciudad de Tlapa, acompañada por su hija menor y en su espalda portaba un rebozo en el que guardaba sus productos; ella accedió a contarnos parte de su historia, cuando sus padres la dieron a cambio de 100 mil pesos.
Su caso fue narrado el mismo día en que funcionarios federales, estatales y municipales, fueron convocadas por el gobernador Héctor Astudillo Flores en el Instituto Tecnológico de Tlapa para acordar distintos mecanismos que permitan desterrar este tipo de tradiciones que, dijo el mandatario estatal, “no es grato” y sí es “reprobable”, pero se tiene que abordar con responsabilidad.
La mujer de aproximadamente 35 años de edad aceptó hablar para dar su breve testimonio a condición de no ser identificada, ya que para sus padres y los habitantes de una comunidad del municipio de Alcozauca, los usos y costumbres son sagrados.
A varios años de que fue arreglado su matrimonio, confiesa que se truncaron todas sus expectativas de sueños de estudio para que fuera profesionista. Hoy solo es una ama de casa, donde cuida de sus tres hijos, dos hombres y una mujer. En su desahogo, piensa que ahora lo que le queda es darles estudios a sus tres hijos.
En una breve charla, explicó que la razón de que la hija la cambien por dinero en efectivo, enseres domésticos y otros objetos de valor, se realiza para que el hombre valore a su esposa y la reintegración de los gastos a sus padres de su manutención para su crecimiento.
A Graciela se le preguntó si sabía que era un delito la venta de las menores de edad con fines matrimoniales, y respondió que posiblemente se cometa esa falta a la ley, pero para las familias de las comunidades que practican esos usos y costumbres todo eso es algo sagrado.
Desde su perspectiva, dijo que si cambian los usos y costumbres, tienen que aceptarlo desde sus respectivas comunidades para que todos estén de acuerdo, ya que de lo contrario van a seguir realizando esta tradición aunque sea prácticas ilegales.
En tanto, las autoridades de los tres niveles de gobierno, en cuya reunión estuvieron presentes funcionarios de la Secretaria de Gobernación Federal, y el gobernador Héctor Astudillo, así como presidentes municipales de la región de la Montaña, entre otros, acordaron repartirse el territorio para analizar los avances que se tendrán en busca de frenar esta práctica para defender los derechos humanos de las niñas de la región.
“Este acto tan reprobable de la venta de las niñas que es un asunto que no nos gusta, no es grato hablar de el, pero tenemos que abordarlo con una gran objetividad y tenemos que abordarlo con el ánimo de cómo disminuirlo, no solamente mencionarlo porque no es un asunto de alegría, es un asunto que da pena”, comentó el gobernador.
Tras la conversación de escasos tres minutos, la joven mujer, con su reboso cruzado, cargando la mercancía que adquirió acompañada de su hija, siguió sus compras y a cambio de permitirnos fotografiarla, solicitó no revelar su identidad, porque para sus padres y los habitantes de una comunidad del municipio de Alcozauca, los usos y costumbres son sagrados.
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